Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'Orange Is the New Black' T7: las reclusas de Litchfield y la libertad envenenada
A la mitad del metraje de Cadena perpetua, la cámara salía por fin de la prisión de Shawshank. Lo que venía a continuación podía entenderse casi como un cortometraje independiente de la trama, a través del cual el compungido espectador descubría qué ocurría con Brooks (James Whitmore) una vez este era puesto en libertad y podía reintegrarse en la sociedad. No le iba muy bien.
Tras toda una vida encerrado entre cuatro paredes, el antiguo bibliotecario de Shawshank era incapaz de rehacerla, de encontrarle un sentido fuera de los barrotes. La experiencia tan dura vivida en prisión lo había dejado marcado e incapaz de avanzar, y no podía dejar de pensar en sus compañeros. Los que se habían quedado atrás. Los que se habían convertido en su familia.
Orange Is the New Black llega a su fin este verano, y lo hace consciente del poso que el presidio ha dejado en sus protagonistas. Piper Chapman (Taylor Schilling) ha salido de la cárcel junto a Sophia Bursett (Laverne Cox) tras varios traslados, un motín y un redescubrimiento del amor entre los muros de Litchfield.
Piper se prepara para retomar su vida. Esa que dejó apartada junto a un novio, Larry (Jason Biggs), y poco a poco sepultada bajo todo lo vivido dentro de lo que se convirtió en su nuevo hogar. Donde hizo nuevas amistades, descubrió la sororidad, y sintió una unión indestructible hacia las personas menos pensadas.
Mientras tanto, Taystee (Danielle Brooks) cumple cadena perpetua. Blanca (Laura Gómez) ha sido enviada a un centro de deportación. Y Lorna Morello (Yael Stone) lidia con la maternidad. Piper, tras dejar atrás la cárcel, se acuerda de ellas. Como Brooks temblando en el autobús, no reconoce el mundo del que una vez le obligaron a marcharse, y no sabe si sabrá desenvolverse en él. Ha dejado algo demasiado importante atrás.
Orange Is the New Black dio comienzo cuando Piper fue arrestada por un delito cometido diez años antes junto a Alex Vause (Laura Prepon), su amante de entonces. Al dar con sus huesos en Litchfield, fue la primera persona con la que se encontró, y con la que no tardaría en retomar una relación sentimental. Durante seis temporadas, este romance vehiculó la trama de Orange Is the New Black, hasta encontrar un final abrupto en su sexta andanada de episodios.
A Piper le llamaba la libertad, aunque ya no estuviera segura de lo que ésta significaba. Y ella podía marcharse, pero Alex no. La protagonista debía abandonar de nuevo al amor de su vida; sin embargo, esta vez ambas decidían tomar cartas en el asunto, y la sexta temporada culminaba con la boda de ambas mientras el tiempo de Piper en prisión se terminaba de agotar.
Y ahora qué, se pregunta Piper. Qué haré ahora, que soy libre.
“A la vida le gusta ponerte a prueba”
El primer gran éxito de Jenji Leslie Kohan dentro de la primera pantalla fue Weeds, emitida por Showtime desde 2005 hasta 2012. En torno a la historia de una viuda que vende marihuana a sus vecinos esta escritora californiana ya pudo encauzar su interés por personajes femeninos de gran fuerza, que se rigen por códigos de honor alternativos.
Como los que pueden extraerse de un próspero negocio de narcotráfico o, mismamente, de una cárcel de mujeres. Cuando más tarde cayó en sus manos Orange Is the new black: Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres, autobiografía de Piper Kerman publicada en 2010, Kohan supo que se encontraba ante un material muy prometedor.
La historia real de Kerman, internada por culpa de un delito de narcotráfico en la Institución Correccional Federal de Danbury, Connecticut (Litchfield en TV), ha servido para guiar las tramas de su ambiciosa serie, apoyada tanto por el talento de Kohan en funciones de showrunner como de un magnífico reparto que ha ido cambiando sustancialmente desde el estreno de la serie en 2013, pero que se las ha apañado para mantener un nivel excepcional en todo momento.
Y este último elemento ha sido, precisamente, el encargado de distinguir a Orange Is the New Black dentro de un panorama televisivo cada vez más cambiante y diversificado. Liderado por una Taylor Schilling fundida con su personaje, pero bien acompañada de nombres como Prepon, Natasha Lyonne o la citada Laverne Cox, el casting de la serie de Kohan ha sido aplaudido desde sus inicios.
Schilling ha estado nominada tanto al Globo de Oro como al Emmy por su interpretación de Piper, al igual que Uzo Aduba -Suzanne “Crazy eyes”- ganadora en dos ocasiones de este último premio y nominada otras tantas a los Golden Globes. El reparto de la serie al completo, por su parte, ha sido galardonado hasta en tres ocasiones con el premio a Mejor Reparto de Comedia en los SAG Awards. Todo mientras fortalecía su vínculo con la audiencia, y la iba preparando para lo que estaba por venir.
La séptima temporada de Orange Is the New Black es la cumbre de ese camino, y el esbozo de una situación que fue inevitable desde que Piper empezó a ver su estancia en Litchfield como mucho más que una imposición. Cuando el personaje de Schilling descubrió en esas compañeras de presidio una familia, la más auténtica que había conocido nunca, los espectadores pudimos vislumbrar lo difícil que sería la despedida.
Una que, por mucho que Piper y Alex se negaran a asumir —y por mucho que la vertiginosa temporada 5, centrada en un motín contra los guardias, nos hiciera temer que el final de estos personajes no se limitaría a una tranquila separación—, era inevitable que llegara en algún punto. Por lo que ahora Piper, como Brooks, como tantas personas a quienes les dieron la libertad pese a que de alguna forma seguían encerrados ahí dentro, tendrá que arreglárselas como pueda. En el exterior.
La diferencia con estos otros personajes es que, cuando de ahora en adelante Piper vea el color naranja en algún lado, no reaccionará con nerviosismo. No despertará ningún trauma en ella. Bien al contrario, sonreirá y, al igual que los espectadores, recordará los buenos tiempos. A su familia. Y quizá, amparándose en estos recuerdos, su destino fuera de prisión pueda ser algo más luminoso.
Pero sólo habrá una forma de comprobarlo, y puedes hacerlo ahora, en Movistar+.
A la mitad del metraje de Cadena perpetua, la cámara salía por fin de la prisión de Shawshank. Lo que venía a continuación podía entenderse casi como un cortometraje independiente de la trama, a través del cual el compungido espectador descubría qué ocurría con Brooks (James Whitmore) una vez este era puesto en libertad y podía reintegrarse en la sociedad. No le iba muy bien.
Tras toda una vida encerrado entre cuatro paredes, el antiguo bibliotecario de Shawshank era incapaz de rehacerla, de encontrarle un sentido fuera de los barrotes. La experiencia tan dura vivida en prisión lo había dejado marcado e incapaz de avanzar, y no podía dejar de pensar en sus compañeros. Los que se habían quedado atrás. Los que se habían convertido en su familia.