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En 2007, la canadiense Naomi Klein publicó el ensayo La doctrina del shock que en pocos meses se convertiría en un fenómeno. La musa generacional de los movimientos antiglobalización de finales de los noventa, que ya había sacudido a las librerías con No Logo, narraba la relación directa entre los experimentos con electroshock del psiquiatra Ewen Cameron en los años cincuenta y las teorías económicas neoliberales de Milton Friedman y sus correligionarios de la Escuela de Chicago. Los famosos Chicago Boys.
El trazado intelectual del ensayo relataba cómo la CIA y los gobiernos estadounidenses habían probado esta doctrina en el golpe de Estado de Chile –que hizo caer a Salvador Allende en 1973- y en la dictadura de Jorge Videla en Argentina (entre 1976 y 1983), además de en otras zonas del mundo como Indonesia. En 2009, el libro se hizo carne fílmica en el documental homónimo dirigido por Michael Winterbottom con guion de la propia Klein.
Diez años después, las ideas de la canadiense han inspirado el nuevo montaje teatral de Andrés Lima, Shock. El cóndor y el puma, estrenado en el teatro Valle-Inclán (Centro Dramático Nacional) de Madrid y que permanecerá en cartelera hasta el próximo 9 de junio.
Lima parte de textos de Albert Boronat, Juan Cavestany, Juan Mayorga y uno propio para estructurar un puzle que consta de cuatro partes en los que se cuentan las conversaciones entre Cameron y los agentes de la CIA, el bombardeo del Palacio de la Moneda, la operación Cóndor en Argentina y, finalmente, las consecuencias –como dijo Donald Rumsfeld, secretario de Defensa con George Bush hijo- que tienen todavía las teorías de Friedman. Todo a partir de fuentes documentales reales. Documentos desclasificados. Y mucha televisión. Si algo caracteriza a esta doctrina es que fue televisada.
“La crisis económica solo era una parte de la doctrina del shock. La crisis se aprovecha para aplicar la doctrina, pero la próxima crisis será provocada”, comenta Lima a eldiario.es sobre la vigencia de este ensayo una década después –se publicó cuando tuvo lugar el gran crac mundial- y su idea de que llegara a las tablas. “Hace más de 50 años en Brasil la revolución de los generales impuso la dictadura por las armas, pero ahora todo el apoyo se hace por las urnas. Y eso me desespera, me hace pensar que todos somos corresponsables. En sí mismo el gobierno Trump es un shock”, añade el director teatral.
El director pergeñaba esta obra desde hacía años. También había una cuestión personal. Con doce años se compró el disco de Víctor Jara, poco antes del golpe de Estado de Pinochet. Y la figura de Allende siempre estuvo en su mente. “Creo que hay seguirla reivindicando. Es uno de los políticos más importantes del siglo XX y que más puede influir en el futuro”, admite Lima, que recuerda una de sus frases: “Está muy bien que le hombre ponga los pies en la luna, pero estaría muy bien que también los ponga en la tierra para darnos cuenta de lo que nos pasa”.
De hecho, para este director a día de hoy hay pocas semblanzas políticas parecidas al presidente chileno. “Por edad y por sentido Manuela Carmena tiene algo. Los grupos de izquierda como Podemos o Izquierda Unida lo pueden tener. Pero Allende, aparte de ser un socialista humanista cargado de izquierdas, tenía una honestidad brutal para con la gente y lo demostró hasta su muerte. Su carisma no lo tiene mucha gente”, asegura.
Por la obra, protagonizada por los actores Ernesto Alterio, Ramón Barea, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa y Juan Vinuesa, pululan numerosos personajes reales. Desde el propio Allende a Nixon, Margaret Thatcher, Pinochet, Elvis Presley, Henry Kissinger, Mario Kempes, Jorge Videla y, por supuesto, Milton Friedman y Ewen Cameron.
Los textos parten de conversaciones reales. Y aportaciones de personas que vivieron de cerca aquellos acontecimientos –las torturas y desapariciones en Argentina- como el jurista Joan Garcés, quien fuera asesor de Allende. El patio de butacas se convierte, además, en el Estadio Nacional de Chile, escenario de torturas durante el régimen de Pinochet.
Lima quería que el montaje tuviera este sustrato documental por varios motivos. Uno de ellos es que quería ponerse “en el lugar de unos y de otros. Es decir, ellos cuentan lo que hicieron. No es ninguna suposición. No somos conspiranoicos”, insiste.
Por otro lado, todo lo que ocurrió en aquellos años no pasó desapercibido para los medios de masas de la época, como era la televisión. El bombardeo en el Palacio de la Moneda se pudo ver. También el lavado de cara a Videla con el Mundial de 1978 mientras se torturaba a gente en la Escuela de Mecánica de la Armada. Y también se retransmitió la entrevista entre Thatcher y Pinochet en 1999. “Se trataba de hacer un espectáculo sobre la sociedad del espectáculo”, sostiene el director.
Shock. El cóndor y el puma no es el primer montaje de lo que se denomina teatro documental o verbatim, como prefieren los anglosajones, los primeros en poner en marcha este tipo de teatro hace ya algunas décadas. En España se han estrenado obras como Bárcenas, sobre el interrogatorio al que fue sometido el extesorero del Partido Popular, Las guerras correctas, sobre los GAL, o Jauría, que versa sobre el juicio de La Manada, y que hasta no hace muchos días se podía ver en el teatro Pavón de Madrid.
“Creo que hay una curiosidad o hambre por parte del público por saber lo que nos sucede. Desde la Transición teníamos ganas de estar alejados. Al cabo del tiempo las nuevas generaciones quieren saber y veo hambre de que se debatan las cosas”, sostiene Lima para quien el teatro es “una forma interesante de revisar lo que nos pasa desde otro punto de vista no tan mediatizado. Estar dentro del juego teatral hace que eso esté vivo”.
No obstante, el director no excluye a la emoción y por eso el relato también está ficcionalizado, teatralizado. “Lo que intento es que el público no se quede sólo con la información fría, con los datos. Los actos de todos estos personajes han tenido consecuencias en la vida de la gente, no solo en la política y economía del país, sino también en el sufrimiento de muchas personas”, apunta.
Y él las sigue observando. “No es casual que en Brasil que el ministro de finanzas sea un ex Chicago boy. No es extraño que en Vox uno de los portavoces [Iván Espinosa de los Monteros] alabe a la escuela de Chicago. No es casual que Trump apoye las políticas neoliberales y que parte de su gobierno sean milmillonarios”, resume Lima.
Por eso, una de las frases finales de la obra pertenece a Warren Buffett, una de las mayores fortunas del planeta y asesor de Trump: “Durante los últimos veinte años se ha estado librando una guerra y la ha ganado mi clase, la clase adinerada”. “Ante esto hay que estar alerta. Hay mucho más poder en los que somos la clase media y baja para poder reflexionar sobre eso y saber hacia dónde dirigirnos”, zanja el director.
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