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'West Side Story': Spielberg hace la película de sus sueños y se duerme en la taquilla

Steven Spielberg tenía 10 años cuando se estrenó West Side Story en Broadway y 14 cuando su adaptación llegó a los cines estadounidenses. Corría el año 1961 y el director provenía de una familia de judíos ortodoxos de la que en ocasiones se avergonzaba. El estigma, las palizas y los insultos antisemitas le habían perseguido desde Ohio hasta California, por lo que el joven Steven evitaba airear sus raíces o invitar a sus amigos a casa. Esta lacra se extendía por toda Norteamérica en comunidades de distinta procedencia y religión, y de alguna forma le removió a través del guion de West Side Story.

La historia que le hizo evadirse y bailar en la butaca se terminó convirtiendo en el musical más aclamado de la historia del cine. Seis décadas después, le rinde homenaje con una versión lo suficientemente parecida a la de Robert Wise y Jerome Robbins, aunque retocada para acercarla a los tiempos actuales y a su propia experiencia. El resultado final es vibrante pero poco atractivo para la competitiva cartelera navideña: de ahí el inesperado batacazo.

Como en la antigua, dos bandas juveniles rivalizan por la porción de Nueva York que comparten: los Jets, irlandeses de segunda generación, y los Sharks, inmigrantes puertorriqueños que llegaron más tarde pero prosperaron en la zona. Por encima de todos ellos, como una suerte de Arquitecto de Matrix, se yerguen los gigantes del desarrollo inmobiliario, que en los años 50 buscaban ampliar el skyline de Nueva York en los barrios marginales. Unos y otros representaban un estorbo para el proyecto urbanístico y comercial de la ciudad porque ambos eran pobres. Pero, si había que elegir, los gerifaltes y fuerzas del orden siempre se quedaban con quienes tuvieran la piel blanca.

En medio de estas reyertas sin futuro, unos Romeo y Julieta modernizados aparecen en escena para embarrar las cosas todavía más. Ella es María, interpretada por la actriz de raíces colombianas Rachel Zegler, y él es Tony, a quien da vida Ansel Elgort, conocido por Baby Driver y el remake de Carrie. Al otro lado está el hermano de María y líder de los Sharks, Bernardo, emparejado con la carismática Anita (la irreal bailarina Ariana DeBose), y Riff, el cabecilla de los Jets desde que Tony entró en la cárcel por golpear a un chaval puertorriqueño casi hasta la muerte.

Tanto sus nexos como sus desencuentros se desarrollarán entre bailes, canciones míticas y una exquisita banda sonora reinterpretada por el venezolano Gustavo Dudamel. He aquí el primer avance respecto a la original: no hay blackface ni una impostada arrogación racial. Gran parte del equipo es latinoamericano o descendiente, y Spielberg tuvo un especial cuidado a la hora de documentarse sobre el Puerto Rico de la época y sus exiliados. Prueba de ello es la incorporación de la versión revolucionaria de La Borinqueña –“nosotros queremos la libertad, nuestros machetes nos la darán”– o que no haya querido subtitular al inglés los numerosos fragmentos en español para poner en valor ambos idiomas.

El director de Salvar al soldado Ryan y E.T se ha librado de las rémoras racistas de la versión de 1961, sin olvidarse de que se trata de un guion escrito en los años 50. Spielberg ha hecho verdaderos malabares para equilibrar su pasión por la película original y el tacto para solucionar sus problemas. No fue un trabajo fácil: los puertorriqueños le estaban observando con lupa después de años de quejas hacia el primer musical.

Los esfuerzos de un gran fan

En 1960, la actriz Rita Moreno asistía todos los días pronto al rodaje para someterse a una larga sesión de maquillaje. Procedía de Puerto Rico, pero era demasiado blanca para los encargados del casting de West Side Story, por lo que ungían su cara en potingue negro para oscurecerla. Al actor que interpretaba a Bernardo, el griego George Chakiris, y a la María originaria, Natalie Wood, de padres rusos, les hicieron pasar por lo mismo.

“Era como barro”, recordaba Moreno en una entrevista reciente. No fue la única vez que se quejó durante la grabación. También obligó, después de muchos intentos, a eliminar una frase de la mítica canción América, que ella cantaba como Anita, por ser totalmente racista y prejuiciosa. A pesar de todo, ganó el Oscar en 1961 y se convirtió en la primera latinoamericana en alzarse con un premio de la Academia de Hollywood.

Moreno, que ahora tiene 90 años, ha sido una figura clave en la nueva West Side Story. Spielberg no solo quiso darle un papel fundamental, sino que la convirtió en productora ejecutiva debido a su amplio conocimiento de la historia y de sus errores. Estuvo muy cerca de la nueva actriz de Anita, Ariana DeBose, y creó un clima de comunidad entre todos los actores, los latinos y los estadounidenses. Lo mismo hace Valentina, el rol que se inventaron para ella de puertorriqueña totalmente integrada en Nueva York y casi matriarca de los Jets.

Aunque su personaje a veces peca de ecuánime, sirve como nexo para una de las escenas más duras de ambas West Side Story: el intento de violación a Anita por parte de algunos de los Jets. “Es una experiencia extraña y dolorosa volverlo a vivir”, reconoció Moreno en una entrevista con Rotten Tomatoes. “En el rodaje de aquella escena, cuando yo la interpretaba, acabé llorando”. En la nueva versión, incluso las chicas de la banda irlandesa intentan ayudar a Anita, a quien Valentina salva de los agresores: “Os he visto crecer, y veo que os habéis convertido en unos violadores”, les increpa ella.

Estos son solo algunos de los detalles en los que se nota que el director ha puesto el cuerpo y el alma. También en los más políticos: “Estoy preocupado, muy preocupado, incluso más que hace dos años, por lo que ocurre en Estados Unidos. Creo que la democracia está en peligro”, ha expresado Spielberg durante la promoción. Sitúa como fecha clave el ascenso del expresidente Trump, en 2016: “Los temas que trata la obra en 1957 eran relevantes, pero hoy lo son diez veces más”. De ahí su compromiso con la inclusión, la coherencia, la mezcla del español con el inglés y la crítica al gran sueño americano en comparación con el “violento” Puerto Rico.

“En mi investigación, me interesé mucho por la cuestión de las armas y las tasas de criminalidad en los años 50. Cuando busqué estadísticas de delincuencia en Puerto Rico, descubrí que Nueva York era un lugar mucho más peligroso que San Juan”, explicó el guionista Tony Kushner, colega de Spielberg, a Time. Todo eso ha desaparecido de la versión actual, que además cuenta con una factura exquisita. Pero, ¿es suficiente para atraer al público? En taquilla, como canta Bernardo en América, el país ha vuelto a ser una decepción.

¿Qué ha podido fallar?

West Side Story abrió la cartelera el día 10 de diciembre con uno de los peores datos del año. Debutó en EEUU muy por debajo de las expectativas al recaudar 10,5 millones de dólares (9,3 millones de euros) en su primera semana y 3,4 millones en la segunda (3 millones de euros). La cinta costó la friolera de 100 millones de euros. Cierto es que aún quedan varios países por estrenarla, pero es muy difícil que se reponga de esta situación: debería amontonar por lo menos 300 millones para considerarse solvente.

Una de las razones para este batacazo podría ser la etiqueta “musical” en sí misma. Una categoría divisoria y demasiado dispuesta a aceptar su derrota frente al drama y reconciliarse con el público. En ocasiones funciona, como en The Greatest Showman, que precisamente atrajo a los cines por su pegadiza banda sonora, y en otras todo lo contrario, como Cats. Al igual que esta última, West Side Story ni siquiera cuenta con un repertorio novedoso o arriesgado, sino que usa el del genial Leonard Bernstein. A pesar del meritorio esfuerzo de Dudamel, las virtudes musicales son anteriores a Spielberg y para apreciar las diferencias hay que tener un oído muy entrenado o la versión antigua muy fresca.

Esto enlaza directamente con otra de sus posibles trabas: hace 60 años que se estrenó West Side Story. En un momento de empacho de remakes, franquicias y reencuentros con grandes clásicos, el público moderno se puede sentir menos arraigado a este musical que a trilogías como la de Matrix. Además, las personas que, como Spielberg, asistieron a su encumbramiento, oscilan entre los 60 y los 75 años y cada vez van menos al cine. Sobre todo desde el inicio de la pandemia de COVID.

Otro asunto que no le ha hecho ningún favor son las acusaciones de abuso sexual a su protagonista, Ansel Elgort. En junio de 2020, una mujer señaló al actor de 27 años por haberla violado cuando él tenía 20 y ella 17. Después salieron más testimonios de cómo supuestamente usaba su fama para acercarse a mujeres jóvenes desde sus redes sociales de DJ. Él siempre ha negado la polémica, pero también ha conseguido que sea un asunto silenciado durante las entrevistas de promoción de West Side Story. Aunque planea el mito de la cultura de la cancelación, Tony es el último papel exitoso de los muchos que acumula Elgort.

Sean cuales sean las causas del fracaso en taquilla, algunos piensan que su previsible carrera en los Oscar –que se celebrarán el próximo mes de abril– le darán un buen empujón. Spielberg no se ha pronunciado al respecto. Lo único que ha dicho y que parece quedar claro en el making of es que “no había sentido esa sensación tan intensa y maravillosa desde que rodé E.T”. ¿Será la satisfacción más poderosa que la ambición?

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