Durante años, Evalina Dias ha combatido el racismo en Portugal con uñas y dientes. Sin embargo, en las últimas elecciones se hizo evidente lo mucho que queda por hacer: el partido de extrema derecha Chega, cuyo líder tiene opiniones descritas por un político de la oposición como “a menudo xenófobas y racistas”, se vio catapultado a las más altas esferas del poder del país. “No daba crédito”, dice Dias, miembro de la junta directiva de Djass, la Asociación de Afrodescendientes de Portugal. “No teníamos ni idea de que en Portugal hubiera tantas personas racistas. Es como si hubieran estado escondidas”.
Los comicios del 10 de marzo dieron como resultado un parlamento profundamente fracturado, en el que la extrema derecha parece dispuesta a desempeñar un papel destacado. La coalición de centroderecha Alianza Democrática, formada por el Partido Social Demócrata (PSD) y dos partidos más pequeños, se ha alzado con la victoria con 80 escaños en la asamblea de 230.
El Partido Socialista, que ha gobernado el país durante los últimos ocho años, quedó en segundo lugar. Pero ha sido el tercer clasificado, Chega –cuyo número de escaños se ha cuadruplicado, pasando de 12 a 50– el que ha llamado la atención en todo el continente. “Es una gran amenaza para nosotros”, dice Dias. “Es una amenaza para todas las personas que no son blancas en Portugal y es una amenaza para la democracia”.
Pocos pueden predecir lo que vendrá ahora. El líder del PSD, Luís Montenegro, ha descartado repetidamente cualquier acuerdo con Chega, alegando las opiniones “a menudo xenófobas, racistas, populistas y excesivamente demagógicas” de su líder, André Ventura. El líder de los socialistas, Pedro Nuno Santos, ha alertado a su partido de que no puede ignorar el mensaje enviado por más de un millón de personas que votaron a Chega. De hecho, tras conocer los resultados electorales, dijo: “No es que el 18% de los portugueses sean racistas, pero hay muchos portugueses enfadados”.
Días no está de acuerdo. “Para nuestra asociación, el millón de votos que obtuvo es un millón de votos racistas”, subraya. Su opinión está respaldada por la constante retórica que Ventura ha mantenido desde que fundó Chega hace cinco años. En 2020, pidió en un mensaje difundido en sus redes sociales que Joacine Katar Moreira, en aquel momento una de las tres diputadas negras del Parlamento, fuera “devuelta a su país”. Ventura señaló más tarde que era una publicación “evidentemente irónica”.
Dias atribuye el éxito de Chega a la incapacidad del país para abordar adecuadamente el racismo. “No hablamos de ello, no lo debatimos, los portugueses dicen: 'No somos racistas'”, afirma. Chega ha aprovechado este vacío para convertir a las diversas comunidades del país en los chivos expiatorios de todos los males, a pesar de que los datos demuestran que los inmigrantes contribuyen a las arcas públicas de Portugal casi siete veces más de lo que reciben.
Ataques a la comunidad gitana
Al principio de su carrera política, Ventura consiguió notoriedad nacional con una serie de ataques sostenidos a la comunidad gitana, acusándola de aprovecharse de las prestaciones sociales y alegando que existe un “problema crónico” de “delincuencia y violencia” en esta población. “Es una gran mentira”, dice Bruno Gonçalves, de Letras Nómadas, una organización de base que apoya a la comunidad gitana. En su opinión, hace mucho tiempo que Ventura aprovecha la animadversión del país hacia las personas gitanas para ganar votos. “Sabe que los gitanos son la primera bandera que hay que ondear para que escale el odio”.
Cerca de un tercio de la comunidad gitana del país, integrada por 50.000 personas, vive en viviendas inadecuadas y su esperanza de vida es diez años menor que la de los demás portugueses, explica. “Sentimos el racismo a diario”, añade Gonçalves: “Hace cinco siglos que vivimos en Portugal y hay muchas asimetrías que siguen provocando situaciones de desigualdad”.
A pesar de todo, la situación había empezado a mejorar en los últimos años. Los ayuntamientos habían empezado a incluir a las personas gitanas en sus políticas, se habían puesto en marcha iniciativas educativas y se había presentado una estrategia nacional para la integración de los pueblos gitanos.
Sin embargo, cuando Chega intensificó sus ataques, estos esfuerzos se paralizaron. Gonçalves cree que los políticos empezaron a ponerse nerviosos y a analizar los riesgos de seguir apoyando a la comunidad gitana. “Temen perder votos”, dice. “Se estaban impulsando proyectos realmente buenos, pero con la entrada en escena de Chega, la situación empeoró considerablemente...”.
Contra los musulmanes
Otra comunidad atacada por Ventura son las decenas de miles de musulmanes que viven en el país. El líder de Chega califica la migración procedente de países de mayoría musulmana de “peligro para nuestras mujeres y nuestras ciudades” y pide una reducción drástica de la presencia musulmana en la Unión Europea.
Mahomed Iqbal, líder de la Comunidad Islámica de Lisboa (CIL) reconoce que el hecho de que Chega haya cuadruplicado sus resultados se percibe “con preocupación”. “Tienen más de un millón de votantes. Y eso nos sorprendió un poco”, dice. Atribuye parte del aumento del apoyo a la fatiga de los votantes con los dos partidos que han dominado la política del país desde la llegada de la democracia. “Una parte del apoyo a Chega, por no decir la mayor parte, procede del voto protesta”, afirma.
La comunidad musulmana del país lleva tiempo haciendo todo lo posible por tender puentes con Chega, y la junta directiva aceptó por unanimidad una petición de 2022 de este partido para visitar la mezquita principal de la ciudad, haciéndose eco del tipo de visitas que ofrece regularmente al público, a otros partidos políticos y a estudiantes de todo Portugal.
Una delegación de siete representantes de Chega visitó durante 90 minutos un complejo deportivo utilizado por varios equipos del barrio y conoció los programas de divulgación de la mezquita, incluido uno que, en aquel momento, ofrecía cientos de comidas gratuitas cada 15 días a todo aquel que se acercara. Aunque Ventura no estaba en la delegación, Iqbal cree que la visita fue una oportunidad para mostrar el orgullo de la comunidad por ser europea, portuguesa y musulmana. “Al visitar la mezquita, al menos tuvieron la oportunidad de ver con sus propios ojos de qué se trata exactamente, quiénes somos y cómo nos comportamos”. Explica que los miembros del partido parecían estar “un poco sorprendidos” por lo que vieron. “De hecho, lo reconocieron ellos mismos”, dice.
La visita dejó entrever una de las formas en que las comunidades de Lisboa pretenden hacer frente al auge de la extrema derecha. “Durante siglos hemos llevado otro nombre dentro del nuestro y es el de resistencia”, dice Gonçalves. “La palabra resistencia corría por las venas de mis antepasados. No vamos a permitir nunca que un Chega, o un André Ventura, nos aniquilen”.
Traducido por Emma Reverter.