Los disparos en Sudán cogieron por sorpresa a los trabajadores del Programa Mundial de Alimentos (PMA) destinados en el distrito de Kabkabiya en la región de Darfur Norte. Tres de ellos fallecieron esa misma tarde y otros dos resultaron heridos. En el aeropuerto Jartum, uno de los epicentros de los primeros combates, uno de sus aviones de ayuda humanitaria ha sido dañado.
La muerte de los trabajadores humanitarios ha llevado a la ONU a anunciar el lunes la suspensión temporal de los 250 programas de sus distintas agencias en el país, ante la falta de seguridad. Entre ellos está el PMA, que en 2022 asistió en Sudán a más de nueve millones de personas. A estas muertes se les suma la denuncia de abusos sexuales contra trabajadoras de la ONU en Darfur.
El intento de golpe de Estado ha derivado en un conflicto abierto entre el Ejército, liderado por Abdel Fatá al-Burhan, y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido comandado por su segundo, Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hedmeti. Los combates se han cobrado 330 víctimas mortales y han causado 3.200 heridos en menos de una semana, según la OMS.
“Los trabajadores humanitarios son neutrales y nunca deben ser un objetivo”, reclamó Cindy McCain, directora ejecutiva de la organización. Ante la consulta, desde el PMA han anunciado a este diario que no están ofreciendo más comentarios al respecto.
Una situación humanitaria crítica
Conforme han avanzado los días, la situación ha empeorado para las organizaciones humanitarias. El lunes, Save the Children anunció el robo de material médico, portátiles y coches en Darfur. El martes, Médicos Sin Fronteras (MSF) alertó de que habían saqueado su sede en Nyala, capital del estado regional de Darfur Sur, llevándose consigo medicinas, vehículos y material de oficina. “Es una situación sin precedentes”, dice a elDiario.es por teléfono desde Nairobi Jairo González, director ejecutivo de MSF en el este de África. “No tenemos las garantías de seguridad mínimas”.
Médicos Sin Fronteras tiene más de mil trabajadores distribuidos por diez Estados regionales de Sudán. “Nuestra preocupación por nuestro equipo es máxima”, asegura González, quien dice que sus equipos de momento sí están pudiendo trabajar en Kamala, en el este del país, pero que es casi imposible hacerlo en Jartum, la capital, y la región de Darfur, al oeste del país. “Toda la respuesta humanitaria está gravemente paralizada por la inseguridad global”, asegura.
La organización internacional sí mantiene operativo su hospital de El-Fasher, en Darfur Norte, donde han podido atender a 279 heridos, de los que 44 han fallecido. Allí pudieron llevar material el pasado sábado desde las instalaciones de su proyecto de ayuda en marcha desde antes del estallido del conflicto.
La asistencia internacional se obstaculiza por el cierre del espacio aéreo y el control de carreteras por militares. “Entre ciudades es imposible moverse, estamos respondiendo con los stocks y farmacias en los sitios. El logro es mover cuatro calles con medicinas al hospital. Olvídate de grandes distancias”, asegura González.
En Jartum, el sistema sanitario “ha superado el estado de colapso”, según el Dr. Ahmed Abbas, del Síndicato de Doctores de Sudán (SDS). En la capital viven más de seis millones de personas y este jueves ya solo quedaban en funcionamiento cinco de los 59 hospitales. Nueve de ellos fueron bombardeados y 16 evacuados ante la amenaza incesante de un ataque, según el SDS. Otros, como el Hospital Bahri al norte de la ciudad, se cierran por cortes de luz y agua corriente. Save The Children anunció que la falta de electricidad ha roto la cadena de frío y ha estropeado material sanitario como vacunas, antibióticos e insulina.
Necesidad urgente
El pasado martes, Al-Burhan y Hemedti anunciaron por separado haber aceptado una tregua de 24 horas demandada por la comunidad internacional para permitir la salida de civiles y la entrada de ayuda humanitaria, pero nunca llegó a producirse.
“Las partes del conflicto no están respetando las treguas. Nuestros equipos han escuchado combates igual de intensos”, afirma González, quien asegura que a pesar de las dificultades para trabajar desde MSF no han considerado todavía suspender operaciones en el país.
La dificultad para moverse complica también el cálculo del número real de víctimas, ya que muchas permanecen en sus casas. “La dimensión de los heridos y los muertos se nos puede ir de la cabeza”, dice el director ejecutivo de MSF en el este de África.
La imposibilidad de salir de casa hace que los sudaneses hayan recurrido a las redes sociales para organizarse ante la necesidad de asistencia médica y servicios básicos. “Necesidad urgente de oxígeno para un bebé recién nacido. El niño nació hace cuatro días. Comparte, hermano”, tuiteó el pasado lunes la sudanesa Samar Salah. “¡Urgente! 29 civiles incluyendo niños están atrapados en sus edificios en Jartum entre disparos se están quedando sin agua y comida”, compartió otro usuario. La falta de agua potable en las viviendas desde el pasado sábado y el cierre de supermercados empuja a los vecinos a recurrir a pozos de la ciudad, e incluso al río Nilo, para conseguir agua para beber.