En escena se escuchan las palabras de Elon Musk en su conocido discurso en el Congreso Internacional de Astronáutica de 2016 frente a cientos de ingenieros y científicos. Dice Musk: “La historia se va a bifurcar en dos direcciones: un camino es que nos quedemos en la Tierra, para siempre. El otro es convertirnos en una civilización espacial. Y este es, para mí, el camino correcto. Y realmente, solo nos queda una opción. Y esa opción es Marte”, estas palabras forman parte de la obra Canto mineral que esta semana se ha estrenado en el Teatre Lliure de Barcelona. Lo dice Txalo Toloza-Fernández. Utiliza la técnica del verbatim, propia del teatro documental, en la que el actor escucha por un audífono y reproduce el tono y el espíritu de quien habla lo más fielmente que puede.
“El problema que tenemos, hoy en día, es que un coste optimista de un viaje a Marte sería de unos 10.000 millones de dólares por persona. Y no se puede crear una civilización de un millón de personas, que es el umbral para una ciudad totalmente autosuficiente en Marte, si el precio es este. Pero, si conseguimos que el coste sea de unos 200.000 dólares, el precio medio de una vivienda en Estados Unidos, la probabilidad de establecer una civilización en Marte es muy alta. Y para eso necesitaremos entre 40 y 100 años, 1.000 naves interestelares y 10.000 viajes de 80 días cada uno. Una duración bastante manejable teniendo en cuenta que, en los viejos tiempos, los viajes a través del océano duraban seis meses o más. ¡Un viaje que, además, será muy divertido y excitante! ¡Te lo prometo, te lo vas a pasar muy bien! (..) Las primeras naves ya están casi listas y pueden albergar a 100 personas o más, con su equipaje y lo necesario para construir en Marte todo lo que podamos imaginar, desde fundiciones de hierro, hasta pizzerías”. El futuro ya está aquí, que decía Radio Futura.
La compañía AzkonaToloza ha abierto nuevo camino. Si antes fue la Trilogía Pacífico, un periplo teatral de seis años a través del teatro documental sobre los pueblos originarios de la región del Amazonas y su lucha ante el colonialismo antes y el neocolonialismo hoy, ahora han despegado con la energía de un Mayor Tom a lo Bowie hacia territorios ignotos. “Canto mineral es una mezcla de investigación documental, realidad especulativa y ciencia ficción de serie B. La obra aborda las colonias futuras. Queremos abrir una trilogía sobre los siguientes territorios a colonizar, que básicamente son dos: el espacio y el fondo del mar. Se buscan minerales no renovables en sitios sin explotar con las mismas ideas coloniales de hace quinientos años”, explica Txalo Toloza, chileno afincado en Barcelona desde hace tiempo y que, después de una carrera teatral como artista visual con creadores tan conocidos como Sonia Gómez o Roger Bernat, decidió hace diez años fundar la compañía junto con Laida Azkona, navarra proveniente de la danza.
La obra comienza con un sueño que recuerda a la última imagen de El club de la lucha, la película de David Fincher en la que, con música de los Pixies, se ve el skyline de una ciudad sucumbir a base de bombas. Aquí no hay música, simplemente palabra, no estamos en los Estados Unidos, sino en Santiago de Chile. No hay terrorismo, simplemente el nacimiento de un volcán imaginario en el anillo de fuego del Pacífico. En la ventana no está Edward Norton, sino Txalo Toloza, confinado en su antiguo piso de estudiante al que ha vuelto después de años, imaginando que el skyline santiagueño, ese que ahora ya no le deja ver la Cordillera de los Andes, sucumbe.
“La trilogía acababa con una frase: 'Ahora toca frenar y escuchar'. Teníamos que hacer nueva obra, nuevo proyecto. Partíamos con todo el bagaje de la trilogía donde aprendimos a escuchar a pueblos originarios. Y decidimos escuchar aquello que no escuchamos, a lo inerte, a la tierra, a la piedra. La pieza plantea, sin voluntad animista, otra relación del hombre con lo mineral. Una relación que también hemos aprendido de los pueblos originarios, que escuchan y agradecen a la tierra, que no quieren controlarla y someterla”, explica Laida Azkona sobre esta nueva obra que han creado como artistas residentes en el Teatre Lliure.
Teatro documental futurista
La pieza se apoya en tres patas. Por un lado, un texto futurista, de ciencia ficción con bastante burla que comienza diciendo: “Hace 60 años, en la primavera del primer año de la invasión terrícola de Marte, una pareja de investigadores y su pequeña hija emprendieron uno de los primeros viajes interestelares, desde la plataforma de lanzamientos de Montjuic, en la ciudad de Barcelona”. Así asistiremos a lo largo de la obra a un diario de viaje a Marte de cerca de novecientos días, irónico a la par que triste, que acabará con este trio familiar recorriendo perdidos los interiores del Monte Olimpo de Marte, una gigantesca montaña y un recorrido asfixiante que recuerda la angustiosa novela de Cormac McCarthy La carretera. La segunda pata es un espacio teatral que se habita, marca de la casa, de una manera antidramática. Un espacio que primero parece una colección de minerales de gran escala y se va convirtiendo en territorio arqueológico para acabar siendo una imagen de una montaña vectorial y soñada. Un espacio que no dejará de ser nunca sonoro en las manos de Rodrigo Rammsy, músico en escena que elabora durante toda la pieza un concierto con el sonido extraído de piedras y minerales.
Y la tercera pata son cinco montañas, “el volcán de San José en los Andes, las montañas de Belagua en el Pirineo navarro, un nuevo volcán sin nombre todavía que es el de La Palma, el volcán de Paricutín en México, las montañas artificiales creadas por el hombre como las montañas de basura en Medellín, las de ropa usada en Atacama o la de Jingshan formada con la tierra removida para hacer la ciudad prohibida de Bejiing; y la montaña futura en Marte, el monte Olimpo”, resume Azkona. A través de este viaje el espectador se adentra en otras maneras de pensar como las de los montañeros navarros, donde se aprecian otros modos de pensar la tierra que hincan sus raíces en la mitología vasca.
También hay un acercamiento a la figura del Dr. Atl, genio y figura de las artes en el comienzo del siglo XX que vio nacer un volcán en frente de su casa, el Paricutín: “Así fue como descubrimos al Dr. Atl, sus pinturas, sus volcanes y su paleta de fuego. Y su idea de que a los volcanes no había que pintarlos desde abajo y a lo lejos, como se había hecho siempre sino que, por el contrario, se tenía que hacer desde arriba y muy cerca. Y no solo para cambiar de perspectiva, sino para que el artista, también, fuera parte del paisaje”, dicen sobre este excelente pintor muralista, político, intelectual, químico, revolucionario, que acabó siendo antisemita y hitleriano y escribiendo cartas al presidente Kennedy para instarle a la conquista espacial, pero a través de la mente y no de esos juguetes llamados naves espaciales. Un anti Elon Musk en toda regla. Y así, vamos asistiendo a una dramaturgia densa, llena de información y con un vuelo poético y juguetón en el que, por ejemplo, se ve a esa familia del futuro escuchar un tema de los Ursula K, grupo inventado que canta poemas de la escritora Ursula K. Le Guin. El tema lo interpreta en escena João Lima, cuarto integrante de la compañía, actor brasileño afincando en Barcelona más conocido como bailarín pero que en esta obra muestra una profunda formación como actor.
En definitiva, así es como el teatro documental, antropológico y de denuncia política que ha llevado a esta compañía a recorrer el mundo y a ser aclamado en grandes teatros de Europa, gira. Y gira, agarrado a sus convicciones y su lenguaje, hacia un lugar más poético, más frágil, menos asentado en la documentación exhaustiva, y que recuerda a la primera obra de su anterior trilogía, la hermosa Extraños mares arden. “Estamos comenzando el teatro que queremos hacer en los siguientes cinco o seis años. Todavía no hay un inmenso estudio documental como en las piezas anteriores, no hay una investigación tan enorme. En esta ocasión está todo mucho más frágil, hay una aproximación mucho más personal, una apertura a lo poético”, reconoce Laida.
La obra, aun así, sigue manteniendo una profunda visión crítica por el porvenir, y ya en esta primera parte plantea un choque “entre el capitalismo más furibundo y el movimiento telúrico” sobre el que el mundo se asienta, explica Toloza. “Se expone lo pequeño que es ese capitalismo frente a un volcán. Esas dos fuerzas son las que están en escena. Hemos comenzado a investigar mucho sobre minería submarina y ultraterrestre. Y sobre esto trabajaremos en las siguientes piezas” añade,. “Nunca ha habido una apropiación del territorio no explotado como en los últimos años. En un momento de la parte de ciencia ficción de la pieza hay una cita apócrifa que se atribuye al asesor del Ministerio de Asuntos Aeroespaciales de España en el año 2036. Dice: 'Atraídos por el tesoro de los metales raros, hemos llevado a cabo la más vasta empresa de apropiación de territorios en la historia. A los que se lamentan por la pérdida del antiguo imperio colonial, cabría decirles que nuestro país jamás ha sido tan grande como ahora'. Realmente es de un asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia hablando sobre la minería submarina. Cada vez que Francia se adueña de una isla también lo hace de las 200 millas submarinas que la rodean y todo ese territorio pasa a ser francés. En los años 70, aproximadamente el 70% del mar no era de nadie, ahora está por debajo del 30%. Ese es el tema”, explica Toloza.
“Queremos hablar sobre el supuesto giro tecnológico que dicen es más ecológico y que se está desmaterializando pero en realidad se necesitan innumerables recursos minerales para llevarlo a cabo, más del que nunca ha habido. Aunque la pieza pueda parecer poco optimista, ya está todo el dinero puesto y el engaño en marcha, hay cierta esperanza en poder repensar esto de otro modo. De aquí a 2050 se va a mover más tierra de la que se ha movido en toda la historia de la humanidad, algo habrá que pensar y decir sobre esto”, afirma Azkona. “El concepto de terraformación de Elon Musk con Marte, por ejemplo, es aterrador. Se quiere habitar Marte para hacer lo mismo que hemos hecho con la Tierra. No hay un planteamiento de llegar y pensar qué podemos hacer, sino que vamos a hacer lo mismo, vamos a tener las mismas casas, vamos a explotar los recursos igual que aquí que hemos destrozado lo que había”, añade Toloza.
La obra, que estará durante buena parte de mayo en escena, es iniciática, con desajustes todavía en densidad y movimientos en escena. Pero es maravilloso poder acceder a ese momento primigenio del proyecto de estos dos buceadores de un teatro con gran capacidad visual y poética al mismo tiempo que carga política y reflexiva. Su teatro documental comenzó antes de que en España se impusiese este género hace poco más de un lustro. No es fortuito el origen latinoamericano de esta compañía y su relación estrecha con colectivos mexicanos como Lagartijas tiradas al sol. El teatro documental en Latinoamérica, desde Vicente Leñero en México hasta Yuyachkani en Perú, tiene profundas raíces. Ahora, ellos lo abandonan, miran al futuro, híbridos, con el sueño de construir: “Cuando realmente todo esto se acabe, la Sagrada Familia será una montaña superbonita, y la torre Agbar otra, y elTeatro Lliure será parte de una montaña. Al final eso es lo que estamos dejando, montañas, nosotros estamos de paso y dejaremos un paisaje”, concluye Toloza.