De Madrid a Sofía y Bucarest: cómo se disparó la mortalidad durante la pandemia en cada región de Europa

Desde la llegada de la COVID-19, Europa ha vivido un aumento de la mortalidad que no se había observado en décadas. En dos años, entre enero de 2020 y diciembre de 2021, fallecieron casi 1.300.000 personas más de lo que es habitual en la Unión Europea, según los datos de mortalidad semanal por regiones del Eurostat, la base de datos más actualizada a este nivel, analizados por elDiario.es.

Partes de Polonia, Bulgaria y Eslovaquia experimentaron las mayores anomalías en los registros de fallecimientos. En algunas de sus regiones, el exceso de mortalidad medio los últimos dos años fue cercano al 30%. Muy cerca están las regiones de Madrid, Lombardía (Italia) o Bucarest (Rumanía) en niveles de sobremortalidad. Este indicador mide, en porcentaje, la diferencia de los decesos en 2020 y 2021 respecto a la media de los años 2016-2019.

Es una cifra que permite ver con más precisión las consecuencias de la pandemia, ya que contabiliza todas las muertes causadas por la COVID-19, incluso las de aquellas personas que fallecieron debido al virus pero que no fueron incluidas en los registros oficiales por no haber contado con una prueba positiva.

Los dos años de pandemia, sin embargo, han afectado Europa de forma desigual. Mientras en 2020 las regiones con mayor exceso de mortalidad estuvieron muy concentradas en Italia y España, en 2021 las peores cifras de decesos por encima de lo normal se registraron en muchos países del este del continente, donde la campaña de vacunación quedó más atrasada.

Los primeros focos de contagio, en la primavera de 2020, estuvieron en el norte de Italia y el centro de España. El primer año de la pandemia dejó en la Lombardía casi 40.000 fallecidos más de lo que es habitual. Su exceso de mortalidad llegó al 39% en 2020. Tres regiones lombardas superaron el 50% de exceso ese año.

Y es que la entrada abrupta de un desconocido coronavirus a Europa dejó cifras de mortalidad muy elevadas en períodos de tiempo muy cortos. En marzo de 2020 había poca información sobre la transmisión de la COVID-19 y los contagios, algunos de los cuales finalizaron en decesos, se produjeron en entornos sin mascarilla ni distancia social. Estas situaciones dejaban vía libre a un virus contra el cual la población todavía no tenía ningún tipo de defensa.

En ese contexto, la Comunidad de Madrid fue la región de Europa que registró la semana con el peor exceso de mortalidad. Entre el 30 de marzo y el 5 de abril de 2020, con los hospitales colapsados, murieron en la región más de 5.000 personas cuando lo normal es que fallecieran menos de 1.000. Esto es un exceso de mortalidad casi del 500%. El confinamiento paró el primer golpe y, a finales de mayo, las muertes volvieron a las cifras habituales.

Después de la primera ola, ni en otoño de 2020 ni en todo 2021, ninguna otra región de la Unión Europea llegó a registrar cifras tan elevadas en una sola semana. Las restricciones de movilidad y las limitaciones de contactos sociales tuvieron su efecto sobre las hospitalizaciones y la mortalidad. Pero el coronavirus siguió causando más defunciones de las esperadas en otras regiones del continente.

A principios de noviembre, la pandemia azotaba Polonia y su gobierno endurecía las restricciones como el cierre de la hostelería y de los centros educativos para evitar de nuevo un confinamiento total. En ese momento el exceso de mortalidad superaba el 160% en una sola semana en dos regiones del sureste del país.

A finales de ese mes, los efectos más graves de la COVID-19 se vivieron en Bulgaria, donde también se impuso un confinamiento parcial con el cierre de restaurantes, centros comerciales y escuelas. En todas las regiones de este país se duplicó la mortalidad respecto de lo habitual durante alguna semana de noviembre, algo que también sucedió en una región del norte de Grecia, que limita con el país búlgaro. 

En 2021 algo hizo cambiar la evolución de la pandemia: la campaña de vacunación. Los contagios siguieron subiendo y bajando en diversas olas, pero el aumento de la transmisión ya no implicaba el mismo crecimiento en las hospitalizaciones y las defunciones. Aún así, se continuaron registrando cifras de mortalidad muy por encima de lo normal en Polonia y Bulgaria, además de Eslovaquia, República Checa y Rumanía, que vivió su peor ola de fallecidos en octubre de 2021. 

En estos países la administración de vacunas contra la COVID-19 quedó más atrasada. Mientras en los países de la Europa Occidental la mortalidad bajó de la mano de la vacunación, especialmente de la población más vulnerable, en los países del Este se volvió a observar un aumento de la mortalidad en primavera y en otoño.

Aún a día de hoy, Bulgaria no ha administrado la pauta completa ni al 30% de sus habitantes; en Rumanía la tasa es del 42%; y en Eslovaquia, Polonia y la República Checa, aunque se ha superado la mitad de la población completamente vacunada, no se llega a los dos tercios. Las tasas de vacunación son, respectivamente, del 51%, 59% y 64%.

Haciendo recapitulación de los dos años de pandemia, la mayoría de regiones que han acumulado una mortalidad más elevada respecto a lo habitual están en el este. En todas las regiones de Polonia y Bulgaria, el exceso de mortalidad medio de los últimos dos años se ha situado por encima del 20%. También aparecen varias regiones de Eslovaquia, República Checa y Rumanía entre las más afectadas en total, aparte de las regiones francesas de ultramar de Mayotte y Guadalupe. 

En este ranking destaca la Comunidad de Madrid, que es la undécima región europea con un mayor exceso de mortalidad media en los dos años y la primera fuera de los países mencionados. Su elevada cifra se da, principalmente, por los fallecidos registrados en la primavera de 2020. En el primer año de la pandemia la comunidad tuvo un 45% más de defunciones de lo usual, mientras que en 2021 el exceso fue mucho menor, del 7,6%. Estos datos dejan a Madrid como la región donde la diferencia de exceso de mortalidad entre los dos años de pandemia ha sido mayor.