Un juzgado de Madrid ha ordenado al CETI de Melilla y al Ministerio de Empleo, del que depende el CETI, que dos de los chicos que acampaban a la intemperie vuelvan inmediatamente al centro. La decisión se adoptó el 15 de marzo, y esa misma noche Badr Hamouni ya durmió allí. Del otro chico, que como Hamouni fue expulsado del CETI a principios de febrero, no se sabe nada desde hace semanas.
El juzgado de lo contencioso administrativo número cinco dictó el auto el 15 de marzo. La resolución, a la que ha tenido acceso eldiario.es, se dicta en el marco de un procedimiento iniciado por la posible vulneración de los derechos fundamentales a la tutela judicial efectiva, a la igualdad y no discriminación y a la integridad física y moral. Se trata de una medida cautelarísima, que puede ser revocada posteriormente, pero que se adopta ante la situación de desamparo de los jóvenes, que llevaban mes y medio durmiendo en la calle.
Junto a Badr Hamouni, otros trece marroquíes fueron expulsados del CETI a principios de febrero después de que sus solicitudes de asilo fuesen denegadas por la vía administrativa. Muchos de ellos han recurrido la denegación de asilo ante la Audiencia Nacional, pero el CETI, que permite que los demandantes de otras nacionalidades permanezcan en el centro hasta su repatriación o traslado a la Península, decidió expulsarlos. Ellos alegan que ni siquiera les entregaron un documento de expulsión que pudiesen recurrir.
El juzgado ordenó el reingreso “inmediato” de los dos jóvenes porque duermen en la calle y porque “por el momento se ignora si se les ha notificado la resolución o actuación administrativa que implica que deben abandonar dicho CETI”. Según Cristina Manzanedo, la abogada que ha asistido a Hamouni en este proceso, la expulsión del CETI le dejó en situación de indefensión: “El juez ha entendido que se les había puesto en la calle sin un papel y que deben regresar en tanto se aclare dónde figura esa comunicación de expulsión del CETI”. Antes había solicitado el reingreso a la Subdirección General de Integración de los Inmigrantes, de la que, asegura, no obtuvo respuesta.
Fuentes conocedoras del sistema aseguran que el CETI de Melilla expulsa a los marroquíes a los que se les deniega la petición de asilo en vía administrativa para evitar que el centro se convierta en un “albergue”. Esto sólo ocurre con los nacionales del reino alauita. El 24 de febrero, eldiario.es preguntó por escrito al Ministerio de Empleo, del que depende el CETI, sobre la expulsión de estos marroquíes, la supuesta excepcionalidad de la medida, la fecha coincidente (todos fueron expulsados el 4 de febrero), si el procedimiento de notificación era verbal o escrito y sobre la existencia o no de un protocolo de expulsión. No ha habido contestación.
Manzanedo insiste en que los CETI no son centros únicamente para demandantes de asilo, y que ser inmigrante en situación irregular no justifica la expulsión: “Tal y como están configurados, amparan gente de forma temporal a la espera de ser trasladada a su país o a la península. Y si un señor demanda asilo y no se le concede, pasa a ser migrante irregular como otros que hay allí de otras nacionalidades”. “Comprendemos que la gestión del flujo transfonterizo es compleja, pero no se puede gestionar sin reglas, con actuaciones materiales de hecho. ¿Qué es eso de devolver a la gente sin un procedimiento?”, se pregunta la abogada, quien confía en que este sea un primer paso para que los CETI “tengan una regulación y no se gestionen con decisiones administrativas de facto sin amparo legal”.
La medida adoptada por el juzgado no es definitiva. Resta aún conocer la opinión del abogado del Estado y hay dudas de la competencia del órgano de Madrid. Manzanedo alega que es competente porque el Ministerio de Empleo, del que depende orgánicamente el CETI, está en la capital.
Badr es un chico que siempre sonríe. El miércoles por la tarde salió por primera vez en mucho tiempo del CETI, y bajó al centro con tres amigos. Había pasado un mes y medio durmiendo al raso, expuesto a los robos, las palizas, la lluvia y el viento. El martes por la tarde fueron a buscarle a la chabola (un cobertizo cada vez más complejo y bien forrado de plástico para resistir la lluvia) y le dijeron que pasara al CETI, de cuya puerta no se ha separado en todas estas semanas. Lo primero que hizo fue ducharse. Dormir le costó un poco más porque recibió felicitaciones hasta pasadas las dos de la madrugada.
Estos días visita con frecuencia a sus antiguos compañeros de chabola, a los que lleva comida y conversación. Todos han solicitado al Ministerio este jueves que les permita, también a ellos, volver al centro. “Cometieron un grave error con nosotros”, lamentan. Entre ellos están Mohamed y Ouafe, la pareja formada por un joven sirio y una chica marroquí que se conoció en Rabat cuando él huía de su país.