En los océanos existen varias islas que no están formadas por tierra. Su composición es de bolsas de patatas fritas, anillas de latas de refresco o envases. Según Greenpeace, esta enorme mancha de residuos ocupa 1,6 millones de km². O, lo que es lo mismo: tres veces el tamaño de la península ibérica. Teniendo en cuenta que hasta 12 millones de toneladas de plásticos acaban en las aguas cada año, las previsiones no son las más optimistas. Y la fauna marina o las costas, desde las del Atlántico hasta las del Ártico, ya han empezado a mostrar claros síntomas de lo que esto supone.
Este hecho fue el que inspiró a la periodista y escritora Paula Gonzalo para crear un nuevo superhéroe que, en lugar de luchar contra villanos procedentes de otro planeta, ha decidido combatir las miserias climáticas que inundan el suyo. Tex Patton y la isla de plástico (Destino) es la historia de un joven de 13 años que pretende concienciar y divertir, al mismo tiempo que aborda temáticas relacionadas con la discapacidad o el acoso escolar. Grandes tabúes, también en la cultura, que son reflejados junto a las ilustraciones de Daniel Catalina.
“En un viaje a la India vi por primera vez a las vacas rumiar plástico. Comprobé que este es un problema que debemos atajar y del que los adolescentes deben tener consciencia porque es algo que afecta directamente a su futuro”, explica la autora a elDiario.es sobre el momento en el que decidió ponerse a escribir esta historia.
El resultado es un thriller climático a medio camino entre la ficción y la realidad, ya que entre sus páginas se ha aprovechado para incluir datos reales que reflejan la amenaza que supone el plástico para el medio ambiente. Por ejemplo, los 40 kilos de plástico que encontraron dentro del estómago de un ballenato en las aguas de Filipinas. No es el único ya que, según National Geographic, en los últimos 10 años en esa misma zona ya se han hallado 57 especies muertas debido a las redes de pesca y la basura plástica.
Estas muertes vinculadas a los residuos también están provocando que algunas especies pasen a estar en peligro de extinción, como es el caso de la tintorera o tiburón azul que, precisamente, es la mascota del protagonista del libro. “Es una especie que tenemos en el Mediterráneo a punto de desaparecer y justo por eso quería que tuviera presencia, porque muchas veces se habla de su problema desde la no ficción y a veces las mensajes nos calan mejor cuando nos entretenemos”, apunta la escritora. Es algo que ella misma comprobó con los adolescentes que han tenido la oportunidad de leer el texto, quienes también le expresaron su incredulidad ante el hecho de que existiera una isla de plástico real.
Pero en las aventuras de Tex Patton no solo se pueden encontrar datos de consecuencias climatológicas. También historias de lucha y resistencia. Es el caso de Fridays for future, el movimiento liderado por Greta Thunberg al que se han sumado centenares de jóvenes de todo el mundo para reclamar acciones de los gobiernos en materia de protección medioambiental. “A veces basta un solo individuo para girar la mirada hacia algo que muchas veces los Estados o los Gobiernos quieren invisibilizar”, reinvidica Gonzalo. Añade que hay que “seguir apelando a la utopía” para tener un planeta que siga siendo verde, porque de lo contrario “acabaremos convirtiéndonos en amebas complacientes que nos dejamos llevar por la corriente”.
Por eso otra de las metas con la obra, según cuenta su autora, es trasladarla al circuito escolar para que desde las aulas se pueda fomentar el espíritu crítico. De ahí que hayan preparado una unidad didáctica para que todos los maestros que lo consideren oportuno la puedan descargar y así ahondar en los conceptos climáticos referenciados entre las páginas. “Ojalá esto sirva para que el libro no se quede en la mera lectura, sino para que se genere una conciencia climática colectiva a través de todos los colegios interesados”, espera la autora.
El aprendizaje es una pieza fundamental para el engranaje que es la toma de conciencia medioambiental. De hecho, el explorador Jacques Cousteau decía que “solo se ama lo que de verdad se conoce”, y precisamente ese es uno de los principales objetivos de este libro: girar la mirada de los niños hacia el océano.