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Manuel Castells: La crisis de legitimidad de Europa se resuelve con “identidades proyecto”

El sociólogo Manuel Castells en La Nau de la Universitat de València

Laura Martínez

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Manuel Castells cree que debemos replantear Europa para salvarla. De otros y de sí misma. El proyecto europeo es “la construcción más audaz de la historia contemporánea”, al poder unir países cuya principal conexión era la de haberse matado durante siglos. Era, para Castells, un proyecto defensivo, contra la Unión Soviética, la tiranía tecnológica de Estados Unidos y el nuevo peligro amarillo que dibujó Napoleón: el auge de las potencias asiáticas. Europa era la búsqueda de una alianza sólida capaz de resistir, pero también un proyecto utópico de solidaridad y derechos humanos, “un oasis de esperanza para la humanidad”. 

El sociólogo, economista y profesor, expuso su tesis para la salvación de la unión del viejo continente en el paraninfo de la Universitat de València, de la que es doctor honorífico, ante un público ansioso por plantear sus dudas sobre la Europa que vivimos. Comenzó por el diagnóstico: “Si no la reimaginamos, está muerta”.

Europa es una buena idea mal ejecutada, una estructura frágil posiblemente incapaz de resistir las sucesivas sacudidas. La misma unión que quería ser un oasis democrático y solidario se encuentra hoy en su seno a partidos ultranacionalistas xenófobos y antieuropeos, que rompen el principio de que todos los humanos somos iguales en derechos. Son fuertes en Finlandia, Holanda, Francia, Polonia, la República Checa, en Italia y lo fueron en Grecia, donde han sido prácticamente borrados del mapa político.

Para el académico, el problema es de raíz. “El déficit europeo es democrático. [Europa] se impuso desde arriba”, así que nunca terminó de cuajar. Mientras se repartían fondos entre países no había conflicto, pero la crisis financiera evidenció unas carencias que resquebrajan la alianza. Las políticas de austeridad que ahogaron a algunos países provocaron una crisis de legitimidad, con la percepción de que la crisis económica se había gestionado en beneficio de las élites financieras. “La construcción basada en el euro no era sostenible, no puede haber moneda común sin sistema financiero, tributario y bancario común”, apuntaba el profesor. 

El principio de solidaridad comenzó a resquebrajarse con los rescates a los países del sur. La Europa norte comenzó a hablar de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, agrupando a los países bajo las siglas que significan 'cerdos') y a señalar a los países mediterráneos como los vagos que “gastan el dinero en alcohol y mujeres”. Esa solidaridad fue resquebrajándose hasta llegar al referéndum británico, el Brexit, donde la mayoría de Inglaterra -que no Escocia o Irlanda- votó por salirse de la Unión Europea, lo que “abrió la veda” a los ultranacionalismos xenófobos, según el profesor. La segunda gran crisis que hace tambalear Europa es la de los refugiados y la inmigración, otra crisis de solidaridad y los valores humanitarios. El detonante del Brexit fue, para el profesor, el rechazo a la inmigración del Este, no a la extracomunitaria; rechazaron “a los europeos que llegaban con los mismos derechos”.

Los movimientos neofascistas se cuelan en las grietas de una construcción frágil que ya se está tambaleando. Y en esta estructura entran en juego los intereses geopolíticos. Para Castells, Trump y Putin se benefician de la debilidad europea, mientras que para China es un mercado aliado. Por ello ambos buscan la desestabilización; el segundo “apoyando a Salvini”, y “los amigos” del primero, financiando a Steve Bannon, el gurú de la extrema derecha occidental. El plan de Bannon pasaba por conseguir el control del 25% de los europarlamentarios, cifra suficiente para bloquear iniciativas, pero sólo consiguió el 10%. Desde entonces, está desaparecido.

Dibujado el trayecto, queda marcar el rumbo. “La Unión Europea es frágil y si no la reinventamos no tiene legitimidad suficiente para aguantar los embates del nacionalismo”, sentencia el académico. ¿Cómo? Con las “identidades proyecto”, un término que ha acuñado en sus últimas investigaciones. Si Europa quiere sobrevivir como alianza debe reconstruirse “desde abajo” en torno a proyectos compartidos que consigan que el ciudadano vuelva a confiar en la alianza. No se trata de inventarlos, apostilla, sino canalizar y formalizar los que ya hay. “El feminismo es un proyecto cada vez más hegemónico”, apostaba el sociólogo, que lo establece como la antítesis de los movimientos de Salvini y Trump, como el ecologismo, que denomina “nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza”.

En otra bandeja, ubica la “solidaridad con la especie, que significa rescatar náufragos” del Mediterráneo, el reconocimiento de “las identidades nacionales compatibles” con el Estado-Nación y la “nueva sociedad digital” que debe incluir la alfabetización como herramienta contra las fake news. Así, considera Castells, si Europa es una plataforma de defensa del feminismo, ecologismo y los derechos humanos, conseguirá la legitimación para ser fuerte.

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