Sobre las ocho de la mañana (hora española) del miércoles, Salah Al-ashkar aparecía conectado en el chat de Facebook tratando de informar sobre la situación de la ciudad donde está atrapado, pero no duró mucho. La conexión intermitente es una de las pocas formas de comunicación entre quienes permanecen Alepo y esperan a ser evacuados y el resto del mundo. Especialmente las familias y amigos en el exilio, que durante estos días viven enganchadas a sus dispositivos móviles a la espera de recibir noticias de los suyos.
“El problema es que no podemos contactar con muchos de ellos ahora, no sabemos si han salido de la ciudad o no”, decía preocupada este miércoles Hayma, una joven activista siria desde Inglaterra.
Tras una tregua pactada entre rebeldes y el régimen sirio, muchos civiles se preparaba este miércoles al amanecer para subirse a la primera tanda de autobuses que iban a iniciar la evacuación de civiles en Alepo. Pero la salida de los autocares fue suspendida debido a la reanudación de ataques y vuelta a las hostilidades. Hoy, la incertidumbre ante la evacuación de civiles se mantiene.
“Estoy muy preocupado sobre la evacuación”, confiesa Hussein (nombre ficticio), un joven sirio de 28 años que tuvo que huir de Alepo un par de años atrás y que ahora vive en la ciudad fronteriza de Gaziantep, en Turquía, donde estudia y trabaja como periodista.
Ante la falta de noticias, Hussein publicaba en su Facebook la sensación que muchos otros sirios del exilio comparten: “Están siendo las horas más largas de mi vida”.
Jamil conoce bien esta agonía en la distancia. Vive en Madrid, pero se mantiene conectado 24 horas para seguir la pista de los suyos. En Alepo están sus primos, amigos de la infancia y un hermano que forma parte de los Cascos Blancos, el grupo de defensa civil siria que asiste a las víctimas tras los bombardeos.
Jamil ha podido hablar con él. En su conversación, el pequeño de los hermanos lamentaba al otro lado del teléfono que “las calles de Alepo están llenas de muertos y no tienen sitio para enterrarlos. Sólo hoy se han registrado más de 150 fallecidos”. Prefiere no dar la identidad de su hermano, un joven de 29 años que antes de 2011 era diseñador de interiores y ahora se dedica a salvar vidas entre escombros.
Jamil vive pendiente de lo que sucede en Siria pero esta semana se siente “especialmente preocupado”. Las noches se tornan aún más complicadas. “Me quedé despierto hasta las seis de la mañana esperando noticias nuevas, saber si iban a ser evacuados, pero finalmente Asad ha roto el pacto y no han podido salir de allí”.
“Vivimos con miedo”
Con el paso de las horas, aumentaba la incertidumbre. Cada vídeo, llamada o noticia que llegaba desde la ciudad sitiada, era menos esperanzadora.
“Un misil acaba de caer en el tejado de mi edificio. Ahora la gente que está esperando los autobuses [para la evacuación] tienen que regresar y encontrar refugio otra vez”, escribía Salah Al-ashkar este miércoles en sus redes sociales junto con un vídeo en el que aparecía él mismo y se podían escuchar los ruidos de los bombardeos que rompían el silencio del amanecer.
Más de diez horas después de su primer mensaje, Salah logra conectarse de nuevo desde Alepo y prosigue su conversación con eldiario.es. “La vida aquí es dura y no disponemos de las necesidades básicas, no hay agua, no hay comida, no hay tratamiento médico”, describe el joven, graduado en Económicas por la Universidad de Alepo. La guerra le empujó a convertirse en periodista independiente y colaborador de medios internacionales. Sus vídeos han dado la vuelta al mundo a través de las pantallas móviles y, por eso, aprovecha cada minuto de conexión para contar al mundo la situación de la ciudad siria.
“El riesgo de morir o de resultar herido me acompañan continuamente, los proyectiles caen diariamente sobre nosotros y los aviones de combate nunca abandonan el cielo”, añade.
“El proceso de desalojo se ha convertido en una necesidad para salvar al resto de la ciudad, vivimos con el miedo de que las fuerzas del gobierno nos arresten o nos maten”, confiesa.
Durante la jornada del miércoles, el contacto con Salah y otros jóvenes resultó muy complicado. También para sus amigos que viven fuera del país, quienes explican que la gente situada en la ciudad sitiada “aprovecha cada resquicio de internet para colgar rápidamente sus vídeos en la red”.
Una de ellas es Lina Shamy, una trabajadora del proyecto Kesh Malek , que instaló escuelas escondidas en sótanos de la ciudad, donde se encargaba de organizar las actividades y el material escolar de los alumnos y alumnas. Ahora poco queda de esos colegios clandestinos: los intensos ataques de las fuerzas de aviación rusas y del gobierno sirio les forzaron a cerrarlas, según han denunciado.
“Asad e Irán han roto el alto al fuego, han vuelto a atacar a los civiles y continúa el genocidio”, decía Shamy en un vídeo. Avisaba así sobre la suspensión del acuerdo entre Asad y los rebeldes, para permitir la evacuación de cerca de miles de civiles y combatientes.
Tras horas de ataques, en lo que estaba previsto ser un día de calma y desalojo, Haleem Kawa, un fotógrafo veinteañero, colaborador ocasional con el proyecto de colegios escondidos, lanzaba otro mensaje:
Tras el acuerdo fallido del miércoles, esta madrugada se ha pactado un nuevo alto el fuego para permitir la entrada de los autobuses destinados para la evacuación.