Quienes la conocen, describen a Rita Flores de Wallace de diferente maneras: folclorista, educadora, creadora, cuentista y hasta maestra. Y antes o después de esas profesiones y ocupaciones agregan “excepcional”. Pero Wallace, nacida y criada en México, prefiere ser conocida de una forma más sencilla.
“Yo digo que nací artesana”, dijo Wallace a Efe.
Tal afirmación no debe ser considerada como una exageración, ya que desde los ocho años en su ciudad natal de Galeana (estado de Nuevo León) se ha dedicado al tejido, al bordado y a la creación artística. Y a los nueve años ya trabajaba como secretaria.
Cada creación, explicó, sucede en el contexto de una historia, y esa historia es parte de la creación. Por eso, desde que Wallace llegó a Denver en 1980 (un año después de casarse en México con John Wallace, o Juanito), se ha dedicado a compartir tradicionales historias mexicanas en Colorado.
Por sus 40 años como cuentacuentos y artista, y por haber creado en Colorado “una herencia cultural y educacional del arte y el folclore mexicanos”, Wallace será homenajeada el viernes en Denver por el Concilio Chicano de Artes y Humanidades (CHAC). Y ella lo celebrará como siempre lo ha hecho: dirigiendo un taller para la creación de artesanías.
“Cuando yo era muy pequeña ya tenía muchas responsabilidades en mi casa. Y una de esas responsabilidades era juntar trozos de tela y restos de otras cosas para ver qué se podía hacer con esos elementos”, recordó.
“Luego, un día, llegaron familiares a visitarnos. Creo que era una prima de mi mamá. Y traían a una niña pequeña que se puso a llorar porque no tenía una muñeca para jugar. Y mi mamá me pidió que yo le hiciese una muñeca para esa niña. Le hice su muñeca y luego ya no se la pudimos quitar. Así comenzó todo”, agregó.
Wallace recuerda de manera nítida cada detalle de aquel episodio de su infancia: dónde estaba la toalla que usó para crear el cuerpo y la cabeza de la muñeca; qué otras toallas usó, y de qué colores, para los brazos y las piernas, y cómo tuvo que improvisar con los materiales a su alcance “para que la muñeca luciera bien”.
Pero lo que más recuerda es lo que su madre le dijo: “Cada muñeca tiene una historia”. Y esa historia, dijo, debe ser una historia de amor, de compasión, de entendimiento, de entregar algo a alguien para devolverle la sonrisa.
Por eso, durante la ceremonia en su honor en CHAC, Wallace vestirá uno de sus tradicionales y multicolores vestidos, cubierto con réplicas de las muñecas que hacía y con muñecas de creación más reciente. Y durante el taller contará las historias de esas muñecas “como una madre les cuenta historias a sus hijos”.
Wallace aprendió a hacer sus propios vestidos en su infancia, y ya desde su adolescencia formó parte durante más de una década de un ballet folclórico y además estudió música.
Considera que incluso en esta era digital y global contar historias es importante, porque las narraciones tradicionales “mantienen viva a la cultura y nos hacen crecer, vivir y ser creativos”.
Y literalmente cuenta esas historias como una madre. Por eso se le reconoce como una “Madre Maíz”, título que las tribus Pueblo de Colorado, Nuevo México y Arizona dan a las mujeres sabias que “traen desde el pasado todo lo sagrado y santo para crear un futuro lleno de promesas”, según el sitio web de Return of the Corn Mothers, dedicado a las “Madres Maíz” del suroeste del país.
Wallace enfatiza que la tradición de contar historias se encuentra en todas las culturas, por eso frecuentemente relata sus historias junto con cuentistas y folcloristas afroamericanas, nativoamericanas y judías. “En todas las tradiciones, las historias sanan”, afirmó.
Se ha marcado como misión preservar y promover las tradiciones indígenas de México y representarlas por medio de los textiles típicos de ese país.
Sus creaciones ahora se exhiben en el Museo de Arte de Denver, el Museo de Naturaleza y Ciencia y el Centro de Artes Visuales (también en Denver) y el Museo de Historia de Pueblo (en el sur de Colorado).
“Rita es una excepcional maestra del folclore mexicano y un invaluable recurso por su extenso conocimiento de las tradiciones, las artes y la cultura de México. Ella desempeña una función muy importante en todas las celebraciones de nuestra comunidad”, dijo a Efe Clara Ricciardi, coordinadora de proyectos comunitarios del Museo de Arte de Denver.
Agregó que Wallace “ha dedicado su vida a las artes y a la comunidad de Colorado”.
Durante su trayectoria, ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el prestigioso Premio Rex Morgan en 2013, otorgado por el Distrito de Recintos Culturales y Científicos de Denver, y en 2015 el Premio Xupantla del Grupo Tlaloc/La Raza.
Hace cuatro décadas, poco después de llegar a Colorado, Wallace se encontró con Bea Roeder, también cuentista y artista, y muy influyente en la escena cultural de Colorado en aquella época. Wallace considera que Roeder (fallecida en 2004) fue la primera persona que la reconoció como artista.
De hecho, cuando visita las escuelas lleva una pizarra con imágenes de Roeder para contarles a los estudiantes latinos recién llegados al país que fue una “americana” la que la animó a “practicar y enseñar las tradiciones mexicanas en Denver”.
Para Wallace, esa es “una historia de esperanza”. Pero todavía, dijo, quedan muchas otras por contar.
¿Cuál de ellas es la más importante? “Aquella que la tecnología no interrumpe”, aseveró.
Francisco Miraval