Hoy 10 de julio el Tren Negro saldrá de la estación de Chamartín de Madrid rumbo a la vigesimoctava edición de la Semana Negra de Gijón. Más de 180 escritores se reunirán en el espacio del antiguo Astillero Naval de la ciudad para participar en un evento en el que, durante 10 días, se hablará de literatura entremezclada con atracciones de feria, puestos de churros, chiringuitos de bebida y mercadillos. Una fiesta a pie de calle a la que se calcula que acudirán unas 100.000 personas por día.
“No es un encuentro habitual de escritores, con un montón de autores reunidos en el salón de un hotel. Nuestra idea es que la cultura es fiesta, el festival se hace para la promoción de la lectura” explica Ángel de la Calle, responsable de contenidos de la Semana Negra. “La idea es atraer a públicos que habitualmente no van a estas cosas y que, mientras se acercan a tomar algo, puedan encontrar y quedarse a una charla que les interese y que propicie que después se acaben comprando un libro”.
El programa del festival está atestado de actividades. Desde veladas de poesía a mesas redondas sobre diferentes temáticas pasando por exposiciones, presentaciones de libros, encuentros con lectores, conciertos o proyección de documentales. Este año la cuestión social y los problemas laborales tienen una especial presencia. Además del encuentro de fotoperiodismo que dirige Javier Bauluz, se exhibirá el trabajo fotográfico de Alejandro Zapico, Aprendiendo a mirar y Muyeres del carbón y se proyectará su película El astillero (2007) además de otros dos documentales rodados en Asturias: Prejubilandia, de Jaime Santos y Vanessa Castaño (2009) y Remine, de Marcos M. Merino (2014).
Entre los nombres más relevantes de los escritores que estarán presentes en esta edición se encuentran los de Gioconda Belli y Luis García Montero, quienes abrirán las jornadas poéticas. Fabio Girelli y Sandrone Dazieri, dos autores que publican por primera vez en España, estarán presentando sus respectivas novelas Villa Triste y No está solo. Didier Daeninckx, uno de los principales representantes del género policiaco, volverá a la Semana Negra después de 26 años. Además, en el ámbito del cómic, también se presentará Nero Napolitano, que cuenta la historia de Nápoles desde otro punto de vista con la participación 50 autores que se reunieron para hacer este trabajo. Pero este es un pequeño porcentaje de la lista de profesionales que acudirán al evento.
“La novela negra escrita en español, la francesa y la italiana tendrán una notable presencia, superando a la anglosajona, que también estará representada muy bien por James Carol, una de las sorpresas de la temporada”, sostiene De la Calle. “Asimismo, este año acudirá un gran número de escritoras como Rosa Montero, Elvira Lindo, Dolores Redondo, María Inés Krimer o Gabriela Cabezón Cámara, posiblemente una de las que tienen un más brillante porvenir en la novela negra”. Además de presentar sus respectivas obras, todas participarán en el coloquio dirigido por Cathy Fourez La violencia sobre la mujer en la novela, uno de los puntos temáticos más importantes de la presente edición.
Tramas internas
La Semana Negra nació en 1998 por la iniciativa del escritor asturiano Paco Ignacio Taibo II y actualmente está coordinado por la Asociación Cultural Semana Negra. Desde sus inicios hasta ahora ha experimentado una lógica evolución. “Aparte del aumento de público, ha seguido la suerte literaria que ha tenido la novela negra y es que se ha mezclado con otros géneros y por eso ha crecido mucho más”. Aunque su eje troncal sigue siendo el género negro, se ha abierto a otros como la novela histórica, la ciencia ficción, aventuras o la poesía.
El evento no se ha librado de los recortes presupuestarios que ha sufrido el ámbito cultural durante los últimos años. Actualmente recibe el 20% de su presupuesto de la Administración pública, que no sólo aporta dinero sino que también presta servicios como la limpieza o la seguridad policial. El resto se autofinancia con la cuota de los comerciantes que se instalan [excepto los libreros, que no pagan]. “Este año casi no llegamos a los 600.000 euros, que para un festival que se celebra en la calle es muy poco dinero, teniendo en cuenta que se tiene que montar una estructura en un sitio en el que no existe, como es el antiguo Astillero Naval. Hemos perdido un 40% de financiación desde el inicio de los recortes. Estamos en el borde, en el hilo de no poder hacer el festival”, explica su coordinador de contenidos.
El salón cultural también ha tenido algunos problemas, siempre anecdóticos, aunque dejan claro que hay que tener cuidado con quién se miden las fuerzas. Uno de los más llamativos, no tanto por su gravedad sino porque podría haber constituido irónicamente la trama de una novela negra, fue el tiroteo entre dos feriantes en 2006. O el supuesto mordisco que, en 2012, otro feriante vestido de payaso le metió a una mujer en el brazo en el Tren de la Bruja cuando ella le quitó la escoba. Este año, la traba ha sido más bien administrativa y se ha solucionado pronto: una asociación de vecinos le reclamaba al Ayuntamiento que se redujesen los horarios de apertura del festival, aunque finalmente se mantendrán los habituales.
Pese a todos los problemas que hayan podido surgir en 28 años de actividad, los clásicos de la Semana Negra se mantienen contra viento y marea, como el periódico gratuito que se distribuye día a día a los asistentes llamado A quemarropa y en el que además de los horarios de las actividades, se pueden leer noticias de la actualidad del evento. Asimismo, se otorgan seis premios a escritores de diversos ámbitos como el Premio Dashiel Hammett a la mejor novela de género negro publicada en el año 2014 o el Premio Celsius a la mejor novela de ciencia ficción y fantasía, entre otros.
El que verdaderamente es una seña de identidad es Rufo, la mascota que año tras año adopta una personalidad diferente. Ha sido detective, pistolero, camarógrafo, obispón, chulo de playa, Rufa o catedrático entre otras cosas. Este año será Rufo Selfie, con su móvil en la mano y la cara levantada para inmortalizar su mejor pose. El actual Rufo es de Quique Herrero, un artista local encargado de su trasformación durante estos años. Su identidad de este año “refleja un poco la idea de mirarnos, poco antes del 30 cumpleaños, para ver cómo estamos. Intentamos permanecer siempre cerca de lo que está sucediendo y ahora todo el mundo está haciéndose fotos que luego probablemente nunca mire o cuando cambien de móvil desaparecerán. Esta idea de efímero es divertida para un personaje como este que ha sido todas esas cosas”. Y que continuará cambiando mientras que el Tren Negro siga llegando a Gijón.