Tres libros sobre nuevas masculinidades
Años después del éxito de El club de la lucha, novela cuya adaptación dirigida por David Fincher elevó irremediablemente a la categoría de culto, Chuck Palahniuk reflexionaba sobre qué era lo que había hecho que su novela se vendiese tanto siendo una sátira a la masculinidad tóxica. Así, en el prólogo de una de sus pocas obra de no ficción, Error Humano, decía que tal vez todo se debía a que en ella proponía una nueva forma de conectar entre hombres, aunque fuera a hostias. “No vemos muchos modelos nuevos para la interacción social masculina. Está el deporte. Y construir graneros. Y ya está”, escribía tan cínico como siempre.
En la última década, las reflexiones sobre lo que se ha venido a llamar nuevas masculinidades se han multiplicado en una necesaria traducción de sensibilidades de la calle a la letra escrita. Primero, en estudios de carácter sociológico en contextos especializados, después en textos universitarios y, con el tiempo, en libros de los que podemos ver en las estanterías de cualquier librería. La reconfiguración de la idea de lo que significa ser hombre en la sociedad actual avanza progresivamente y se alimenta de lecturas.
Entender la forma en que vivimos mujeres y hombres nuestra condición, implica también empatizar y conocernos unos a otros desde todas las perspectivas posibles, para construir una sociedad más igualitaria y solidaria. Esto, que suena vago, se concreta en obras literarias que entienden el sexo como una construcción cultural que, en nuestro caso, ha venido cortada con el patrón propio de una sociedad heteropatriarcal. “No se nace mujer, se llega a serlo”, decía Simone de Beauvoir allá por 1949. De la misma forma no se nace hombre, somos lo que somos como resultado de un proceso de socialización obviado durante demasiado tiempo.
Son muchos los ensayos que investigan la masculinidad como una construcción cultural no limitada por el hecho biológico de nacer con según qué genitales. Estos tres libros, recientemente publicados en nuestro país, plantean la idea de una masculinidad que debe mirarse al espejo hoy si quiere construir una sociedad más feminista mañana. Otra forma de conectar con nosotros mismos en tanto que hombres que, por una vez, no va de pegarse hostias.
Nuevos hombres buenos (Ediciones Península)Nuevos hombres buenos
“Nos haría mucho bien, tanto a cada uno de nosotros como al conjunto de la humanidad, dejar a un lado las resistencias a la igualdad, el mito del macho alfa, fuerte, sin miedo; y dejarnos guiar, abrazar y acompañar por mujeres libres”, dice Ritxar Bacete en uno de los últimos capítulos de Nuevos hombres buenos, un ensayo completísimo apellidado La masculinidad en la era del feminismo.
Lo cierto es que, aunque parezca ya una expresión manida, lo de completo no es un eufemismo en lo que se refiere a este libro del antropólogo y trabajador social de Vitoria-Gasteiz. Ritxar Bacete reflexiona, a lo largo de casi 400 páginas, sobre multitud de conceptos relativos a la masculinidad en el siglo XXI: desde la relación del hombre con las nuevas tecnologías al concepto transformador de paternidad, pasando por la violencia machista, el reparto de responsabilidades y roles, el cuidado de los demás y el poder asociado al hombre cisheterosexual.
Para ello, dota a su texto de una solidez de discurso que parte antes del dato que de la opinión, armando cada una de las ideas planteadas con centenares de referencias que recogen voces importantes del feminismo contemporáneo como Judith Butler, Rebecca Solnit o Caitlin Moran entre muchas otras.
Nuevos hombres buenos es una voz optimista y esperanzadora sobre cómo los hombres podemos aportar al feminismo desde la humildad. Pero sobre todo es una revisión crítica y moderna de la masculinidad, espejo que pone en duda muchos de los mitos inamovibles del 'macho ibérico' para proponer un juego de espejos en el que reconocemos muchas de nuestras actitudes y entornos. Un espejo en el que mirarse individualmente para construir colectivamente.
La caída del hombre (Malpaso)La caída del hombre
Grayson Perry a veces se llama Claire. No es escritor sino artista, el único ceramista en ganar el Premio Turner en toda la historia de uno de los más prestigioso galardones de arte británico. Nació en Chelmsford en 1960 y ha dedicado gran parte de su arte a la reflexión sobre la identidad. Conoció al príncipe Carlos vestido vestido de mujer, pues travestirse es parte de su quehacer cotidiano. No huye de aportar una lectura política del arte, haciendo sátira abierta sobre la política británica, y violentando con sus obras al espectador acomodado para hacerle reflexionar sobre la violencia machista, el racismo, el clasismo y la hipocresía.
Con La caída del hombre, Perry aborda la identidad de género desde la exploración de la suya propia, compleja y contradictoria. Pone empeño en desmontar tropos de una sociedad dominada por hombres que se identifican con su género y a los que atrae el género contrario, con una agilidad de prosa que convierte su lectura en pasatiempo absolutamente genial, acompañado por unas ilustraciones mordaces y agudas.
Se trata, en definitiva, de un acercamiento al concepto de nuevas masculinidades desde el humor y la brutal sinceridad. Greyson Perry propone un viaje a nuestro interior dividido en cuatro etapas: el análisis del poder, del teatro de la vida, de la violencia y de la emoción. Así, el artista analiza cómo la visión androcéntrica de la política domina el mundo, cómo los hombres interpretan y representan papeles distintos en según qué ambientes, cómo recurren la fuerza física y a la misoginia para justificar y mantener su posición, y cómo todo eso repercute en el estado de ánimo.
“El estudio de la masculinidad puede considerarse un lujo, un pasatiempo para sociedades prósperas, instruidas y pacíficas, pero yo diría lo contrario”, escribe Grayson Perry en su libro, “cuanto más pobre, más subdesarrollada y más inculta es una sociedad, más necesario es que la masculinidad se adapte al mundo moderno, porque probablemente está frenando el avance de esa sociedad. En todo el mundo hay hombres que cometen crímenes, declaran guerras, reprimen a mujeres y desbaratan economías, todo debido a su anticuada versión de la masculinidad. Es preciso deslizar una uña filosófica bajo la firmemente adherida etiqueta de la masculinidad”.
El hombre que no deberíamos ser (Planeta)El hombre que no deberíamos ser
“Los hombres estamos en una jaula de masculinidad competitiva, violenta y dominadora y, si te sales de ahí, eres penalizado socialmente”, decía Octavio Salazar en una entrevista realizada en este mismo diario. Es doctor en Derecho y profesor en la Universidad de Córdoba y lleva años reflexionando e investigando el modelo hegemónico de hombre. Así lo hizo en Masculinidades y ciudadanía publicado por la editorial jurídica Dykinson y La igualdad en rodaje, masculinidades, género y cine publicado por Tirant.
El hombre que no deberíamos ser ofrece diez claves para entender la masculinidad de una forma más igualitaria, partiendo de ejemplos prácticos y proponiendo ideas de forma directa y sencilla. Así, analiza ideas asociadas al hombre como el poder, la dominación o la invulnerabilidad y su impacto en la sociedad que nos rodea.
Es un libro que nace desde la urgencia. Su brevedad y formato de edición pretenden que funcione como un panfleto. Por eso su lectura sabe a poco, pues no llega a las 100 páginas y, precisamente, ahí reside parte de su fuerza: es una forma estupenda de iniciarse en la lectura sobre la identidad de género y la igualdad.
“Difícilmente llegaremos a ser hombres 'nuevos' si no aprendemos y asumimos todo lo que el feminismo, que es una teoría emancipadora del ser humano y una vindicación radicalmente democráctica, ha ido generando en cuanto a pensamiento alternativo durante siglos”, escribe Octavio. “Los hombres no deberíamos seguir legitimando y prorrogando el orden patriarcal y el machismo como ideología que los sustenta; deberíamos convertirnos en hombres feministas”.
Años después del éxito de El club de la lucha, novela cuya adaptación dirigida por David Fincher elevó irremediablemente a la categoría de culto, Chuck Palahniuk reflexionaba sobre qué era lo que había hecho que su novela se vendiese tanto siendo una sátira a la masculinidad tóxica. Así, en el prólogo de una de sus pocas obra de no ficción, Error Humano, decía que tal vez todo se debía a que en ella proponía una nueva forma de conectar entre hombres, aunque fuera a hostias. “No vemos muchos modelos nuevos para la interacción social masculina. Está el deporte. Y construir graneros. Y ya está”, escribía tan cínico como siempre.