Cine para derribar el “injusto estigma” del barrio madrileño de la Cañada Real

“Aquí en el barrio vivimos personas normales”. Demostrar lo que, para ellos, “es normal” adquiere tintes de proeza si se trata de los miles de vecinos que habitan en los 16 kilómetros que abarca la Cañada Real. Apenas 16 kilómetros separan, también, el centro de la ciudad de Madrid del mayor asentamiento irregular de España.

Una distancia marcada, dicen, por los prejuicios y el desconocimiento que hacen que, muchas veces, sus hijos prefieran ocultar dónde viven a sus compañeros de clase. Estos días se disponen a derribarla a golpe de claqueta.

Estos 16 kilómetros de brecha con “un mundo aparentemente tan lejano y tan cerca” dan nombre al Festival Internacional de Cine que se ha inaugurado este viernes en la Cañada Real. Fatiha Labdaoui, vecina del barrio, hará un hueco en sus tardes de estudio para asistir a las actividades y proyecciones de películas y cortometrajes programadas hasta el próximo 24 de septiembre.

“Es una oportunidad que se nos da contra esa visión errónea que muchos tienen de que, si entran, les va a pasar algo, pero es un barrio como cualquier otro. Hay que visualizarlo y el cine te ayuda a eso”, insiste la joven de 16 años en una conversación con eldiario.es. “Piensan que todo son drogas, delincuencia.... pero lo que hay son diferentes culturas y familias”, resume esta madrileña de padres de origen marroquí.

“No queremos una alfombra roja de quita y pon”

Las palabras de Fatiha ilustran el sentir generalizado de sus vecinos por el estigma de vivir junto a uno de los principales puntos de venta de droga del país, ubicado en el sector 6, que acapara el imaginario colectivo sobre el asentamiento madrileño. Un kilómetro y medio por el que se “estigmatiza injustamente” a todo un barrio, reitera Carlos Olalla, actor y codirector del festival.

“No queremos llegar como sabios y poner una alfombra roja de quita y pon en Cañada. Queremos que los vecinos hagan suyo el festival y mostrar el barrio como lo que es: un espacio de dignidad y riqueza cultural, lejos de la imagen que dan los medios de comunicación”, prosigue Olalla en una entrevista con este medio. “Los municipios que rodean la Cañada no conocen la Cañada. Queremos que venga gente de fuera y vea lo que es: un barrio en construcción”, añade.

El proyecto surgió como surgen las mejores ideas: “cuatro locos”, mucha ilusión y una certeza, describen, la de que la cultura es un motor de cambio social. “El año pasado nos tiramos a la piscina sin dinero y con un puñado de sueños. La gente se ha enganchado y ha tenido un éxito increíble”, comenta el actor. El festival cumple su segunda edición, pero es fruto del trabajo de años de varias ONG, entre ellas la Fundación Voces, que desde 2011 organiza talleres audiovisuales con niños y niñas en las explanadas de la zona.

Maratón de cortos 'exprés'

Este sábado, la Cañada volverá a convertirse en un enorme plató de grabación de 16 kilómetros. A partir de las 10 de la mañana, grupos de vecinos mayores y menores de edad grabarán un corto en 12 horas. La temática la elegirá, en el momento, una mano inocente: solidaridad, compromiso, machismo...“Tienen hasta las 10 de la noche para buscar el casting, el atrezzo, pensar el guión y grabar. Se monta durante la semana y se presentarán en la clausura”, explica Olalla con entusiasmo.

Los grupos contarán con el apoyo de directores y actores reconocidos, como Daniel Guzmán, Lluvia Rojo y David Ilundiain. También estarán a las órdenes de Raúl, un vecino de 15 años ya veterano en esto de las cámaras. Participó en el corto 'Superhéroes', una historia de villanos que intentan destruir la Cañada para montar “pisos de lujo” y de los héroes, entre ellos Raúl, que tratan de salvarla haciendo uso de sus poderes. 

No solo se trata de desmontar, con el cine, los “estereotipos equivocados y dañinos” que pesan sobre la Cañada Real y la convierten en un “sinónimo de marginalidad”. También consiste en aprovechar su potencial para mejorar la autoestima de los niños y niñas que viven en el barrio. Este trabajo, según explica la organización del festival en su página web, “ha logrado cambiar sus referentes, abrir sus miras, apartarlos de conductas de riesgo e incluso, en algunos casos, mejorar su rendimiento académico”.

El taller que Olalla ha impartido durante este año se ha convertido en una pequeña fábrica de sueños. Habla de Nadia (nombre ficticio), una chica de 14 años que quiere ser abogada para “ayudar a los demás”. También, del corto que han elaborado chicos y chicas de la Cañada junto a compañeros de una escuela de cine en Bombay. Durante tres o cuatro minutos los sueños vuelven a ser los protagonistas.

“Nos encontramos con una cantidad enorme de lenguas: hindi, rumano, árabe, español... Ellos decidieron que su lenguaje común iba a ser el rap. Y compusieron la siguiente rima: 'Algunas personas no quieren ver la verdad, piensan que los muros no se pueden saltar, si estamos todos juntos los vamos a derribar, si se puede soñar se puede lograr”, indica el responsable de la iniciativa.

“Al principio, cuando vino un grupo de raperos a enseñarles, iban a su bola y se reían si alguno se equivocaba. Después fueron prestando cada vez más atención, se ayudaban unos a otros sujetándose un papel para leer la letra. Se forma un espíritu constructivo, de equipo, nada competitivo. El cine es una herramienta muy poderosa y les gusta”, relata.

La transformación social a través de la elaboración de cortos es, precisamente, lo que dota de carácter internacional a la muestra, hermanada con proyectos de éxito como el Slum Film Festival de Nairobi, en el suburbio chabolista de Kibera e iniciativas similares en Dakar y Paraguay.

Cine, conciertos y coloquios

La propuesta es también, en ultima instancia, un intento de acercar el cine a una población que tiene “difícil acceso a actividades culturales” y de fomentar el diálogo entre diferentes culturas. Un total de 46 títulos figuran en la programación con un marcado componente social. Han sido elegidas por los vecinos, dentro de una selección inicial de decenas de películas. 

Entre ellas, se proyectará el documental 'Los sueños de Idomeni', para reflexionar sobre la situación de los refugiados que llegan a Europa, y tres películas marroquíes, el país invitado, para “romper ese odioso tabú de islamofobia”, esgrime Olallas. La muestra tendrá también una sede de proyecciones en la Cineteca de Madrid, para traer a la ciudad “la realidad” de Cañada.  

A las películas le acompañarán coloquios, conciertos y espectáculos, así como toda la oferta gastronómica que están preparando los residentes, volcados con la iniciativa. La tarde de este domingo, el barrio madrileño recibirá la visita del bailarín sirio-palestino Ahmad Joudeh, nacido en el campo de refugiados de Yarmouk, que bailará la coreografía 'One in a Million'. “Es muy emocionante que venga a la Cañada. Cuando el ISIS se enteró de que bailaba, lo amenazaron de muerte y él respondió bailando sobre las ruinas de Palmira”, resume el organizador.

“Parece que las obras ya llegan”

“Son 16 kilómetros habitados por personas que en muchos casos sufren dificultades socioeconómicas o viven bajo la amenaza de los derribos, pero que, en su inmensa mayoría, intentan llevar una vida lo más normalizada posible”, sostiene la organización. Los 7.300 residentes de la Cañada están a la espera de las primeras reuniones entre todos los actores implicados para aplicar el Pacto regional que sienta las bases del futuro del asentamiento, según explica Agustín Rodríguez, sacerdote de la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada.

Rodríguez también se refiere al plan de choque presentado por los vecinos a la Comunidad de Madrid para el asfaltado de algunas zonas de la Cañada Real. “Por lo que he podido leer, se ha licitado la obra de los viales. El plan de choque va lanzado y será cuestión de que se adjudique una empresa antes de que finalice 2017. Es más o menos inminente que se comiencen las obras de adecentamiento. Llevamos años coleando y parece que ya llega. Es un proceso lento”, asegura. 

“No queremos que sea algo efímero. Deben quedar mejoras”, esgrime Olallas, que se confiesa enamorado del barrio. “Veo Cañada a través de los ojos de sus niños y es una mirada idealista, limpia, preciosa”, dice. “Mucha gente me pregunta: '¿Pero no es allí donde todo está fatal y ahora tenéis un festival de cine?' No todo está tan mal y esto lo demuestra”, añade Rodríguez. Es la magia del cine. Acercar lo que está lejos y también lo que está demasiado cerca, a solo 16 kilómetros. 16 kilómetros de contrastes y lucha. La Cañada, donde también nacen los sueños. Luces, cámara y...¡acción!