Dicen testigos próximos a Salvador Allende que “El chicho” se fue diciendo que “nunca seré expresidente, moriré siendo el presidente constitucional de Chile”. Después murió. Y más tarde se supo, según la autopsia, que el presidente se había suicidado con el fusil AK-47 que Fidel Castro le regaló en 1971. Marcia Tambutti Allende solo era una niña cuando ocurrió todo lo malo. El 11 de septiembre de 1973 su abuelo defendía en La Moneda a todo el pueblo chileno; a los viejos, a los jóvenes, a los mapuches, a los fascistas, a los exiliados e incluso a ella, a su nieta. Ahora estrena un documental basado en la vida, desde el punto de vista familiar, del presidente chileno.
La première de Allende, mi abuelo Allende tuvo lugar este viernes en Chile. Antes, el pasado mayo en Cannes, la cinta ya se llevó el Ojo de Oro al mejor documental del festival. A las salas del país americano llegará el día 3 de septiembre, aunque en España aún tendremos que esperar. Tambutti explicaba que la cinta es “un retrato familiar donde un miembro del grupo, en este caso yo, busca remover la inercia para rescatar la memoria e instalar el diálogo de un periodo que fue doloroso”. La memoria de Tambutti se desbocó 35 años después del golpe de estado, en 2008, y empezó a preparar el documental a su regreso del exilio mexicano por el que transitó.
“Tengo mucho nervios y emociones por el estreno en Chile. Me impresiona pensar que sobre todo aquí hay una comunión muy fuerte con él, en todos los sentidos. Ojalá haya una buena recepción”, dijo la nieta de Salvador Allende durante la presentación. Tan importante es no olvidar como recordar que el presidente creyó en algo que le fue arrebatado. El gobierno de EEUU, la tierra chilena, un buen experimento. Un campo de pruebas del más feroz liberalismo económico, auspiciado por Milton Friedman y que tuvo en Augusto Pinochet su mano ejecutora. Más tarde, esa misma prueba sería llevada a cabo en Argentina y Reino Unido.
“Haremos chillar a la economía chilena”
Pinochet fue la cabeza visible de una dictadura que se adhirió a Chile un 11 de septiembre de 1973 y no se despegó hasta el 11 de marzo de 1990, cuando Patricio Aylwin asumió el cargo de presidente del país. Según los informes de la Comisión Valech, durante los diecisiete años que duró la privación de libertades en el país americano hubo más de 40.000 víctimas entre detenidos, asesinados y torturados.
La historia la escribió EEUU. Mayo del 68 había puesto en el mapa un movimiento (el de los hippies) que, más tarde se convertiría en la chispa que prendería la opinión pública estadounidense. Por primera vez se cuestionó la Guerra de Vietnam. Richard Nixon y Mao Zedong se hicieron una foto para el recuerdo dándose la mano. La Guerra Fría se apaciguó y se firmaron los acuerdos SALT. Sin embargo, para EEUU no había lugar a más gobiernos socialistas en latinoamérica. Dos semanas después de la elección de Allende como presidente (el 4 de septiembre de 1970), Richard Nixon pronunció una frase: “Haremos chillar la economía chilena”. La maquinaria estadounidense arrancó entonces. Muchos estudiantes chilenos fueron becados para estudiar los principios del liberalismo con Friedman, gracias a un acuerdo de la universidad de Chicago con la pontificia de Santiago. Estos chicos serían más tarde conocidos como los 'Chicago Boys' y fueron los que, en gran parte, proporcionarían una línea de gobierno a Pinochet luego del derrocamiento de Allende en 1973. A ese programa lo llamaron El Ladrillo.
Hubo un halo de traición en todo aquello. Chilenos confabulando contra chilenos. Militares al servicio del poder, personas ricas e influyentes de la sociedad encandiladas por los dólares estadounidenses. Al “Chicho” le coartaron el derecho a salvar a su pueblo. Empezó antes de que nacionalizara la mayor empresa de cobre del país (ahora Codelco), en posesión de empresas estadounidenses hasta 1971. Empezó antes de que su gobierno repartiera leche gratis en todas las escuelas. Fue una venganza anticipada a base del afloramiento del estraperlo, del desabasticimiento, del bloqueo económico y las huelgas patronales, amparadas por EEUU.
La Unidad Popular que renace
La Unidad Popular que en 1971 le aupó al gobierno de la nación fue despegada a la fuerza, como de un tirón con olor a pólvora, por unas marionetas militares que encarcelaron a 13.000 opositores al régimen nada más llegar al poder. El Estadio Nacional de Santiago se convirtió en una cárcel improvisada. El documental La Doctrina del Shock aporta más datos de cómo fue este proceso.
La Unidad Popular, que aunaba a un variopinto grupo por el que confluían partidos de izquierda marxista con socialdemócratas, independientes, radicales laicos e incluso cristianos, había sido desgajada. Todo aquello de la nacionalización de los recursos, la autonomía mapuche, el fomento de la educación, la sanidad, la vivienda, la reforma agraria, la no dependencia de los poderes económicos y, en definitiva, el intento de hacer un país más moderno y justo moría con Allende aquel 11 de septiembre. El viernes pasado, 25 exmiembros de Syriza en Grecia fundaban un nuevo partido de cara a las elecciones que tendrán lugar el 20 de septiembre en el país heleno. Lo han llamado Unidad Popular. Y entre sus principales medidas está la nacionalización de la economía, la vuelta al dracma y la ruptura con las medidas de austeridad llevadas a cabo últimamente. Quizá no todo murió con Allende aquel 11 de septiembre.