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Intimidación, vetos y autocensura: la odisea de las mujeres que quieren participar en charlas de videojuegos

Death Stranding es el último videojuego de Hideo Kojima, padre de la saga Metal Gear Solid. También es uno de los títulos del año, y por eso PlayStation prepara su aterrizaje por todo lo alto: con eventos como una mesa redonda para el próximo jueves que estaba formada por cinco personas, entre las que se encontraba el director Nacho Vigalondo o el dibujante de cómics Salva Espín, y que sería moderada por el periodista y escritor Ángel Sucasas. Todos ellos hombres.

Para debatir sobre la obra del momento, cuyo eslogan reza El mañana está en tus manos, paradójicamente no había ninguna voz femenina. “Ponerse un lazo morado el 8M no es suficiente: llamar a mujeres profesionales para que aporten sus conocimientos y su trabajo diario hace más por nosotras que incluirnos en la trigésima mesa sobre machismo en la industria”, criticó Azul Corrosivo en Twitter, pseudónimo de la periodista especializada Laura Gómez.

Fue entonces cuando el tema se convirtió en uno de los más comentados del fin de semana, incluso en campaña electoral. La polémica podría haberse quedado en las profesionales del sector criticando a la organización por la habitual tendencia a organizar paneles masculinos. Pero fue a más.

Sucasas, moderador de la charla, realizó un hilo afirmando, entre otras cosas, que “cuestionar la pertenencia de cualquiera de los invitados a esa mesa es cuestionar nuestra profesionalidad” y que “hay que dejar de pedir cuotas”.

Azul Corrosivo en ningún momento puso en duda la validez de quienes intervenían en el debate, sino el hecho de que los únicos currículos válidos fueran de hombres. Aun así, la trifulca continuó con un tono cada vez más agresivo por parte del escritor, que llegó al desprestigio profesional y a la amenaza personal de algunas mujeres que estaban denunciando esta falta de paridad.

“No 'estáis' vetadas. 'Estás' vetada. Por tu ínfimo respeto por la profesión, por el caos y la virulencia que provocas y por la escasa simpatía que despiertan tus actitudes en múltiples ámbitos”, señaló poco antes de decir en otro hilo de tuits: “La quiero fuera de mi profesión”.

Lo que comenzó como una crítica a un plantel masculino acabó convirtiéndose en una oleada de mensajes que sacaban a flote un problema mayor: la campaña de intimidación que muchas veces llevan a cabo miembros del sector hacia quienes disienten en público. “La estrategia de hacer pensar a una mujer que hay muchas personas que la critican con esta dureza a sus espaldas por su activismo, es algo que se nos hace a diario y es ruin”, denunció la autora Iria G. Parente.

“Me parece muy injusto que a partir de un problema que yo tengo con una persona en concreto, que es Laura [Azul Corrosivo], por cómo se ha comportado periodísticamente y por la forma que tiene de practicar su activismo, se infiera que yo estoy en contra de cualquier tipo de colectivo”, señala Ángel Luis Sucasas a este periódico.

Esta protesta sirvió para que el evento diese marcha atrás después de que algunos de los ponentes presionaran para que se produjeran cambios. Fue entonces cuando decidieron incluir a las periodistas Marina Martínez y Sara Borondo, que ahora se encargará de dirigir la charla de Death Stranding en sustitución del anterior moderador.

“Que haya que incluir las mujeres en una mesa es un tema a debatir. Lo mejor que le puede a pasar a mujeres, hombres o personas de cualquier género o de cualquier condición es que lo elijan independientemente de su género. Hemos ejercido durante un tiempo la discriminación positiva y la seguimos ejerciendo porque hay muchos problemas sociales y para que ese sesgo automatizado no se aplique”, apunta el exmoderador de la charla.

Desde la agencia de comunicación de PlayStation tiran balones fuera sobre el panel presentado inicialmente, ya que, según explican a eldiario.es, “cuando se hicieron oficiales los nombres no estaba terminada la convocatoria” y la mayoría ponentes fueron elegidos “por el medio de comunicación Vandal a excepción de Vigalondo y Salva Espín”.

No es la primera vez que ocurre algo similar, y las formas de silenciar en ocasiones no son tan evidentes como la falta de presencia femenina en un cartel. “Hay mil fórmulas de acallar nuestro discurso, y hacernos dudar de nuestra posición o entorno es una de ellas”, recriminó Parente. Esta hipervigilancia es la misma que, como señalaba la autora, hace que muchas se autocensuren por “no querer ser las problemáticas”.

La lista negra de “las problemáticas”

Azul Corrosivo denunció en público la asistencia al Gamelab 2018 de Daniel Vávra, creador y director de videojuegos checo por, según la periodista, ser “abiertamente racista y machista”. Tras esto, el desarrollador canceló su ponencia molesto por la reacción en redes que había provocado su visita, una decisión que muchos calificaron de “caza de brujas” por parte de la usuaria.

“Después de aquella polémica, uno de los medios para los que colaboraba me hizo llegar su malestar por mis comentarios, y esa falta de apoyo fue una de las razones por las que abandoné la publicación”, cuenta Gómez a eldiario.es. Aunque las críticas a Vávra incendiaron su Twitter durante semanas, las amenazas no cesaron entonces.

“La más reciente ha sido la de Sucasas (exmoderador del evento de PlayStation) deseando públicamente mi salida de la profesión, insinuando que conoce historias sobre mí y confirmando una teoría que para nosotras ya era una realidad: que las feministas más vocales están vetadas de ciertos espacios del sector por alzar la voz”, dice confirmando lo que denunciaba Iria G. Parente.

Esta estrategia de intimidación se da dentro de “círculos machistas recalcitrantes con mucho poder en el sector” y es fácil de comprobar pues no se molestan en hacerlo por privado. “Sabes que cualquier opinión en la línea de la diversidad será utilizada como arma arrojadiza y arrebatada de tu zona segura para que un séquito de acosadores alimenten su odio”, asegura Azul Corrosivo. El problema es cuando el acoso traspasa las redes y se convierte en un veto tangible, ya no solo en charlas, sino en cualquier entorno profesional.

“Desde este despertar feminista global, los hombres de la industria han optado por la vía más fácil, la de contar exclusivamente con mujeres que son estupendas profesionales pero que están alienadas y no van a darles problemas”, denuncia Gómez sobre aquellas que van a confrontar a las “problemáticas” para darle la razón a los organizadores.

“La asertividad es un lujo que no todas nos podemos permitir, porque se confunde con histerismo. Las reivindicaciones firmes, sobre todo cuando atacan a los cimientos del sistema cisheteropatriarcal, se convierten en amenazas”, comparte Iria G. Parente. Por su parte, al mostrar apoyo públicamente a Azul Corrosivo, recibió una respuesta similar por parte del exmoderador, quien jugó con la idea de que necesitaba posicionarse contra él para vender más libros.

Aunque Parente no puede asegurar que su defensa por la diversidad le haya cerrado puertas, tampoco pone la mano en el fuego por lo contrario. “No sabes a quién puedes estar molestando o el funcionamiento interno de las empresas”, admite, “pero sí sé de compañeras a las que se les recomienda que se tranquilicen un poco porque si no, no las van a querer ni en eventos ni en publicaciones”.

Esta red dañina de contactos no solo les hace imposible “transitar ciertos espacios”, como declara Azul, sino que muchas veces son ellas mismas las que se autocensuran en eventos para evitar represalias. “He tenido situaciones de pensarme muchísimo si participar o no en charlas por comentarios como esos. Comienzas a dudar de todo. La exposición e hipervigilancia que sientes sobre ti aumenta exponencialmente”, declara Iria.

Sin embargo, ambas confían en las redes paralelas de mujeres que se están convirtiendo en zonas de comfort “imparables”. “El compromiso de las empresas debe pasar por incluir a mujeres profesionales y otros colectivos vulnerables en sus equipos, y solo entonces empezará la verdadera carrera de fondo”, dice Laura Gómez.

De esta forma, habrá más espacios en eventos “para hablar de nuestra experiencia laboral (que la tenemos, y mucha, pese a que se ponga en entredicho) más allá del hecho de ser mujer o que en el artículo de turno de recomendación haya un listado de mujeres”, como recuerda Parente.

Este martes, PlayStation ha recapacitado, pero no es suficiente. El GameLab también lo hizo y, muchos meses después, algunos se sienten tan protegidos como para verter amenazas, vetos e intimidaciones en público hacia las que disienten. Quizá el primer paso sea que, como piden las profesionales, sean consideradas desde un primer momento por su trayectoria y no como un lavado de cara “femenino” a posteriori.