Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'Line of Duty' temporada 5: el cerco se estrecha
En la ficción policíaca, la figura de los agentes de Asuntos Internos suele constituirse como una amenaza extra e imprevisible. El comportamiento del arrojado protagonista, obsesionado con el caso de turno —o con mantener en secreto un problemático pasado— rápidamente acoge las sospechas de sus superiores, y es enviada a la comisaría una partida de agentes circunspectos, sombríos y dispuestos a dejarle exhausto con preguntas inquisitivas.
Hace 7 años, Line of Duty se decidió a ponerle rostro a estos agentes. La Unidad Anticorrupción de Birmingham, presentada con las siglas AC-12, tenía como misión esclarecer los engaños e irregularidades que se dejaban entrever en el departamento de policía. Y todo daba comienzo cuando Steve Arnott, interpretado por Martin Compston, se unía al equipo.
Arnott era el detective más joven de la unidad, y su ambición de ascender chocó rápidamente con los deseos análogos de su compañera Kate Fleming (Vicky McClure). Una persona concienzuda, obsesionada con la profesionalidad y con que las emociones no interfirieran lo más mínimo en su trabajo, que a medida que fue conociendo a Arnott pudo dejar de lado la competitividad y permitir que le uniera a este algo parecido a una relación fraternal.
Los agentes encargados de investigar a otros agentes, de este modo, obtuvieron por fin una personalidad definida, y Line of Duty se dispuso a mostrar abiertamente el grado de inseguridad y paranoia que se extraía de su trabajo. Obligados a mirar con lupa las actitudes de sus semejantes, Arnott y Fleming se iban hundiendo poco a poco en un aislamiento donde al menos podían contar con la ayuda y comprensión de Ted Hastings, el más veterano de la unidad.
En Line of Duty Hastings está encarnado por Adrian Dunbar, y desde la primera temporada sirve como jefe y mentor de Arnott y Fleming. Su entereza y dura profesionalidad son un referente para los más jóvenes, y a lo largo de la serie todos ellos van reforzando los lazos de lealtad que los unen. Al menos hasta la quinta temporada, que ya está disponible en Movistar Seriesmanía.
En ella, la AC-12 se enfrenta a un nuevo y complicado caso. Tres agentes han sido asesinados a sangre fría cuando varios hombres cubiertos con pasamontañas interceptaron un vehículo protegido por estos. Todo apunta no sólo a que ha sido algo planeado desde dentro, sino a que además está involucrado nada menos que “H”.
Desde el inicio de Line of Duty, la identidad de H ha sido una obsesión para los miembros de la AC-12. Siempre parecía ir varios pasos por delante de ellos, pero ahora, a raíz del nuevo crimen, los protagonistas están más cerca que nunca de desenmascararle.
Problema: todo indica a que H no es otro que Ted Hastings.
El giro de guion como disciplina artística
Con esta última, Line of Duty lleva ya cinco temporadas en antena. Recientemente fue anunciada su renovación por una sexta tras la sensación que ha causado en las audiencias de Reino Unido, donde llegó a reunir a 7,4 millones de espectadores, y parece que aún le queda mucho recorrido a una serie tan hábil como generosa con su público.
Desde su estreno el 26 de junio de 2012, la serie protagonizada por Adrian Dunbar ha logrado consolidar un atractivo incombustible y desatado, enganchando al público gracias a elementos como sus personajes —la introducción de Keeley Hawes como Lindsay Denton en la segunda temporada fue todo un bombazo—, la perspectiva tan fresca que entrega sobre el sobado thriller policial y, sobre todo, la maestría a la hora de plantear giros de guion.
Line of Duty ofrece un espectáculo extenuante, de revelaciones constantes y sucesos que pugnan por dejar una huella indeleble en la narrativa. Cualquiera pensaría que, dado su compromiso con esta herramienta —tan seductora como potencialmente peligrosa—, a la serie de BBC se le habrían acabado los cartuchos hace tiempo, más o menos hacia la mitad de la tercera temporada. Pero ahí sigue. Y gracias a una persona.
La serie está desarrollada por Jed Mercurio, todo un maestro del cliffhanger de cuyas artes pudimos disfrutar recientemente en Bodyguard. Antes de hacerse cargo de la ficción protagonizada por Richard Madden, Mercurio ya había trabajado sin descanso en Line of Duty, no sólo esforzándose porque los giros marca de la casa tuvieran un sentido orgánico, sino también recurriendo a asesores para que su perspectiva de las unidades anticorrupción fuera lo más realista posible.
El éxito de Bodyguard, sin embargo, ha precipitado a la fama a Mercurio y lo ha convertido en uno de los creadores británicos más prestigiosos del momento. Es probable que, por ello, por muy lejos que se remonte la trayectoria de este realizador, ahora haya más opciones que nunca de que la gente se enganche a Line of Duty y pueda disfrutar de sus artimañas. Aunque, claro, a esta serie nunca le haya faltado público.
Durante los años que lleva en antena, la serie se ha perfilado como uno de los thrillers más frescos y reveladores del panorama actual. Su esfuerzo por darle un enfoque actual al género y exprimir al máximo las posibilidades discursivas de la corrupción policial siempre ha ido paralelo a su afición por los giros (tan ruidosos como calculados) y por dejar al espectador sin aliento, y no es de extrañar la fidelidad que ha ido ganándose por parte del público.
En la quinta temporada, con el misterio de la identidad de “H” más cerca de resolverse que nunca, Line of Duty es tan infartante como estamos acostumbrados, al tiempo que la maestría de Mercurio también se hace notar en las interacciones de sus protagonistas. Su definitiva conversión en un drama de personajes, con Hastings sufriendo las sospechas de sus compañeros, constata la absoluta calidad que siempre ha atesorado el show, y la impulsa a unos extremos nunca antes vistos.
Cuatro temporadas después, Line of Duty sigue sorprendiendo, sigue dejándonos con la boca abierta, y sigue sabiendo cómo escaparse de cualquier expectativa. Y lo mejor es que sabemos que el bueno de Mercurio es capaz de prolongar esta situación durante el tiempo que se le antoje.
En la ficción policíaca, la figura de los agentes de Asuntos Internos suele constituirse como una amenaza extra e imprevisible. El comportamiento del arrojado protagonista, obsesionado con el caso de turno —o con mantener en secreto un problemático pasado— rápidamente acoge las sospechas de sus superiores, y es enviada a la comisaría una partida de agentes circunspectos, sombríos y dispuestos a dejarle exhausto con preguntas inquisitivas.
Hace 7 años, Line of Duty se decidió a ponerle rostro a estos agentes. La Unidad Anticorrupción de Birmingham, presentada con las siglas AC-12, tenía como misión esclarecer los engaños e irregularidades que se dejaban entrever en el departamento de policía. Y todo daba comienzo cuando Steve Arnott, interpretado por Martin Compston, se unía al equipo.