Para los artistas flamencos, Japón es algo más que una nación insular donde lo exótico se cruza con la tecnología. Para ellos, Japón es esa tierra del Oriente mítico donde a los artistas flamencos se les venera como auténticos dioses.
Antonio Gades, Cristina Hoyos, Paco de Lucía o el mismísimo Camarón forman parte del panteón Shinto junto a los demás kami. Son espíritus sagrados, deidades celebradas y respetadas por su origen divino. Bien mirado, el flamenco es un impulso sacro convertido en expresión artística; una facultad ancestral que muy pocas personas poseen. En Japón lo saben, de ahí su devoción. Lo que resulta curioso, por no poner vergonzoso, es que nuestro arte más original sea más estimado allá que acá. Pero así es.
Podemos conjeturar que el desprecio que sufre el arte flamenco en nuestro país es asunto de la instrumentalización política que padeció durante el franquismo. Pero tal vez no sea así, y se deba a la pereza institucional de nuestra clase política o a la falta de raíz cultural, culpa de una educación racista. Quién sabe.
Lo cierto es que el flamenco es una de nuestras asignaturas pendientes, y que el trato que los artistas flamencos no reciben en nuestro país lo encuentran en Japón. Para acercarnos a la historia de los flamencos en el país del sol naciente acaba de salir un libro con el sugerente título de 'Un tablao en otro mundo' (Alianza). Lo firma David López Canales y en él nos cuenta las peripecias de una serie de artistas flamencos que descubrieron en Japón una tierra hospitalaria; un lugar acogedor donde encontraron una dignidad traducida en jurdós, o lo que es lo mismo, dinero del que cuenta y suena. Yenes que daban para comprar una casa a tocateja; una vivienda pagada al contado como la que se pilló el guitarrista Pepe Habichuela y su mujer, la bailaora Amparo de Bengala.
En este libro se recoge su aventura de meses en la otra cara del mundo junto a las peripecias de primeras figuras como Ramón el Portugués o como Tomás de Madrid, bailaor que pisó Japón por primera vez en el año 1971, descubriendo no sólo el sitio de acogida a su arte, sino el lugar donde iba a desarrollar su actividad como creador de espectáculos que en España hubiesen sido difíciles, por no poner imposibles, de llevar a cabo.
Pero Japón también tiene sus cositas. Así lo van contando los numerosos artistas que salen en este libro. Porque estar lejos de casa trae fatigas, sobre todo a la hora de la comida, ya que hay que saber pedir lo que te llevas a la boca. Por ello, Pepe Habichuela y Amparo marcharon a Japón con sobrepeso de equipaje. Las maletas iban cargadas con todo lo que iban a necesitar para su aventura, desde aceite de oliva a legumbres, sin olvidar las cacerolas para hacer puchero gitano. Luego está lo de moverse por el singular territorio. Había quien se echaba a llorar en el metro por haberse perdido.
Era urgente que, de una vez por todas, se escribiera un libro acerca de lo que ha significado –y significa– Japón para los flamencos. Por tal asunto, este trabajo de David López Canales es pionero en un tema del que poco o nada se sabe. No sólo recoge las experiencias de todos aquellos que un buen día decidieron dejar sus casas para encontrar el dinero, la fama y el respeto que no encontraron en nuestro grosero país, sino que también nos habla de los japoneses y japonesas que dejaron Japón para venirse a España con la intención de aprender un arte ancestral que es patrimonio de la humanidad. Por todo lo dicho, 'Un tablao en otro mundo' es una lectura entretenida y muy recomendable.