El Teatro de la Zarzuela apuesta por el dominio público como ahorro de costes

Elena Cabrera

14 de julio de 2021 22:48 h

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El mundo de la musicología y más específicamente quienes se dedican a la comedia musical española del siglo XIX, es decir, la zarzuela, vive estos días un debate en torno a la propiedad intelectual y a las interpretaciones de las obras en dominio público, que son aquellas sobre las que sus autores ya no pueden reclamar la explotación de sus derechos: aquellas por las que ya no cobra nadie. Nadie, a no ser que se haya hecho una edición crítica que reactive la maquinaria de los derechos de autor para una persona viva que no es el autor original.

Es una puerta de atrás de la legítima protección de los derechos de las adaptaciones o las obras derivadas que, mal utilizada, da lugar a casos como la rueda de la SGAE, en la que algunos autores utilizaban música clásica a la que le incorporaban un par de arreglos, los registraban y luego pasaban por caja cuando esta música sonaba, por ejemplo, de fondo en las teletiendas u otros formatos televisivos de la franja nocturna. Este ánimo moralmente reprobable es al que se refería el maestro Enrique García Asensio cuando, en la presentación de una nueva edición crítica de la opera Don Gil de Alcalá, realizada por Antonio Moya, aquel dijo que le parecía “triste” que “a veces en la SGAE y en otros sitios se han hecho nuevas adaptaciones de las zarzuelas por las que ya ha pasado un tiempo y que le ponen algún cambio o le quitan algún calderón, para que alguien pueda seguir cobrando”.

Don Gil de Alcalá es una obra de Manuel Penella que entró en dominio público en 2019 y que consta de dos ediciones críticas: una de Miguel Roa publicada en EMEC, que es la que se ha venido representando desde 1994 hasta hoy, y la nueva de Moya. La de Roa ha sido criticada por sus licencias respecto al original incluso por la propia familia del autor, las actrices Elisa Montés y Emma Ozores, nieta y bisnieta del compositor. “No le debería gustar nada tener su trabajo de cara al público de una manera diferente a como él lo tenía”, dijo Emma Ozores en la presentación de la edición crítica; “se ha hecho justicia”, añadió.

El Teatro de la Zarzuela llevará a sus tablas en mayo de 2022 Don Gil de Alcalá. En lugar de utilizar la de Roa o la de Moya, ha decidido que “resultaría más rentable para el teatro encargar una copia, no una versión crítica, del manuscrito conservado en el Archivo de la SGAE”, indican fuentes del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM). La edición de Roa estaba por encima de los precios de mercado, mientras que la de Moya era competitiva, pero encargar una copia del manuscrito, realizada por Juan de Udaeta, supone “una inversión” gracias a la cual “el teatro contaría con materiales propios de la obra para futuras reposiciones, hecho que conlleva un importante ahorro futuro”, añaden las mismas fuentes.

Un 'deber patrimonial'

Pero Antonio Moya, que ha dedicado un tiempo extenso y ha realizado un trabajo que está siendo elogiado dentro de la profesión, quería que fuera su edición la que se representara, por su fidelidad al original. “Habiendo una edición crítica con una calidad como la de mi trabajo, no se entiende la opción del Teatro de la Zarzuela”, dice Moya. “He hecho una oferta de interés público”, añade, proponiendo la cesión durante 20 años por un precio simbólico y sin exclusividad al Teatro de la Zarzuela. El teatro ha contestado a elDiario.es que “esta propuesta, en caso de ser incluida en un contrato, podría llegar a considerarse abusiva [contra Moya] al proponer un precio fuera de mercado”.

El Teatro “reconoce el trabajo del señor Moya, cuya versión está documentada” pero ha preferido “aplicar su criterio y elegir libremente y, sin condicionamientos, elaborar los materiales propios, a partir del manuscrito del propio autor”.

Daniel Bianco, el director del Teatro de la Zarzuela, considera que es “un deber patrimonial” hacer una copia del manuscrito, que “está perfecto”. Para Moya, conocedor del manuscrito, pese al “gran puntillismo” de Penella en su escritura, el manuscrito original tiene “obvias erratas, olvidos, omisiones e incoherencias”, según cita en su edición crítica, para la que ha cotejado nueve fuentes musicales, 10 para el librero y 68 fuentes secundarias.

“La edición crítica es un trabajo muy válido pero, en este caso que la obra está legible, no me parece correcto que un teatro público tenga que pagar derechos por una obra en dominio público”, explica. “Ahora es propiedad del teatro para siempre”, añade.

Bianco explica que la edición de Juan de Udaeta, a diferencia de las ediciones críticas que se usan habitualmente, es solo una copia, “no genera una nueva edición” y no habrá que pagar ni el 5 ni el 10% de derechos de autor a Udaeta. Este musicólogo tiene editadas seis zarzuelas en el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), con escaso aparato crítico (entre siete la que menos y 134 la que más). Fuentes del INAEM valoran que su “dilatada experiencia en ediciones críticas y copia de manuscritos” ofrece “total garantía”, así como su trayectoria como director de orquesta, lo que le permite conocer las necesidades de los músicos que tocarán la obra. No es la primera vez que De Udaeta realiza este trabajo para el Teatro de la Zarzuela, ya lo hizo para María del Pilar de Gerónimo Giménez, Las Calatravas de Pablo Luna y en septiembre de este año Circe de Ruperto Chapí.

El musicólogo Antonio Gallego, exdirector de los Servicios Culturales de la Fundación Juan March, valora que la edición de Don Gil de Alcalá de Antonio Moya “es muy buena y original, pero eso es una excepción a lo que se hace normalmente”. El aparato crítico de la obra de Moya, comparado con la obras editadas por el ICCMU (usando la misma unidad de referencia), consta de 3.500 líneas. Gallego ha lamentado que “para una vez que se hace una edición como Dios manda, este es el pago que recibe el musicólogo”.

Un teatro no es una universidad

Daniel Bianco llegó a la dirección de la Zarzuela en 2015 mediante concurso, con un proyecto para que “el Teatro de la Zarzuela se corresponda con un lugar público, accesible y asequible, abierto a todos”. Ha bajado la media de edad de los asistentes, desde los 65 a los 55 años, y ha acercado a los jóvenes con proyectos específicos, para que conozcan la zarzuela, que él prefiere denominar “teatro de comedia musical español”. Además programa conciertos, flamenco y ballets. Profesores de musicología como Víctor Sánchez Sánchez, de la Universidad Complutense de Madrid e investigador del ICCMU, critica que el proyecto de Bianco se aleja de la línea que había anteriormente y que ha “desatendido mucho la musicología”.

Bianco le enmienda, argumentando que programa conferencias y coloquios con la presencia de musicólogos que aportan claves con respecto a las obras que se programan pero que “esto es un teatro, no una universidad”. “Yo respeto a la musicología pero un teatro es un espacio donde lo más importante es la unión del público con quien está en el escenario, lo importante es lo que pasa en él”, añade.