20 de julio de 2001. El despliegue policial choca con las manifestaciones que protestan en el centro de Génova contra la cumbre del G8. Resultado: un activista italiano, Carlo Giuliani, muere tras ser tiroteado por la policía.
Ragazzo, un monólogo representado de forma impresionante por Oriol Pla en el madrileño Teatro del Barrio y escrito por Lali Álvarez, rememora un tiempo en el que el movimiento antiglobalización asediaba las reuniones de grandes dirigentes mundiales en las que se hace y deshace.
El ragazzo, Carlo Giuliani, era un joven activista antiglobalización, de 23 años, que protestaba contra el cierre policial de su ciudad, que defendía que “otro mundo es posible”, que iba a conciertos, que cantaba el Bella Ciao –canción de los partisanos durante la Segunda Guerra Mundial– en las manifestaciones, que intentaba ligar con otras activistas durante los actos paralelos a las cumbres, y que el último día de su vida prefirió ser testigo de lo que estaba ocurriendo en las calles de la ciudad a quedarse en casa.
Y Ragazzo, la obra, es un canto a la libertad, una denuncia de la impunidad y los abusos del poder, de la violencia indiscriminada ejercida por las fuerzas del Estado, un grito a la democratización de los procesos económicos mundiales, y una forma de visibilizar que hay personas que han perdido su vida por unos ideales. Pero no en una guerra en un lugar lejano, sino a manos de su propia policía y en plena calle mientras ejercía su derecho a la manifestación.
El Estado italiano tampoco ha colaborado en el esclarecimiento de los hechos. En el 2013, la jueza instructora Elena Doloiso firmó el archivo del caso contra Mario Placanica, el carabiniere que disparó a Giulani. Fundamentó el archivo de la causa “en causas que excluyen el castigo del hecho, y el uso legítimo del arma para la propia defensa”.
Así relataba los hechos Pablo Iglesias, a su regreso de Génova en julio de 2001, tal y como pudo verse en el montaje de 'La Tuerka', publicado en enero de 2013, con fragmentos de informativos en los que aparecía el ahora secretario general de Podemos.
Los hechos que sí fueron calificados por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos como de “tortura y violencia policial” fueron los que se produjeron al día siguiente de la muerte de Giuliani.
Arnaldo Cestaro (1939) se encontraba en la noche del 21 de julio de 2001 en el colegio Diaz-Pertini, junto con otros activistas antiglobalización, centro puesto a disposición de las autoridades municipales para ser utilizado como refugio nocturno por los manifestantes. Una unidad de la policía antidisturbios entró en el edificio alrededor de la medianoche y desató la violencia.
Cestaro, entonces de 62 años, se encontraba dentro de la escuela en el momento, señala el tribunal: “Cuando llegó la policía, estaba sentado de espaldas a la pared con los brazos en alto. Y fue golpeado varias veces, causando múltiples fracturas, de cuyas lesiones nunca se ha recuperado totalmente”.