‘Me voy de house-tour con un contratista de defensa’, se titula el último contenido de James Rehwald (Estados Unidos, 1993) en TikTok. En él, parodia la última tendencia de las redes, donde se simula un encuentro fortuito por la calle, una persona le enseña al videógrafo su casa y confiesa cuánto paga por ella. En el vídeo de Rehwald, acompañado de un gran intercambio de planos, diferentes atrezzos, una actuación suya y música animada de fondo, a la vez habla del capitalismo monopolista, la ejecución del artífice de la independencia del Congo belga (actual República Democrática del Congo) Patrice Lumumba en 1961, la masacre del 1965 a comunistas en Indonesia, el colonialismo y hasta del internacionalismo proletario. El vídeo se ha reproducido más de 3 millones de veces en TikTok y otro millón en Twitter.
Extrañamente, Rehwald alcanza viralidades con vídeos de mensaje anticapitalista en una red de orientación mayormente lúdica. En su cuenta de TikTok, con cerca de 400.000 seguidores, sube vídeos cortos en los que explica las políticas imperialistas, alerta del uso de la tortura por parte de los Estados, de la represión a movimientos sociales y también de las crisis gubernamentales de los EEUU… Todo en píldoras de menos de minuto y medio de duración acompañado de una música que le da un toque humorístico y con cierta sátira.
Rehwald viene del mundo del marketing y de las agencias creativas, pero fue con el inicio de la pandemia cuando se aventuró a generar su propio contenido. “Vi que el tercer vídeo que subí se hizo viral en TikTok y fue como: ‘vale, esto funciona diferente y aquí hay una audiencia distinta’. Quise aprovecharlo para mostrar todas las cosas que generan ansiedad del mundo en el que vivimos y usar como vehículo comunicativo el humor. Siempre me atrajo la sátira del estilo del Daily Show y Stephen Colbert”, explica en una videollamada desde Portland (EEUU) a este periódico. Sus vídeos han alcanzado un prisma internacional y en España, youtubers como Cuellilargo lo han replicado interpretando con su estilo la historia de la Guerra Civil española reconociendo a Rehwald su influencia.
Sus vídeos recuerdan al estilo del cine japonés de los 70 y los 80, como el de Akira Kurosawa. “Intento generar el contenido con fórmulas audiovisuales que pueda entender todo el mundo. Muchos se parecen a openings de anime, pero también hay patrones del cine de atracos o de entornos distópicos”, detalla sobre su intención visual. En cuanto a la música y el ritmo, indica que es la parte más complicada: “Tengo listas de canciones e intento que los cortes sigan el ritmo, luego tengo otra con las ideas de las que me gustaría hablar, ya sea de las noticias o temas más históricos como el colonialismo. Después intento conectarlo todo. A veces me lleva meses para acabar un vídeo como quiero”.
El humor como anzuelo
Para este exitoso creador de contenidos, su objetivo no es profundizar en los hechos, sino ser un primer punto de contacto: “Desde la izquierda, muchas veces hay una tendencia a usar un lenguaje inaccesible en el que aburrimos a quien nos escucha porque no lo entiende o no está familiarizado con ello. Intento despertar el interés de la gente en temas que pueden parecer un tostón y capturar la mayor audiencia posible”. “Me parece que soy útil cuando alguien me dice cosas como: ‘No sabía que los Estados Unidos habían hecho eso’”, confiesa. “Se pueden hacer cosas divertidas y con un contenido político y sustancial. Y si alguien puede informarse mientras se lo pasa bien, mejor que mejor”, destaca.
Habiendo la cantidad de propaganda reaccionaria y de extrema derecha que circula por las redes, quiero ir por delante de ellos y llegar antes a la gente
“Habiendo la cantidad de propaganda reaccionaria y de extrema derecha que circula por las redes, quiero ir por delante de ellos y llegar antes a la gente”, asegura Rehwald. “Hay quien está molesta con todo lo que está pasando y cae en las manos de la propaganda de la ultraderecha”, subraya. Él opina que “la hegemonía cultural dominante es de las clases altas. Las contradicciones se agudizan cada vez más y creo en que la gente puede tomar partido y revelarse contra el statu quo”.
Para generar atención en sus contenidos, destaca el uso del contraste y la duda: “Cuando los ves es como: ¿esto es broma o no? En un vídeo hacía de demócrata estadounidense y decía que apoyaba el movimiento Black Lives Matter o a los grupos minorizados y luego demostrar que financian el complejo industrial militar estadounidense y bombardean a la gente. Es como que ese contraste con sátira es divertido y te hace pensar”.
Eso sí, el estadounidense de ascendencia filipina es consciente de la propiedad de las redes sociales. “Son grandes corporaciones con sus intereses socioeconómicos. Muchas veces me planteo cuán lejos puedo llegar en estos sitios de propiedad privada tan corporativa”. No se atreve a calificarlo de censura pero sí afirma que ha tenido incidentes con sus publicaciones: “Algunos han reportado mi vídeo y no he podido publicar en una semana sin entender por qué. Entiendo que igual voy contra sus intereses y no querrán tener a nadie difundiendo ideas marxistas. También, lo bueno de la comedia es que a veces puedes disfrazar un poco toda la carga política”.
Falta de referentes en las redes
A la hora de pensar en más perfiles con su estilo, Rehwald lamenta la falta de otros autores audiovisuales en su misma línea. “Intento encontrar creadores que difundan un mensaje revolucionario, pero es muy difícil”. Destaca las diferencias respecto a hace décadas, con directores en el cine como Jean Luc-Godard o Pasolini difundiendo ideas revolucionarias abiertamente. “Tenemos el ejemplo del filme Parásitos, que claramente habla del conflicto de la lucha de clases, pero es extraño que hoy un cineasta se autodenomine abiertamente revolucionario o marxista. Echo en falta contenido artístico más explícito y directo. Que no sea un tostón pero que te sirva para identificar los ideales claramente. Ahora mismo solo se me ocurre Boots Riley”, dice en alusión al músico de hip-hop, cineasta y militante comunista. “Me encantaría ver más creadores de contenido revolucionario en las redes”, puntualiza.
“Tenemos que poder inspirarnos para pensar en una vida mejor que el capitalismo, un mundo más vivible”
Destaca la importancia de tener referentes para sentirte cómodo con un ideal. “Para mí, estos guionistas o la escena del rap de los 90 con carga política han sido muy influyentes para politizarme. Son cosas que no te exponen en el colegio”. “Tenemos que poder inspirarnos para pensar en una vida mejor que el capitalismo, un mundo más vivible”, reflexiona. Aunque “sabe” que la idea de Mark Fisher de que “es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo” ha “ganado fuerza” por toda la propaganda y que “se oculten los logros de movimientos revolucionarios”.
Ideológicamente él asegura posicionarse en el marxismo. Dice tener una gran influencia del Movimiento Nacional por la Democracia de Filipinas, que tiene sus raíces en las tendencias marxistas-leninistas y maoístas, aunque difiera en algunos aspectos. Es algo que se intuye en muchos de sus vídeos, muy críticos con el régimen de Islas Filipinas. Para él, es importante poder aglutinar todos los “sistemas de opresión” en un movimiento. E intenta mostrarlo en sus vídeos: “Muchas veces hay gente que sufre transfobia, racismo, problemas laborales o que simplemente no llegan a pagar el alquiler. Intento transmitir que hay movimientos emancipadores en los que cabemos todos y donde se tienen que tener en cuenta todos los tipos de opresión. Intento que la gente entienda también que estamos todos conectados a la hora de que el sistema nos jode a todos”. Eso sí, asegura apoyar otros movimientos de diferentes ideologías, “desde los anarquistas de los bosques de Atlanta hasta la liberación de Palestina”.
El contexto de las redes
“Intento llenar el vacío que hay en las redes”, censura Rehwald a medida que avanza la conversación. “Son un lugar lleno de cuentas muy peligrosas donde tenemos que ganar hegemonía los movimientos que luchen por los derechos humanos”, recalca. Para él es imperante empezar a enseñar a la juventud a desenvolverse en las redes: “Que la educación enseñe sobre alfabetización mediática en la era digital. Tanto la desinformación, como la capitalización de nuestras inseguridades, como la capacidad de influir en la opinión pública”. “Ojalá los políticos de Estados Unidos atacasen y se cuestionasen el tratamiento de los datos de Meta, Twitter o Google igual que lo hace con TikTok”, añade.
Ojalá los políticos de Estados Unidos atacasen y se cuestionasen el tratamiento de los datos de Meta, Twitter o Google igual que lo hace con TikTok
En el contexto de una Inteligencia Artificial que cada vez avanza más, dice sentir “miedo y emoción”. “Pavor en el sentido de ver cómo cada vez es más fácil generar ruido y desinformar. Pero también quiero tener esperanza en que la tecnología pueda emanciparnos y hacer que trabajemos menos. Que pasemos más tiempo con nuestra familia y amigos, y menos produciendo”. Sin embargo, “la realidad es que la gente empieza a temer por sus puestos de trabajo porque nos guía el beneficio y no el desarrollo personal”, valora.