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Swing criollo, un baile popular costarricense que surgió de la clandestinidad

Un hombre espera clientes en una discoteca el pasado 5 de octubre, en San José (Costa Rica).

EFE

San José —

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El arte del swing criollo, un baile popular que surgió de la clandestinidad y que hoy con sus brinquitos, giros y movimientos, es parte de la identidad y del patrimonio inmaterial de Costa Rica.

Nació en las zonas más humildes de Costa Rica en los años 50, en las bananeras, en salones de baile de la capital, entonces marginados socialmente.

Durante muchos años fue catalogado como vulgar, y su práctica se realizaba de manera secreta para evitar el escrutinio público.

“El swing criollo no es un baile vulgar, fue catalogado como tal por el estrato social que lo bailaba: traileros, taxistas, obreros de fábricas, empleadas domésticas y prostitutas, era el baile de la 'canalla' de Costa Rica”, explicó a EFE la promotora del swing criollo, Ligia Torijano.

Este movimiento dancístico, patrimonio cultural inmaterial de Costa Rica, es una tergiversación del swing estadounidense de las grandes bandas como la de Glenn Miller y Benny Goodman, que los mismos trabajadores adaptaron e improvisaron con pasos la música de moda en ese momento.

Sin embargo, en los años 60 el baile maduró y los costarricenses se apropiaron de la cumbia, pero con una forma diferente de bailarla, no como lo hacen en Colombia, México, Argentina o Perú.

La característica principal del Swing Criollo es su brinquito, el rebote, los giros y la improvisación, este último el que le da más sabor al baile. Se baila a seis tiempos, a pesar de que la música cumbia esta hecha en cuatro tiempos.

Tras años de resurgir y sacudirse la historia con la cual nació, el swing criollo ahora reina como uno de los bailes favoritos en los salones de baile y discotecas, donde se ve reflejado el espíritu “Pura vida” que caracteriza a los costarricenses.

“Aunque se gestaba subterráneamente nuestro pueblo ya estaba haciendo arte sin darse cuenta, el hecho de que algunos salones de baile y gente 'estirada', por decirlo de alguna forma, no lo aceptaba, no quería decir que pudiera ser erradicado, al contrario creció con fuerza como todo lo prohibido”, afirmó Torijano, quien dirige el grupo La Cuna del Swing para promover este baile.

“El quehacer cotidiano de los bailarines dentro de los salones de baile logra que se convierta en algo nuestro”, apuntó.

A diferencia del folclore típico o el calipso -un ritmo musical del Caribe-, el swing criollo se baila todos los días de la semana. Mientras que desde la entrada del siglo XXI se dio una aceptación de este baile como parte de la cultura popular o del folclore urbano.

El 3 de mayo del 2012 la Presidencia de Costa Rica y el Ministerio de Cultura y Juventud decretaron de forma oficial el swing criollo como una de las expresiones patrimonio cultural inmaterial.

Esta expresión “se desarrolló y adaptó al gusto general, hasta establecerse en casi todos los estratos de la sociedad costarricense, incluyendo tanto a las pasadas como a las nuevas generaciones de aficionados a este baile”, indica el decreto.

Este baile ahora es impartido en academias costarricense para ser transmitida de generación en generación.

Quienes lo bailan aseguran que el swing criollo es más que un baile y “pegar brinquitos”, porque es algo que esta inmerso en la identidad del costarricense.

La bailarina Marisol Alfaro Hernández, quien trabaja en contabilidad, aseguró a EFE que el baile y el swing fueron su “rescate” y hoy son su segundo hogar. “Bailar es un don que Dios le da a uno, para alegrar a la gente”.

“Me llamó la atención ver cómo se bailaban diferentes ritmos y como llegan diferentes personalidades y eso me encantó. Es un vicio esta música, he intentado ir al gimnasio, a correr, hacer natación, pero es un amor por la música y el baile, no sé si lo traigo de otras generaciones pero es mi identidad”, dijo Alfaro.

Y aunque según Alfaro existen muchos otros vicios dentro de los salones de baile, como el licor, los hombres y los cigarros, de lo que se trata es de “escoger entre el bien y el mal” y disfrutar las cosas buenas que da el baile y el swing criollo.

Parte de los retos del swing criollo para mantenerse vivo y continuar con el rescate de este baile, se encuentra el recibir más apoyo para que sea no solamente un producto de interés cultural, sino también de interés turístico.

Esto permitiría una entrada económica para los bailarines y maestros, quienes actualmente tienen otras profesiones y entrenan por las noches después de su jornada laboral.

“Muchos no se dan cuenta que el swing criollo es tico, es nuestro y ahí es donde viene la importancia porque cuando se habla del tango uno piensa en Argentina, y eso nos gustaría con Costa Rica”, dijo el coreógrafo y bailarín, Luis Fernando García.

María José Brenes

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