“Empiezas a tirar de la manta y ves que la gentrificación y los desahucios están ligados y que tiene que ver con una distribución desequilibrada de los recursos”
Una ciudad. Una calle. Un edificio. Una casa. Un balcón. Una pareja en el balcón. Si te acercas lo suficiente verás más que un barrio de moda abarrotado de turistas que deambulan por tiendas cool. disPLACE es una ópera de cámara que pone la lupa sobre el fenómeno de la gentrificación para mostrar que no solo cambia las ciudades, sino también a los que viven en ellas.
Tras su paso por Viena y Barcelona, lugar en el que se ambienta, la ópera llega a Madrid para hablarnos de ciudades mutantes, desahucios y sentimientos.
El montaje, que se mostrará en tres funciones los días 17, 18 y 19 de febrero en los Teatros del Canal de Madrid, cuenta dos historias que ocurren en momentos diferentes en la misma casa: la de una pareja acomodada que ha salido ganando con la especulación, pero que atraviesa una profunda crisis emocional, y el drama de dos enamorados que ocuparon antes ese lugar en los momentos previos a su desahucio.
Helena Tornero, autora del libreto, cuenta a eldiario.es que la máxima dificultad que se encontró en el proyecto no fue el hecho de que una ópera de cámara abordara una temática tan actual, sino cómo “trasladar algo que es abstracto”, como la gentrificación, “a una historia humana”.
El encargo de los Musiktheatertage Wien fue escribir dos partes conectadas sobre la transformación de las ciudades. A cada una de ellas le pondría música un compositor diferente. “Empecé a pensar cómo podía ligar las dos y lo hice a través del espacio”, explica Tornero. “Una es la historia de los que viven en ese lugar ahora y otra la de la gente que vivió en ese lugar antes, y el objetivo es transmitir que el efecto de la gentrificación es desplazar a las personas de un lugar para ser sustituidas por otras”.
A lo que ocurre en ese piso en el barrio del Raval en Barcelona le ponen música dos jóvenes compositores: Joan Magrané y Raquel García-Tomás.
Magrané, autor de la primera partitura cantada en inglés, plasma cómo ese problema externo, que es la transformación de la ciudad, influye en las relaciones personales de la pareja que habita esa casa ahora reformada. Él es un frío hombre de negocios que vive de la especulación. Ella extraña el barrio de antes –un pequeño café, una librería, la tienda de ultramarinos– y añora también una forma de amor que nunca tuvo. “La música de la viola y el violonchelo es una máscara que esconde que hay cosas que no funcionan, que es la realidad social donde la obra se enmarca”, explica el compositor en la presentación del montaje.
En el flashback que es la segunda parte, interpretada en catalán, Raquel García-Tomás tiende puentes musicales entre las composiciones y añade a las cuerdas electrónica y ruidos grabados de las calles de Barcelona. Hay coches, motos y un perro que ladra, que se mezclan con el drama que vive esa pareja que está a punto de ser desahuciada ante la mirada impasible del ejecutador del lanzamiento.
“Utilizo sonidos que grabé en mi casa para generar sensación de vida, de recuerdos, para dejar huella en el subconsciente y crear sentimientos”, cuenta García-Tomás.
El máximo símbolo de la conexión entre las dos piezas es que ambas están representadas por los mismos intérpretes. La soprano Elena Copons y el barítono Sébastien Soules se desdoblan para hacer de ella y él en esas dos vidas.
Peter Pawlik, director de escena de disPLACE, juega con tan solo unos pocos símbolos como elementos diferenciadores, un marco de luz que simula un balcón y unas cajas de cartón sirven para encerrar en el escenario toda una vida, por lo que la interpretación de las diferentes músicas cobra especial relevancia.
“Bastaba con poner unos atributos de éxito a los ganadores que luego se quitan para los perdedores”, explica Pawlik, que opta por una puesta en escena minimalista pero alejada de la abstracción.
“Los clásicos, antes de ser clásicos, fueron actuales”
Para aquellos que no están acostumbrados a oír hablar de óperas sobre el hoy, Helena Tornero recuerda que los clásicos, antes de ser clásicos, trataban temas actuales. “Las bodas de Fígaro hablan de algo que está pasando en ese momento, de la caída del Antiguo Régimen. Entonces era muy actual y por eso mismo la censuraron”, recuerda la dramaturga.
Pawlik también reivindica la importancia de que el género trate temas “que importen”, ya sean clásicos o creaciones contemporáneas que aborden “lo que está pasando en nuestras vidas”.
Lo que pasa en ese piso de Barcelona es extrapolable a lo que está ocurriendo en miles de ciudades de todo el mundo, una modernización impulsada por un turismo poco sostenible que esconde el drama de los colonizados que ya no se pueden permitir pertenecer a esas calles.
Tornero lamenta que se esté perdiendo la personalidad de las ciudades, pero sobre todo denuncia que la gentrificación no solo tiene consecuencias estéticas o superficiales, “como es la pérdida de autenticidad de un barrio”, sino que “provoca un efecto más dramático” en la gente, “en muchos casos personas mayores, que tienen que irse de su lugar y empezar de cero”.
Aunque Magrané, compositor de la primera parte, afirma que la ópera no pretende ser un “manifiesto político” contra nada, sino una obra de “sentimientos” y “situaciones humanas”, el montaje refleja con un fondo combativo la cara más dura de los desahucios: la de las personas que tras perderlo todo también perdieron su vida.
Tornero denuncia que la información en torno a los suicidios que se producen ligados a las ejecuciones hipotecarias es “muy opaca”. “A veces hay que morir para seguir existiendo”, canta la protagonista de disPLACE cuando toma la decisión de que su historia no puede ser invisible.
“Empiezas a tirar de la manta y ves que la gentrificación y los desahucios están ligados y que tiene que ver con una distribución desequilibrada de los recursos”, denuncia en referencia a su proceso de documentación, añadiendo que “en ese sentido se podría responsabilizar claramente a banqueros, a empresarios y a políticos que en su momento no supieron cómo proteger a los ciudadanos de esto”.
La ópera es un grito lírico y sobrecogedor para que estos dramas dejen de ser invisibles, un brindis por la dignidad, una invitación a cambiar el 'yo' por el 'nosotros', una denuncia para transformar la letra y la música de lo que está pasando en los barrios y con las personas que hasta ahora vivían en ellos.