Escritora y activista feminista

Vivian Gornick: “Las jóvenes del MeToo llegaron más enfadadas que nosotras”

Vivian Gornick (1935) tenía unos siete u ocho años cuando su madre la llevó de la mano a un lugar que nunca había visitado: la Biblioteca Pública de Nueva York. “A la niña le gusta leer”, dijo su progenitora a la bibliotecaria. La trasladaron frente a una estantería repleta de libros infantiles, en la que estaban desde los cuentos de los hermanos Grimm hasta Mujercitas, y cuando terminó el instituto ya había leído la habitación entera. La literatura ha sido desde entonces algo omnipresente en cada etapa de su vida, pero también otra actividad derivada de esta: la de la relectura. 

La autora de Apegos feroces, considerada como una de las voces más importantes de la segunda ola feminista, llega ahora con un libro que en realidad es una oda a la literatura. Cuentas pendientes, publicado por la editorial Sexto Piso y traducido al español por Julia Osuna Aguilera, es una obra en la que su autora descubre cómo ha cambiado su interpretación de diferentes novelas a lo largo de los años. Porque, como cuenta en el prólogo, releer no solo implica poner en tela de juicio los recuerdos sobre uno u otro personaje, también enfrentarse a la postura ideológica y social de uno mismo en el pasado. 

“Todo comenzó porque me releí Regreso a Howards End y me di cuenta de que cuando era jovenzuela me quedé con el misterio, pero no pude desentrañar lo que el autor tenía en la cabeza”, explica Gornick en una rueda de prensa por videoconferencia a la que ha asistido elDiario.es. La autora descubrió que su opinión sobre la novela era ahora radicalmente distinta, una revelación que acabó convirtiéndose en el experimento que ahora llega a las estanterías: un pequeño tomo donde reflexiona sobre sí misma a través de nueve obras cruciales en su vida. La elección de estas novelas, que según señala no atienden a ningún criterio específico más allá del de “dejarse llevar”, son del mismo modo una ventana hacia la juventud de Gornick vista desde el presente. 

Es el caso de su reflexión sobre Hijos y amantes, de D. H. Lawrence, que leyó por primera vez con 20 años en la universidad. “En los siguientes 15 años leí tres veces la novela, y en cada ocasión me identifiqué con un personaje principal distinto”, dice la autora en el texto. Mientras que la primera vez se vio reflejada en la hija de un campesino que pierde la virginidad, la segunda lo hizo en el protagonista de la novela, más absorto en desear que en sentirse deseado. También descubrió algo que le había “costado una eternidad entender”: que la novela en realidad habla de la ilusión del amor sexual como liberación.

“Mi madre, comunista y romántica, me decía: 'Eres una chica lista, haz algo de provecho, pero recuerda siempre que el amor es lo más importante en la vida de una mujer'”, cuenta la autora en su obra. Añade que tanto en la cultura como en la sociedad de los años 50, en la que ella se crio, “se consideraba que el amor no solo era algo a lo que aspirar, sino que se conseguiría sin falta; y una vez alcanzado, transformaría la existencia”. Pero el prisma de la Gornick treintañera, después de casarse varias veces y divorciarse otras tantas, era completamente distinto a la de la veinteañera ilusionada por la “media naranja”. 

Gornick también tiene palabras para la escritora y periodista francesa Colette, que confiesa que fue una de sus obsesiones y de sus compañeras de facultad. Chéri y El fin de Chéri es la historia en dos volúmenes de una cortesana entrada en años y su joven amante que en teoría debía contar a las jóvenes lectoras cómo vivir, pero acabó enseñándoles otra cosa: que la pasión sexual era lo más importante que iban a tener.

“Cuando tenia 22 años nos afectó de forma profunda. No creo que ninguna mujer joven a día de hoy pueda sentir que una gran pasión sexual sea el gran pilar de su vida. Por eso, aunque Colette sea una gran escritora, su obra no tiene un gran peso en el momento actual”, reflexiona la activista feminista. Añade que hay variaciones en el caso de Marguerite Duras, otra escritora francesa pero de diferente generación: “Utiliza la pasión sexual para contar muchas otras cosas. Si comparo a estas dos escritoras francesas vemos las diferencias culturales”. Y así continúa Gornick a lo largo de Cuentas pendientes, cuestionando el concepto de feminidad en Colette o diciendo por qué ama la vida tras leer a Natalia Ginzburg. 

Una leyenda del feminismo

Vivian Gornick es una de las autoras estadounidenses más queridas, a pesar de que no ha escrito ni una novela ni un ensayo como tal. Los dos géneros que más ha cultivado han sido la narrativa personal y la critica literaria, ya que piensa que nuestra propia identidad se encuentra también asociada a los libros que se leen. En España no fue publicada hasta hace relativamente poco, en 2017, pero su estreno con Apegos feroces le sirvió para alzarse con el reconocimiento tanto de críticos como lectores.

El paso de lectora a escritora de Gornick tiene sus raíces en la impotencia. La autora, nacida en un bullicioso hogar de izquierdas en el Bronx, cuenta en la introducción de su última obra que algo cambió en ella cuando a finales de la década de los 60 asistió a una sesión de micro abierto sobre arte y política. Fue entonces cuando el dramaturgo LeRoi Jones tomó el micro, arremetió contra lo que llamó la “injerencia blanca” y dijo que cuando los negros llegaran al poder destrozarían el mundo para empezar desde cero. La entonces joven escritora se quedó con ganas de responderle que en realidad no quería “destruir el mundo”, sino “ocupar el lugar que le corresponde por derecho”. Pero se calló y fue a su casa, con el quemazón de no haber respondido.

Aquel fuego interior sirvió para que Gornick escribiera la escena utilizándose a sí misma de narradora, situando a los lectores tras sus ojos como si estuvieran acompañándola en ese micro abierto. Al día siguiente metió el texto en un sobre, bajó al buzón y lo mandó al periódico The Village Voice. “¿Quién porras eres tú?”, le preguntó por teléfono pocos días después Dan Wolf, editor del tabloide. Pasaron los años, una mudanza y un divorcio hasta que volvió a llamar a la puerta del medio de comunicación, esta vez para conseguir un empleo estable en lugar de colaboraciones. Y fue precisamente como periodista, a finales de los 70, cuando descubrió el movimiento de la liberación de la mujer después de cubrir una concentración. Su vida cambió para siempre.

A la gente de mi edad le ha costado mucho reconocer que no va a pasar nada revolucionario de la noche a la mañana

Acabó implicándose en la segunda ola feminista de EEUU hasta el punto de ser un referente del movimiento. Entonces surgieron luchas, nuevos análisis de género y manifestaciones a favor la igualdad, pero también tensiones. Y ahora, medio siglo después de aquello, a Gornick le resulta inevitable no ver semejanzas con la corriente actual, aunque también destaca ciertas diferencias. “El movimiento MeToo me sorprendió enormemente. Estas mujeres jóvenes llegaron mucho más enfadadas de los que estábamos nosotras. Algunas con una rabia revolucionaria”, dice la activista al ser preguntada sobre ello por este periódico. La escritora cuenta que se sintió “mareada por el MeToo” porque, entre otras cosas, se dio cuenta de “lo poco que había cambiado el mundo en los lugares de trabajo, que los hombres se sentían libres de utilizar a las mujeres como habían hecho y siguen haciendo”. 

Por eso surgió un movimiento que comenzó en Hollywood y luego se trasladó todo el mundo: para declararse en contra de una sociedad que seguía sin avanzar lo suficiente en materia de género. No obstante, Gornick también anima a recapacitar sobre lo sucedido, a reducir la crispación y a tener paciencia. “Volveremos a ir hacia atrás, pero es así cómo el cambio social tiene lugar. A la gente de mi edad le ha costado mucho reconocer que no va a pasar nada revolucionario de la noche a la mañana”, asegura. Porque, como culmina, “llegará un día en el que nos traten a todo el mundo por igual, pero no está cerca”.