La ayuda humanitaria no llega a los civiles en un Sudán “al borde de la catástrofe”

Han pasado casi tres semanas desde que estallaron los combates en Jartum entre las tropas del Ejército sudanés y la principal fuerza paramilitar, pero aún no ha podido ser distribuida la tan necesaria ayuda humanitaria en las zonas más afectadas por la violencia, donde escasea el agua, la comida y otros suministros básicos, y muchos hospitales no están funcionando.

Desde el comienzo de los choques en la capital, que se han extendido a otras zonas del extenso país incluida la conflictiva región de Darfur, la ONU y ONG han podido evacuar a buena parte de su personal -principalmente los extranjeros-, pero no han logrado distribuir ayuda y llegar a los más necesitados. El secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y coordinador de Socorro de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths, ha visitado este miércoles Sudán para obtener garantías de las dos partes en conflicto para acceder a los civiles atrapados en el fuego cruzado.

Garantías para acceder a los necesitados

Griffiths ha afirmado desde Puerto Sudán, a orillas del Mar Rojo, que la ONU “puede y debe” llegar a las diferentes partes de Darfur (oeste) y a la capital, pero para ello necesita “acceso, puentes aéreos y que los suministros no sean robados”, como ya ha ocurrido en varias zonas e instalaciones de Naciones Unidas. Según Griffiths, seis camiones del Programa Mundial de Alimentos (PMA) han sido saqueados el miércoles “a pesar de las garantías de seguridad” de las partes beligerantes. La ONU quiere contar con el “compromiso público y claro” del Ejército sudanés y de las FAR, más allá de las treguas que han pactado en los pasados días y del nuevo alto el fuego que comenzó este jueves. Ninguna tregua, sin embargo, ha conllevado un cese de hostilidades total. En Darfur, incluso han aumentado los ataques.

También el jefe de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) ha pedido que paren las hostilidades, las cuales han exacerbado la crisis humanitaria en Sudán y han llevado al país “al borde de la catástrofe humanitaria”. António Vitorino ha informado en un comunicado de que la OIM ha establecido seis almacenes en cinco regiones de Sudán y preparado más de 10.000 kits de emergencia en todo el país, y planifica la llegada de más ayuda a través de Puerto Sudán, donde la ONU ha reubicado su base de operaciones. 

Los actores humanitarios independientes se encuentran en la misma situación, como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que hace varios días envió a Puerto Sudán el primer cargamento de material médico y aún está trabajando con las autoridades locales y la Media Luna Roja Sudanesa para distribuirlo “en base a las necesidades”.

“Mientras las hostilidades continúen, los equipos del CICR necesitan garantías de paso seguro por las partes en conflicto para entregar ese material a los centros médicos en localidades donde hay combates, como Jartum”, explica desde Ginebra a elDiario.es Crystal Ashley Wells, una portavoz del CICR. “Estamos en contacto con ambos bandos para obtener las garantías de seguridad para acceder a las instalaciones sanitarias y otros servicios” que el CICR apoya, agrega. Este miércoles, la ONG y sus socios locales pudieron entregar material sanitario del que ya disponía en Sudán a un centro médico y esperan poder llegar a otros en los próximos días.

Crisis humanitaria

El Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) ha denunciado que sus almacenes y oficinas han sido asaltadas y saqueadas en Sudán, mientras que los combates han obligado a interrumpir el “tratamiento vital” para más de 50.000 niños que sufren malnutrición aguda grave. “Sin este tratamiento, podrían no sobrevivir”, ha advertido la representante de UNICEF en Sudán, Mandeeb O’Brien.

Incluso antes de que estallara la violencia, el pasado 15 de abril, unos ocho millones y medio de niños necesitaban ayuda: Sudán tiene una de las tasas más elevadas de malnutrición infantil, con más de tres millones de niños severamente malnutridos, según UNICEF. En medio de la actual crisis, el acceso a alimentos, agua y otros suministros básicos es aún más difícil, y los precios han aumentado entre un 40 y un 60%. El PMA ha alertado de que “más de 15 millones de personas se enfrentaban a una grave inseguridad alimentaria en Sudán antes de este conflicto” y que esos números “aumentarán significativamente a medida que prosigan los combates”. El programa de Naciones Unidas ha reanudado sus operaciones y se dispone a asistir a 300.000 personas en el este de Sudán, después de que suspendiera su actividad por la muerte de tres miembros el 15 de abril, cuando estalló la guerra entre los generales Abdelfattah Al Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’.

Desde entonces, han muerto 528 personas y casi 4.600 han resultado heridas, según el Ministerio de Salud de Sudán, citado por la OCHA en su último boletín del 2 de mayo. Los combates se han registrado en zonas urbanas muy pobladas, sobre todo al principio, lo cual ha afectado directamente a los civiles y ha dañado las infraestructuras.

Hospitales sin suministro

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que más de dos tercios de los hospitales no están operativos debido a ataques directos, ocupación por parte de uno de los dos bandos, falta de luz y agua, o combustible para los generadores y, lo más importante, la falta de medicamentos. El día 2 de mayo anunció la llegada de 80 toneladas de material sanitario a Puerto Sudán para distribuir a los centros médicos sudaneses “que necesitan urgentemente continuar operando”. Según el Sindicato de Médicos sudaneses, sólo 29 hospitales importantes de la capital y otras regiones funcionan de forma total o parcial, y algunos sólo pueden ofrecer primeros auxilios.

El centro de cardiología Al Salam de la ONG italiana Emergency es uno de los pocos que ha podido seguir operando en un barrio de Jartum, alejado de las áreas más afectadas por la violencia, cuenta a elDiario.es Daniela Rocchi, responsable del servicio de perfusión -que garantiza el flujo sanguíneo en las operaciones de corazón. “Afortunadamente, el hospital es completamente autónomo: tenemos nuestro pozo de agua, nuestros paneles solares y un banco de sangre”, por lo que ha podido seguir atendiendo a una parte de los pacientes, incluso a operar a corazón abierto a dos de ellos, de siete y 15 años, que eran casos “urgentes”.

Sin embargo, la actividad se ha visto reducida, al igual que el personal: Rocchi es una de los siete empleados extranjeros que ha decidido quedarse en Sudán, a pesar del conflicto, y de los 550 sudaneses, muchos no pueden acudir al hospital porque no hay transporte, no hay combustible y es peligroso -detalla-, mientras que los que estaban trabajando cuando estalló la violencia han estado durmiendo en el centro desde el 15 de abril.

“Estamos intentando, dentro de nuestras posibilidades, que el hospital siga abierto” y “siga ofreciendo la terapia anticoagulante”, necesaria para algunos pacientes, que habitualmente acuden al centro o reciben asistencia telefónica pero, en estas circunstancias, “no pueden venir ni comunicarse”, dice, porque la red telefónica a veces está fuera de servicio. “Tenemos bastante material médico almacenado y, como estamos utilizando menos porque la actividad ha disminuido, los suministros van a durar más, pero no sé cuánto tiempo”, admite la especialista, deseando que se abran corredores humanitarios para los suministros y las personas. “El principal problema para los pacientes es llegar hasta el hospital”, considera, aunque muchos necesiten asistencia médica.

“La situación humanitaria es terrible ahora mismo, pero el verdadero problema vendrá después”, lamenta Rocchi, quien afirma no haber visto una crisis tan grave en Sudán desde que empezó a trabajar en Al Salam, en 2007. “No tiene precedentes ni se puede comparar a lo ocurrido en los años pasados”, apunta, desde el derrocamiento del dictador Omar Al Bashir en abril de 2019.