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En bicicleta y a veintidós grados bajo cero: así llegan los refugiados a la frontera con el este de Finlandia

Un grupo de migrantes llega en bicicleta al puesto fronterizo de Salla, Finlandia, el pasado 21 de noviembre.

Òscar Gelis Pons

Copenhague —

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“Bienvenidos a Salla, en medio de la nada”. Así es como se presenta la oficina de turismo de esta ciudad situada por encima del círculo polar ártico y rodeada de bosques infinitos en la Laponia. A pesar de la distancia con todo y el inhóspito clima invernal, en las últimas semanas esta localidad, junto con el resto de puestos fronterizos que delimitan Finlandia con Rusia, se ha convertido en un nuevo punto de tensión migratoria en los bordes de la Unión Europea. Según la guardia fronteriza finlandesa, en el mes de noviembre han llegado 700 solicitantes de asilo cruzando la frontera oriental desde Rusia. El número de llegadas supone un aumento significativo respecto a las cifras normales, que suelen oscilar entre cero y 10 al mes.  

Los últimos 60 solicitantes de asilo llegaron a Salla el jueves por la tarde, justo antes de que el gobierno finlandés cerrara siete de los ocho puestos que se encuentran a lo largo de los 1.340 kilómetros de frontera. La medida fue anunciada el pasado miércoles por el primer ministro del país, Petteri Orpo, después de que desde el 18 de noviembre se cerraran los cuatro pasos fronterizos del sudeste. La medida estará en vigor al menos durante un mes. El único paso que todavía sigue abierto es el de Raja-Jooseppi, situado en el extremo norte del país y que es el más complicado de alcanzar por carretera en invierno.  

Mal equipados para el frío

En Salla, la llegada de solicitantes de asilo ha sido constante a lo largo de la semana pasada, según ha ido informando la cadena de televisión pública YLE. La mayoría eran hombres jóvenes provenientes de Siria, Yemen, Iraq o Somalia. Según los medios locales, iban simplemente equipados con ropa ligera de invierno, del todo insuficiente para hacer frente a las temperaturas de menos 22 grados que se han registrado en Salla durante los últimos días. Las imágenes de los refugiados resbalando por una carretera cubierta de nieve delatan que los migrantes llegaban muy poco preparados para hacer frente al invierno de la Laponia. Al cruzar a territorio finlandés, la Cruz Roja y los servicios de emergencia han desplegado tiendas térmicas donde sirven sopas y bebidas calientes para evitar las hipotermias.  

Uno de los hechos más llamativos es que los refugiados llegan a la frontera montando en bicicletas, algunas de ellas demasiado pequeñas para un adulto y que después quedan amontonadas al lado de los centros de solicitud de asilo. Esto se debe a un antiguo acuerdo entre los dos países para que solamente se permitiera cruzar la frontera con un vehículo, incluido las bicicletas, pero no a pie. A pesar de que en las últimas semanas Finlandia ha prohibido las bicicletas en la aduana, según la guardia de fronteras finlandesa desde el lado ruso se sigue dejando pasar a los migrantes a pesar de no ir en coche.  

Acusaciones contra Moscú

Desde la frontera finlandesa de Salla, la ciudad rusa más cerca es Kandalaskha, situada a 167 kilómetros, una distancia demasiado grande para ser recorrida por los refugiados en bicicleta en invierno. Así que el gobierno de Helsinki no haya dudado en señalar que detrás de la llegada de los refugiados están los planes de Rusia para desestabilizar la zona como respuesta al ingreso del país nórdico en la OTAN. En relación con esta acusación, en la última semana el periódico sueco Dagens Nyheter ha informado sobre videos publicados en Instagram y grabados en las carreteras rusas, cerca de la frontera, en los que supuestamente se ven furgonetas cargadas con bicicletas e inmigrantes dentro.  

Moscú rechaza las acusaciones. Pero el primer ministro finlandés ya avisó al Kremlin de que “Finlandia no se puede dejar influenciar, ni puede ser sacudida” con la amenaza de la inmigración. Desde el ejecutivo finlandés, formado por una coalición conservadora con la formación antiinmigración Partido de los finlandeses, se ha justificado la medida del cierre de fronteras por “la amenaza grave que representa para la seguridad nacional y el orden público”. Según un comunicado emitido por el ministerio del interior, “a medida que se intensifica la inmigración en la frontera este del país, aumenta también el riesgo que haya delincuentes o personas radicalizadas entre las personas que aspiran a entrar en el país”.

Sin embargo, la medida del cierre de fronteras ha levantado también las críticas por parte de otras instituciones estatales y organizaciones que trabajan en la asistencia de los refugiados. La defensora del pueblo, Kristina Stenman, avisó que cerrar todos los pasos fronterizos en el este y concentrar las solicitudes de protección internacional en Raja-Jooseppi “ponía en grave peligro las posibilidades reales y efectivas de garantizar los procesos de asilo”, lo que representa “un principio clave del derecho de la UE y del ordenamiento jurídico finlandés”. Más allá del cierre de fronteras, en la última semana también se han construido vallas temporales alrededor de Salla para dificultar la llegada de personas inmigrantes y refugiados, que se suman a la polémica valla permanente que Finlandia inauguró hace siete meses. Además, desde la agencia europea Frontex en la última semana se ha enviado ayuda adicional para vigilar la frontera.

En una entrevista para elDiario.es, la directora ejecutiva del Consejo Finlandés para los Refugiados, Annu Lehtinen, afirma que “los refugiados están siendo instrumentalizados de una forma u otra en esta crisis, ya que es evidente que no podrían llegar a los puestos fronterizos del norte de Finlandia por sí solos”. Para Lehtinen, con el cierre de fronteras la situación es muy preocupante, puesto que “si los refugiados no consiguen llegar a Finlandia y se quedan en la zona fronteriza sólo hay dos opciones: o Rusia se encarga, o Finlandia desmantela las barreras en la frontera y los acoge antes de que las personas se congelen”. 

Noruega, también en alerta

La situación también ha puesto en alerta a Noruega, el otro país nórdico que comparte una frontera del espacio Schengen con Rusia. Desde el puesto finlandés de Raja-Jooseppi hay una carretera que tras 150 kilómetros llega al puesto fronterizo noruego de Storskog, situado aún más al norte. De momento, las autoridades noruegas no han registrado un aumento de la llegada de refugiados hasta este punto tan boreal, “pero seguimos muy de cerca lo que ocurre en Finlandia y las medidas que se están aplicando allí”, decía hace unos días el jefe de policía de Finnmark, Tarjei Sirma-Tellefsen, en declaraciones a la cadena pública noruega NRK. El primer ministro del país, Jonas Gahr Støre, no dudó en advertir el pasado miércoles que “si hace falta, también cerraremos la frontera con Rusia”.  

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