“Cuando eres una prostituta, buena parte de la sociedad te censura”

Samanta Villar (1975) descuelga el teléfono alegre, sencilla, clara. A poco más de 600 kilómetros de Madrid (en Barcelona) la ola de calor también se nota. “Qué horror” dice la catalana, a lo que acto seguido añade: “Debería de estar en la piscina”. Porque ella es así. Es capaz, tanto de vivir durante 21 días en una chabola, como de hacerlo en una mina. De igual manera experimenta en sus carnes el drama de un sin papeles durante tres semanas que se machaca en el gimnasio otros tantos días. Lo mismo habla de la ola de calor, como escribe un libro sobre la prostitución. Polivalencia en estado puro.

Nadie avisa a una puta (Libros del K.O) cuenta siete historias. Ninguna se relaciona entre sí en los detalles, pero todas tienen un punto común, que no es otro que la prostitución, de una u otra manera: una asistenta sexual para discapacitados, una chica de un club, un foro sexual, una prostituta que vive en un piso con más compañeras... Y entre todos los relatos, dos que llaman la atención. La trata y La escort. Cara y cruz de un negocio que puede generar tanto dinero como escrúpulos tenga la persona. Aunque no siempre sea así del todo.

¿Ha sido este libro tu mejor reportaje hasta la fecha?

Es una manera muy diferente de trabajar. La televisión es siempre un trabajo en equipo y como tal, tiene sus particularidades. Ahí siempre hay que remar: tú puedes llevar un planteamiento y encontrarte otro distinto, que el personaje no te funcione, que las cosas 'se caigan' por el camino... Todo eso genera un estrés y un esfuerzo que tienes que remontar en tiempo récord. El libro es todo lo contrario. Tienes tiempo, si no te queda clara una cosa puedes volver a llamar, volver a hablar, volver a acudir al sitio, etc. Aquí son todo reportajes en estilo crónica, es periodismo narrativo.

Sería duro decir “el mejor reportaje”. En televisión hemos hecho cosas muy dignas.

¿Qué tiene la prostitución que te interesa sobremanera?

La idea del libro no fue mía, fue de un amigo. La verdad es que cuando empiezas a indagar y te das cuenta de que hay muchas cosas en este entorno que no se cuentan con la profusión que yo creo que merecen, dije, aquí hay tema. Es muy importante que la gente lo conozca. Es un mundo estigmatizado del que nadie sabe que, en realidad, existe mucha humanidad.

Entonces por eso el libro...

En realidad, esto se empezó a gestar hace cinco años, en un momento en el que acababa de salir el escándalo de las prostitutas que hacían felaciones en plenas Ramblas.

El tema de la prostitución es recurrente. Es como el Guadiana, que cada equis tiempo vuelve a salir. Nos escandaliza a todos, nos rompemos las vestiduras, hacemos algún artículo o dos sin la participación de las propias prostitutas (lo que es muy curioso), luego se acaba y deja de estar latente. Al cabo de los años vuelve a salir.

Y hablando de felaciones, ¿qué opinión te merecen las famosas fiestas de Magaluf o las discotecas en las que las chicas se desnudan para conseguir copas gratis?

Yo soy muy respetuosa con cualquier cosa que hagan dos adultos en plenas facultades, con consentimiento por ambas partes. Esto lo aplico a todo: al mundo del porno, a la prostitución, etc. Una chavala de 19 o 20 años ya es mayor de edad. Si quiere hacer eso...

Diferente sería que esta chica lo hiciera porque va drogada o borracha. También es verdad que en esas fiestas intervienen drogas y alcohol. ¿Lo ideal? Advertirles acerca de cuáles son los riesgos de una actitud así, sobre todo a nivel psicológico. Habría que hacerles entender que se pueden avergonzar en el futuro de lo que han hecho, que les puede traumatizar en algún sentido.

También creo que las nuevas generaciones han desvinculado el sexo de la moral. Y no me parece mal. Hace 50 años el divorcio era inmoral, y ahora lo inmoral es seguir casado con un señor al que no quieres. Sí que ha cambiado la cosa. Entonces, ¿en esto por qué no? ¿Quién soy yo para decir qué es moral y si deben o no hacerlo? Al final, si a una chavala le apetece, se lo pasa bomba y no le daña, ¿dónde está el problema?

Volviendo al tema del libro. En La trata y La escort se muestran dos realidades cotidianas. Por un lado, el calvario que pasa una chica nigeriana hasta llegar a Europa. Por otro, el día a día de una escort que gana 300 euros a la hora. ¿No te parece indignante que mientras una casi muere cruzando África otra se dedique precisamente a lo que luego será obligada a hacer la inmigrante?La trataLa escort

Lo indignante es la trata. Eso sí que es indigno y dañino. Hay que erradicarla de raíz y ser muy severo con los responsables del comercio sexual. En la prostitución existen dos mundos: uno es la trata y el otro es la prostitución voluntaria. Y deben ser acometidos desde puntos de vista totalmente distintos. A mi no me parece indignante que la prostituta cobre 300 euros a la hora, le encante el sexo, se lo pase bomba y gane mucha más pasta que yo. Ella se mete porque le gusta y dice: “Si a mí lo que se me da bien es seducir a los tíos y encima me puedo ganar la vida con eso, mejor”. Tiene una gran habilidad sexual y decide explotarla económicamente.

A mí lo que me indigna es que engañen a una pobre chica nigeriana, que se haga una travesía por el desierto jugándose la vida y encima se aprovechen de ella. Y no solo eso, sino que cuando consigue escapar de la red, por necesidad económica se ve obligada a volver ella. Es tremendo... y traumático.

¿Consideras que los gobiernos hacen todo lo que pueden para eliminar esta lacra?

Creo que no. Tiene mucho que ver con que la gran mayoría de las víctimas de trata son mujeres inmigrantes y sin papeles. A efectos oficiales no consta. No existen. Los gobiernos no tienen ningún problema con su ciudadanía, ya que “no son” sus ciudadanos.

Sí que se hacen cosas, seria injusto decir que no se hace nada. Pero de la misma manera que la trata de seres humanos circula y llegan pateras todos los días, también está ahí la trata de mujeres. Claro que los gobiernos podrían hacer muchas cosas más.

Supongo que conseguir el testimonio de Doris [la chica nigeriana] fue complicado...

Al contrario. Fue bastante sencillo. No es tan difícil acceder a las víctimas de trata. Creo que es porque la sociedad no las juzga. Cuando eres víctima de trata todo el mundo te apoya, te sientes amparado. Sin embargo, cuando eres una prostituta, buena parte de la sociedad te censura. Por eso la prostituta voluntaria tiene más reparos a la hora de hablar. En realidad, muchas están hartas de que les hagan preguntas.

En el libro llama la atención que ninguna de las chicas tenga miedo a perder su trabajo y se muestren más preocupadas por no tener ropa que ponerse o abalorios que lucir ante los clientes. ¿Existe la crisis en este mundo?

Parece que haya trabajo para rato, ¿verdad? Nosotros pensamos que lo más duro de la prostitución es que una chica tenga que acostarse con varios clientes en un día. Pero eso no es lo duro. Lo realmente jodido es ponerte y que no te cojan. Es otra dimensión.

Efectivamente, si tú estás haciendo algo y nadie te compra tus servicios o tus productos, acaba, a la larga, por afectarte a la autoestima. Sin embargo, si muchos tíos te seleccionan, esa autoestima aumenta. Nunca nos planteamos la prostitución desde esos términos y tiene cierta lógica.

Cuando en el libro aparece o se menciona el tema de regularizar la prostitución, hay muchas chicas que no se muestran del todo convencidas o que dicen “sí, pero sin pagar impuestos”. Esa posición, salvando las diferencias, ¿no recuerda a la de todas esas mujeres que ni siquiera se detienen a contemplar o entender el movimiento feminista, cuando en realidad lo que persigue es un beneficio y unos objetivos comunes para todas ellas?

Lo primero es que no hay que salvar a quien no quiere ser salvado. Si no, te conviertes en un evangelizador y ya sabemos lo que hicieron los evangelizadores en América en el siglo XV o XVI. Evangelizadores no. La que no quiere ser salvada que no se salve. Es indignante que te vengan a decir “eres una pobre víctima que no sabes lo que te haces...”. Eso sí que es humillante.

Lo que creo es que, por ejemplo, no puede ser que haya pisos dedicados a la prostitución. Son un problema. Ya no solamente los clubs. Los pisos es donde se genera el proxenetismo más descarado de este país. Representa casi un 30% de la prostitución. Es bestial. De puertas para adentro, como son privados, la policía no puede entrar a no ser que tenga una orden judicial. Eso por un lado. Por otro, en muchos de estos pisos se trabaja 12 o 24 horas al día. Es condenable e intolerable. Las chicas lo tienen normalizado porque es así. Pero no puede ser así. Hay que regularizar la prostitución.

Algunas se indignan y argumentan: “¿Ahora va a ser el estado mi chulo?” ¡Coño! El estado ya es mi chulo. Claro que va a ser también el tuyo. Lo he hablado centenares de veces con ellas. Dicen: “Sí, sí. Quiero todos los derechos” pero sobre las obligaciones no se muestran tan convencidas. Ellas quieren que la prostitución se regularice sin tener que pagar impuestos.

Ada Colau ha mencionado en alguna ocasión que le gustaría regularizar la prostitución. ¿Estás contenta por su elección como alcaldesa de Barcelona?

Pues tengo una mala experiencia en ese sentido. Antes de la campaña electoral, cuando se empezaba a formar Guanyem Barcelona, hablé con algunas prostitutas, gente muy formada: activistas, chicas con carisma, mediáticas, etc. para que entrasen en los círculos de Guanyem. Básicamente para estar ahí por si ganaban las elecciones por primera vez y estar desde dentro tomando decisiones. Desgraciadamente, el circulo de género de la formación tenía un debate interno para su constitución y les pidieron que no volviesen por allí. Fue una experiencia muy mala. Es verdad que Ada Colau sí que ha dicho que quiere regular la prostitución. Pero creo que ahí hay fuerzas en contraposición.

¿Y qué hay sobre lo de hacer un 21 días como prostituta?21 días

Fue una cosa que me planteé. Ahí es donde se ve claramente el peso del estigma. En mis reportajes siempre me gusta vivirlo todo en primera persona. Con este, pensé: “¿Me prostituyo?” Y en décimas de segundo me respondí: “No”. La respuesta la tengo súper clara.

¿Por qué?

Podría decir que ahora que he indagado, que sé que es un mundo ni tan severo ni tan dañino como nos han contado, que las chicas son libres, dueñas, empoderadas, etcétera, me lo podría plantear. Pero, ¿por qué respondo tan rápidamente que no? Pues porque me han educado así. Y no es que mis padres me hayan dicho nunca: “ser puta esta mal”, pero todos los mensajes que recibes por los medios de comunicación, por el sistema social y educativo, siempre son negativos.

Si lo hiciera, me darían palos por todos lados. Aprovecharían para meterme de hostias hasta en el carné. Por eso, porque lo políticamente correcto es decir: “¡Esto es indigno! ¡Es una frivolidad! ¿Dónde está el límite...?” Y lo políticamente incorrecto, paradójicamente, es ser respetuoso. Eso es así.