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'Manhattan': pioneros a su pesar

La entrada de nuevos canales y plataformas ha multiplicado la oferta seriéfila de cada nueva temporada en EEUU. El espectador puede que muchas veces se sienta abrumado ante tanto estreno simultáneo y le falten horas del día para abarcarlo todo, pero es el gran beneficiado de una ficción televisiva que para diferenciarse se arriesga con nuevos enfoques, temáticas y épocas históricas. Tres factores que se juntan en Manhattan, uno de los estrenos más interesantes de 2014 que, quizás por el volumen de la oferta, pasó un poco desapercibida.

La serie (disponible en Movistar Series) es el segundo drama de producción de WGN America, un canal que primero optó por una serie para un público más mayoritario como es Salem, una historia de brujas en el periodo histórico que hizo célebre a la localidad estadounidense, y decidió ser un poco más nicho, quitándose presión de encima, con su segunda serie. Manhattan está situada en la Segunda Guerra Mundial, pero aborda la contienda desde un punto de vista completamente distinto al que guiaba Hermanos de Sangre o The Pacific, dos de las miniseries más emblemáticas de HBO.

Siguiendo la estela de otros dramas de época que se han estrenado en los últimos meses -Masters of Sex, The Knick o Halt and Catch Fire-, Manhattan aborda su periodo histórico dando voz a los pioneros que lo hicieron relevante y conectarlo con nuestro presente a través de unas dudas, dificultades y consecuencias que no nos parecen tan lejanas. 

La historia de Manhattan sigue al grupo de científicos que trabajó en el (ultrasecreto) 'Proyecto Manhattan' del Gobierno de Estados Unidos para desarrollar la bomba atómica en la década de los 40. Todos fueron recluidos junto a sus familias en una instalación militar en medio del desierto de Nuevo México. A las dudas éticas y morales sobre lo que estaban construyendo, se unen las tensiones políticas de la época y los sacrificios que tuvieron que hacer los familiares que los acompañaron.

Unas mujeres y unos hijos que tuvieron adaptarse a un entorno hostil, tras dejar en suspenso durante unos meses su rutina diaria y aprender a convivir, sin hacer demasiadas preguntas, con el secretismo que envolvía el nuevo trabajo del cabeza de familia. Sin proponérselo, las autoridades estadounidenses también habían puesto en marcha un experimento sociológico en el que la paranoia, las amenazas, el control y la pérdida de derechos transformaron a la pequeña comunidad en  un sistema totalitario.

El equipo que está detrás de las cámaras de Manhattan tiene experiencia en este tipo de historias y sobre todo en el cuidado, y muy aprovechado, look que envuelve a la serie. Los llamativos títulos de crédito son de Imaginary Forces, el mismo estudio que firma los de Mad Men, el creador de la serie es Sam Shaw (guionista en Master of Sex), entre sus directores está Thomas Schlamme, productor y director en El Ala Oeste, Studio 60 y, en el terreno de las ficciones de época, también de la malograda Pan Am. La BSO la firman Alex Somer y Jónsi, líder de Sigur Ros. 

El reparto está lleno de secundarios habituales de otras series, a los que cuesta más reconocerlos por nombre que por el personaje al que dan vida. Son John Benjamin Hickey (The Big C y ahora en The Good Wife), Harry Lloyd (Juego de Tronos) o Rachel Brosnahan (House of Cards). La primera temporada de Manhattan consta de 13 capítulos y la segunda se estrenará en EEUU en verano.

La entrada de nuevos canales y plataformas ha multiplicado la oferta seriéfila de cada nueva temporada en EEUU. El espectador puede que muchas veces se sienta abrumado ante tanto estreno simultáneo y le falten horas del día para abarcarlo todo, pero es el gran beneficiado de una ficción televisiva que para diferenciarse se arriesga con nuevos enfoques, temáticas y épocas históricas. Tres factores que se juntan en Manhattan, uno de los estrenos más interesantes de 2014 que, quizás por el volumen de la oferta, pasó un poco desapercibida.

La serie (disponible en Movistar Series) es el segundo drama de producción de WGN America, un canal que primero optó por una serie para un público más mayoritario como es Salem, una historia de brujas en el periodo histórico que hizo célebre a la localidad estadounidense, y decidió ser un poco más nicho, quitándose presión de encima, con su segunda serie. Manhattan está situada en la Segunda Guerra Mundial, pero aborda la contienda desde un punto de vista completamente distinto al que guiaba Hermanos de Sangre o The Pacific, dos de las miniseries más emblemáticas de HBO.