La revolución sandinista derrocó a Somoza en 1979 y él era uno de sus líderes más destacado. Formó parte, junto a Daniel Ortega, Violeta Chamorro, Alfonso Robelo y Moises Hassan, de la primera junta de gobierno de la guerrilla. Fue vicepresidente de Daniel Ortega hasta las elecciones de 1990. Perdido el poder, separaron sus caminos. Sergio Ramírez acabó dedicándose por entero a la literatura. Ortega peleó por recuperar el poder con la intención ahora consumada de no volver a soltarlo. En 2018 la policía de Ortega cargó con violencia contra la población harta de pobreza y arbitrariedad. Hubo cientos de muertos y la tensión permanece. De esas revueltas nació Tongolele no sabía bailar (Alfaguara, 2021), la última novela de Sergio Ramírez, una historia que retrata al presidente de Nicaragua y a Rosario Murillo, su mujer y vicepresidenta del país, en toda su vileza y arbitrariedad. “Nicaragua es una historia de repeticiones”, dice Ramírez. “En los 70 el dictador era Somoza, ahora es Ortega; pese a todo no me arrepiento de la revolución”.
La madre de Tongolele, el protagonista de su último libro, estaba muy enfadada porque en Nicaragua se habían plantado muchos más de 69 árboles de la vida ¿qué tan importantes son estos árboles hoy en su país?
Han cobrado una importancia capital puesto que es un régimen que se rige por las reglas no escritas del esoterismo. Sai Baba es un gran sacerdote de esa religión ausente. Todo esto viene de las creencias personales de la señora del presidente, Rosario Murillo, y de sus aficiones personales a interpretar el mundo desde una perspectiva mágica. Por eso cuando empiezan las revueltas en 2018 las primeras víctimas son los árboles de la vida. La gente se empeña en derribarlos. Se concentraban centenares de personas. Pero fue una tala parcial, luego vino la represión y muchos de los árboles quedaron en pie y están siendo resembrados.
La historia se repite, en el 79 los titulares eran que el Ejército reprimía las manifestaciones del pueblo, a partir de 2018 los titulares son casi los mismos. En su libro, Monseñor Bienvenido critica duramente los desmanes de la dictadura; eso ya sucedió con la Iglesia en los 70...
Nicaragua es una historia de repeticiones. Es una historia que se muerde la cola siempre. Los curas han sido importantes en los grandes fenómenos de cambio que ha vivido el país y lo fueron en la época de Somoza, con la ola de los curas comprometidos con el evangelio de los pobres identificados con el Concilio Vaticano II y tuvieron muchísimo que ver con la revolución. Desde la cruzada de la alfabetización que la dirigió un jesuita, el padre Fernando Cardenal, hermano de Ernesto, hasta la mano que metió Gustavo Gutiérrez, el gran teólogo peruano, en la carta pastoral que la iglesia emitió respaldando el proceso de la revolución.
¿Y qué dice el papa Francisco de lo que está ocurriendo?
No lo sé. El Papa Francisco ha guardado un silencio que se escucha en todo el mundo sobre la situación en Nicaragua y el obispo Monseñor Báez, que es el modelo del obispo que sale en el libro, fue enviado a Roma por un acuerdo entre el Vaticano y el régimen de Ortega, supuestamente para ocupar un cargo en la Curia romana, pero después nadie le hizo caso y se tuvo que ir a Miami a vivir con su familia.
¿En Nicaragua se espera de alguna manera la voz del Papa en este momento?
Sería aconsejable que todos los fieles católicos de Nicaragua, que son la mitad de la población, escucharan qué es lo que el Papa tiene que decir sobre esta barbarie que está ocurriendo desde 2018 y que sigue ocurriendo ahora con la detención de tanta gente, con el crecimiento imparable de los presos políticos.
Las elecciones son el domingo 7 de noviembre y en los últimos meses han sido detenidos todos los candidatos que le podían hacer sombra a Ortega.
Los candidatos que quedan son de mentira, inventados por el régimen. Hay una lista divertida de esos partidos fabricados a última hora, en donde el candidato a presidente lleva en la lista de diputados a sus hermanos, sus tíos, sus primos. El modelo de Nicaragua se va acercando mucho al de los antiguos países del Este de Europa en los que los gobernantes eran elegidos con el 99% de los votos.
¿Quién es Daniel Ortega hoy?
Podía haber pasado a la historia como un líder revolucionario, pero va a ser juzgado como un tirano, un dictador de la vieja tradición de dictadores que ha existido siempre en América Latina. No importa el color ideológico, sin ninguna duda un dictador. Sin apellidos. Un dictador, sí.
Usted tuvo una relación muy cercana con él durante mucho tiempo. Apoyó la revolución, formó parte de la primera junta de gobierno sandinista y luego llegó a ser vicepresidente con Ortega de presidente ¿No lo vio venir?
Creo que viéndolo desde el punto de vista del novelista, como me gusta ver a mí las cosas, la gente cambia, la gente va evolucionando. Daniel Ortega pasó siete años en la cárcel por asaltar un banco -en ese tiempo asaltar bancos era parte de la mística revolucionaria para llegar fondos a la revolución- y fue liberado por un comando en el que estaba Hugo Torres. Hoy Hugo Torres está preso por orden de Ortega. Eso da la idea de cómo aquella persona que seguramente estuvo agradecido en ese momento por el gesto de ese comando que lo sacó de la cárcel, se comporta hoy frente a sus libertadores. Creo que uno de los elementos transformadores más definitivo que tiene el ser humano es el poder, la ambición, el deseo de poder. Eso está en la literatura universal, me recuerda mucho a Macbeth.
Creo que hay dos grandes momentos del Frente Sandinista, el de 1979, cuando toma el poder por las armas y en 1990 cuando lo deja por los votos
¿A Ortega le cambia la ambición de poder?
Sí. Es decir, la determinación de regresar al poder y no irse nunca más. Siempre estuvo convencido de que cometió un error al entregar el poder a Violeta Chamorro tras las elecciones de 1990, porque significaba perder lo que él consideraba la revolución. El Partido Sandinista se hundió con la derrota porque era sufragado por el erario público. El Ejército se fue a buscar su propia institucionalidad, lo mismo que la policía. Entonces ese reino en el que él creía se deshizo.
¿Alguna vez pensó que no se tendrían que haber convocado esas elecciones?
No, yo siempre creí que no había otra salida que convocar elecciones democráticas. Creo que hay dos grandes momentos del Frente Sandinista, el de 1979, cuando toma el poder por las armas y en 1990 cuando lo deja por los votos. Es decir, eso hubiera podido constituir para el sandinismo un prestigio doble, enorme. El primer movimiento guerrillero que yo conozca que deja el poder porque pierde unas elecciones. Pero eso lo arruina el propio Ortega conspirando contra la señora Chamorro, buscando cómo derrocarla, cómo desestabilizarla.
Acaba de decidir que se exiliará definitivamente en Madrid ¿Por qué no puede regresar a Nicaragua?
Antes de salir de Nicaragua me habían llamado a declarar por el caso de Cristiana Chamorro [candidata a las elecciones ahora detenida], a la que estaban acusando de lavado de dinero. Y como mi fundación, que lleva el nombre de mi madre, Luisa Mercado, tenía un convenio de cooperación para organizar seminarios y talleres de periodismo con la Fundación Violeta Chamorro, que presidía Cristiana, me llamaron. Pero en realidad lo que querían como decimos en Nicaragua era marcar la tarjeta. Era una advertencia. Estaban metiendo preso a todo el mundo. Fueron sumando y sumando presos. De manera que yo cuando terminé un tratamiento médico en los Estados Unidos decidí irme a Costa Rica. Y estando allí me enteré de la orden de detención contra mí por los mismos delitos que estaban acusando a Cristiana.
¿Por qué ha decidido quedarse en España?
Me siento bien aquí. Aunque he estado una infinidad de veces, es una experiencia nueva vivir de continuo en España. Es una decisión que tomé con mi mujer. Me parece que regresar a Centroamérica es empezar a respirar otra vez ese ambiente tóxico que es el que me llevó al deterioro físico. Quiero poner el océano de por medio y ensayar aquí la búsqueda lo que yo llamaría una paz espiritual, aunque eso no exista.
Una de las víctimas inmediatas de la situación en Nicaragua ha sido el periodismo. De nuevo en esto la situación se parece mucho a los tiempos de Somoza...
No hay periodismo libre en Nicaragua. Terminaron con La Prensa [el principal periódico que en 1979 fue bombardeado por la aviación de Somoza], empezaron por no entregar los embarques de papel en la aduana y enseguida lo ocupó la policía. De manera que la edición digital de La Prensa se hace desde la clandestinidad en Nicaragua. Hay muchos periodistas en el exilio, y han nacido pequeños medios electrónicos, que son los que trabajan haciendo un periodismo muy importante ahora en Nicaragua. Y no hay que olvidar el exilio de Carlos Fernando Chamorro, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, como yo mismo, que tuvo que salir clandestinamente para evitar que lo apresaran. Hay una orden de captura contra él, igual que la que dictaron contra mí. Confidencial, su medio, se está haciendo desde Costa Rica.
Cuando en Nicaragua Somoza cerró todos los medios, surgió lo que se llamó el periodismo de las catacumbas. Los periodistas iban a las iglesias y desde el altar mayor leían las noticias, informando de lo que estaba pasando, la represión, los muchachos desaparecidos, los muertos, el bombardeo de los barrios. Y ahora hay un nuevo periodismo de las catacumbas, que es este que se hace por medios digitales que no lo pueden evitar a menos que impongan un apagón, un apagón electrónico en el país.
¿Quién sostiene a Ortega desde el exterior?
Rusia, Venezuela, Cuba, Irán, Turquía son sus aliados. Erdogan defiende a Ortega, Putin defiende a Ortega, los ayatolás defienden a Ortega, pero a la hora de traducir esto en un respaldo real no sé lo que hacen. Lo más que hace Putin es enviar unos autobuses que ni siquiera llegan preparados para el trópico. No se pueden bajar las ventanas. Y en Nicaragua se descomponen al año. Me intriga saber cuál es la asistencia real, salvo la presencia de fuerzas de inteligencia y seguridad. Eso sí, porque hay un búnker de los rusos en Nicaragua donde operan sistemas de comunicación de espionaje. Y también está presente la colaboración cubana y venezolana en asuntos de inteligencia, de seguridad.
¿Qué papel está jugando Estados Unidos?
Muy contradictorio, porque el presidente Biden, en su discurso de las Naciones Unidas no incluyó a Ortega en la lista de dictaduras. Y por otro lado, el secretario de Estado tiene un discurso muy enérgico contra Ortega. Pero el Fondo Monetario Internacional entregó a Ortega de una sola vez 370 millones de dólares. Entonces, me parece que esta política contradictoria es quizás porque Nicaragua no es una prioridad para los Estados Unidos como sí lo es Venezuela.
No hay prensa, los líderes de los partidos están presos, la oposición al régimen está en manos de los jóvenes, pero a un coste en vidas muy alto...
Cuarenta mil se han ido al exilio solo desde mayo, más los miles que ya había antes. Pero el germen de la resistencia está ahí siempre. Eso no lo pueden cambiar ni lo pueden dominar, por mucho que le pongan una losa de plomo encima. En la última encuesta de Gallup resulta que solo el 19 por ciento de la población votaría por Ortega. Si hubiera unas elecciones verdaderas el 65 por ciento votaría por cualquiera de los candidatos que está preso.