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'The Missing: Baptiste': los secretos de Ámsterdam

Uno de los modelos de personaje más reconocibles y queridos por el público que suele habitar el thriller es el del investigador cansado. Ese tipo que lleva décadas viendo morir a sus compañeros, lidiando con superiores despóticos y comprometiéndose con los casos más difíciles, y que en el crepúsculo de su vida empieza a plantearse (en la mayoría de ocasiones, contra su voluntad) la jubilación. Acabar con todo para, por una vez, limitarse a descansar.

La llamada de la acción, sin embargo, es tan poderosa que ni el hecho de que te queden un par de meses para entregar la placa logra por sí mismo dejarte con los brazos cruzados, desatenderla y pensar que ya habrá alguien, más joven y hábil, que pueda sucederte. Y el investigador cansado vuelve a las calles, porque es lo único que sabe hacer.

A esta filosofía siempre se ha plegado militantemente The Missing pero su nueva entrega, Baptiste, hace de ella su razón de ser. El título designa al detective protagonista, interpretado por Tchéky Karyo, y con él ya consigue anunciar su intención de punto y aparte: una puerta a una nueva etapa de The Missing donde los casos no son tan importantes como el modo en que influyen en la vida de ese hombre hastiado y empujado por un kamikaze sentido del deber.

Julien Baptiste se ha mudado a Ámsterdam con su familia, asegurando que su vinculación con el crimen es historia y que tiene intención de pasar los años que le quedan en su compañía. La capital holandesa, con sus rincones bellos y enigmáticos, se ofrece como un escenario perfecto para cumplir la promesa de Baptiste, pero también como un entorno susceptible de causar en él en una recaída.

Como acaba ocurriendo. Un encuentro casual con Martha Horchner (Barbara Sarafian), jefa de policía de la ciudad con quien tuvo una relación hace años, le llevará a involucrarse en un nuevo caso, y uno que, al tratarse de una desaparición, guarda inquietantes reminiscencias con su pasado. Una prostituta del Barrio Rojo, por nombre Natalie Rose, se ha evaporado de la noche a la mañana.

Hay muy pocas pistas que puedan guiar a este detective de origen francés en la búsqueda de su paradero. Las primeras sospechas apuntan a una peligrosa red de tráfico de personas que opera en Ámsterdam, pero nada será tan decisivo como la irrupción en escena de Edward Stratton (Tom Hollander). El tío de Natalie.

Este ciudadano británico instalado en Amberes se ha desplazado rápidamente a la capital holandesa desesperado por encontrar a su sobrina, que resulta ser la única familia que le queda con vida. Y, por supuesto, supondrá una figura clave en la investigación, pero también una fuente extra de conflictos para el atribulado Baptiste.

El protagonista de The Missing: Baptiste prometió a su mujer Celia (Anastasia Hile) que ya no tendría que preocuparse jamás por el día en que no regresara a casa, y este cambio de planes ocasionará problemas en su matrimonio que afectarán a la investigación. Por no hablar, claro, del hecho de que Baptiste ya no es lo que era.

Solo un caso más

Al protagonista no le faltan motivos para afrontar este caso con total entusiasmo —al fin y al cabo, siempre mostró un compromiso con el trabajo que lindaba lo enfermizo—, pero tampoco para mostrarse más vulnerable a las complicaciones que nunca. Su avanzada edad, sumada a las heridas de un pasado que nunca deja de estar presente, derivan en que en ocasiones el mayor obstáculo para encontrar a Natalie Rose sea él mismo.

El público conoció a Jean Baptiste hace cinco años, dentro de la investigación sobre el hijo de los Hughes en torno al cual orbitaba la primera temporada de The Missing. Este niño de cinco años había desaparecido durante unas vacaciones en Francia sin dejar rastro, y la angustia de sus padres animaba al personaje interpretado por Tchéky Karyo a abandonar temporalmente su retiro. Una vez de tantas.

Ya entonces las andanzas de Baptiste estaban escritas por los hermanos Harry y Jack Williams —encargados de los guiones de esta nueva temporada—, y The Missing podía presentar las cartas necesarias para erigirse como uno de los thrillers más adictivos de los últimos años. Tanto es así, que a lo largo de su primera temporada se convirtió en la serie más vista en Gran Bretaña.

Éxito que luego vino respaldado por la atención de los premios, siendo nominada a los Emmy, los Globos de Oro y los BAFTA, mientras las dos primeras entregas iban desarrollando la historia de este veterano detective a lo largo de 16 episodios y confluían en un clímax memorable del que ahora The Missing: Baptiste se ofrece como sorprendente continuación.

Las dos investigaciones que anteriormente llevó a cabo el protagonista han dejado en él una serie de traumas que por sí solos bastarían para mantenerlo apartado del oficio detectivesco hasta el fin de sus días, pero Jean Baptiste no funciona así. De hecho, todos estos recuerdos acaban suponiendo un estímulo, una determinación por volver a hacer lo correcto y salvar la vida de un inocente.

Todo, además, enmarcado por la confusión de las calles de Ámsterdam. Oscuras, inhóspitas, llenas de secretos. Así como en el trabajo de Baptiste nada suele ser lo que parece, en un entorno como la capital holandesa aún menos, y el espectador disfrutará de lo lindo viendo cómo el protagonista se desenvuelve en un lugar así. Sea este caso el último de su carrera, o no. Probablemente no.

Uno de los modelos de personaje más reconocibles y queridos por el público que suele habitar el thriller es el del investigador cansado. Ese tipo que lleva décadas viendo morir a sus compañeros, lidiando con superiores despóticos y comprometiéndose con los casos más difíciles, y que en el crepúsculo de su vida empieza a plantearse (en la mayoría de ocasiones, contra su voluntad) la jubilación. Acabar con todo para, por una vez, limitarse a descansar.

La llamada de la acción, sin embargo, es tan poderosa que ni el hecho de que te queden un par de meses para entregar la placa logra por sí mismo dejarte con los brazos cruzados, desatenderla y pensar que ya habrá alguien, más joven y hábil, que pueda sucederte. Y el investigador cansado vuelve a las calles, porque es lo único que sabe hacer.