“Lo que pienso de corazón desde esta mañana es que esto es completamente inaceptable. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Qué se gana con esto?”. El enfermero de Médicos Sin Fronteras Lajos Zoltan Jecs vomitaba en un artículo las preguntas que atormentaban su mente horas después de presenciar el ataque de EEUU que mató a compañeros y pacientes en un hospital de la ONG de Kunduz (Afganistán). No tiene respuestas, y no es el único. Preguntas similares han sonado en las cabezas de decenas de familiares y allegados de víctimas de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas norteamericanas.
Lajos reconoce “no tener palabras”. Tampoco hay explicaciones oficiales consistentes por ahora, solo un cruce de acusaciones entre EEUU y Afganistán, a las que MSF ha contestado contundencia: “La realidad es que EEUU ha lanzado las bombas”. Sobre un hospital de una ONG con pacientes y cooperantes del que conocía la ubicación exacta.
Repasamos otros ataques perpetrados por el Ejército estadounidense contra la sociedad civil. Las justificaciones se repiten: la fría respuesta de “daños colaterales”, los argumentos de interpretaciones erróneas, la creencia de que los civiles asesinados portaban armas, la consideración de las víctimas como supuestas amenazas. También suele reiterarse un desenlace parecido: la impunidad y los obstáculos impuestos a la apertura de una investigación independiente.
Ataque al Hotel Palestina: el caso Couso
Respondían a “una amenaza”, concluía la investigación de Estados Unidos sobre el ataque de sus tropas al Hotel Palestina de Bagdad, donde se hospedaban los periodistas internacionales encargados de cubrir la guerra de Irak.
Detrás de aquello que el ejército estadounidense consideraba atemorizante estaba el cámara de Telecinco José Couso, cuyas últimas imágenes grabadas mostraban el giro realizado por el tanque norteamericano que acabó con su vida el 8 de abril de 2003. Rotaba para apuntar y disparar al edificio que alojaba a decenas de informadores y del que conocían su ubicación exacta -como en el caso del hospital de Médicos sin Fronteras, se les había proporcionado las coordenadas GPS-.
El periodista ucraniano Taras Protsyuk, de la agencia Reuters, falleció en el acto. Couso resultó herido de gravedad mientras filmaba desde el piso inferior. Una vez trasladado a un hospital de Bagdad, murió mientras estaba siendo intervenido.
Desde que la Audiencia Nacional abriese diligencias para investigar lo ocurrido en 2005, la causa ha sido archivada y reabierta en varias ocasiones, en respuesta a los recursos impuestos por la familia Couso. Durante el pasado mes de junio el juez Santiago Pedraz se vio obligado a cerrar el caso tras la reforma de la justicia universal, que limitó la competencia de los magistrados españoles para investigar crímenes cometidos en el extranjero aunque las víctimas fueran nacionales de España.
A lo largo de más de una década de investigación, los autos de Pedraz alcanzaron contundentes conclusiones . El juez acusó a los militares de asesinato y de un delito contra la comunidad internacional. Y llegó a lanzar orden de busca y captura contra los tres soldados estadounidenses imputados.
Mientras el proceso judicial experimentaba avances, la embajada estadounidense en España intentó presionar para lograr el cierre del caso Couso, como desvelaron varios documentos diplomáticos filtrados por el portal Wikileaks.
El 'Asesinato colateral' desvelado por Wikileaks
“No hay duda de que las fuerzas de la coalición estaban claramente en medio de operaciones de combate contra una fuerza hostil”, declaró al día siguiente del ataque el teniente – coronel Scott Bleichwehl, un portavoz de las fuerzas armadas norteamenricanas. Justificaba el ataque estadounidense del 12 de julio de 2007 en Bagdad, cuando dos helicópteros estadounidenses abrieron fuego contra un grupo de iraquíes, dos de ellos colaboradores de la Agencia de noticias Reuters. 12 personas murieron, incluidos los informadores.
Reuters solicitó sin éxito las imágenes grabadas desde la cámara del helicóptero y la apertura de una investigación de lo sucedido, apelando al derecho a la información. Tres años más tarde, el vídeo salió a la luz a través del portal de filtraciones Wikileaks. Las imágenes y audios desacreditaban buena parte de la primera versión oficial.
Antes de ser atacadas, las personas asesinadas caminaban con aparente calma, no estaban inmersos en combate alguno. Después de informar de su posición, los soldados indicaron que sobrevolaban a un grupo de hombres “armados” y solicitaron permiso para disparar. Lo hicieron. El grupo de personas desaparece de forma inmediata en medio de una gran humareda.
Posteriormente, los miembros de las fuerzas norteamericanas se felicitan por “la buena puntería” entre risas. “Miren a esos muertos hijos de puta”, dice uno de ellos. “Tenemos a uno de ellos arrastrándose”, afirma otro de los soldados desde el helicóptero. Era Saeed, chofer y asistente de Reuters en Irak. Una furgoneta se acercó para ayudarle pero, mientras lo recogían, abrieron fuego de nuevo. En el interior del vehículo se encontraban dos niños que resultaron heridos. Quienes salieron a prestar asistencia al colaborador de la agencia de noticias murieron.
La masacre de Haditha
El 19 noviembre de 2005, 24 civiles iraquíes desarmados, entre ellos niños, murieron en manos de un grupo de marines de Estados Unidos en la ciudad de Haditha. A primera hora de aquella mañana, un marine estadounidense murió por culpa de la explosión de un artefacto en la cuneta de la carretera por donde transitaba un convoy del Ejército. Otros dos soldados resultaron heridos.
En una primera versión, los marines aseguraron que interpretaron este incidente como una emboscada y que, por esta razón, reaccionaron contra los que creían que habían perpetrado el atentado. Comenzaron a registrar las casas cercanas en busca de los supuestos responsables. Los testimonios de los vecinos de Haditha contradecían desde el inicio el parte oficial, y denunciaron que todos los muertos eran civiles y que tan solo uno de ellos iba armado. Apuntaban que fueron asesinados de forma deliberada por los soldados norteamericanos.
En 2006, la revista Time reveló que tres funcionarios del Ejército no investigaron de forma correcta la masacre e hicieron la vista gorda a la hora de analizar los hechos ocurridos tras la matanza. El Pentágono confirmó que los jefes de la Segunda División de marines pasaron por alto contradicciones e incongruencias de la versión de los soldados implicados, y solicitaron su imputación.
Los drones que matan civiles en Pakistán
La organización Amnistía Internacional documentó en un exhaustivo informe decenas de matanzas perpetradas por aviones no tripulados -drones- estadounidenses en el área tribal de Waziristán, en el noroeste paquistaní, la más afectada por ese tipo de ofensivas. La ONG revisó 45 ataques efectuados entre enero de 2012 y agosto de 2013 y, entre otras, constató “la falta de transparencia” del Gobierno estadounidense en torno a ese tipo de operaciones que, concluyó, podían suponer “crímenes de guerra”.
Los habitantes de esta zona vivían angustiados ante el temor de los explosivos que podrían caer del cielo en cualquier momento. “El miedo a los ataques con ”drones“ está presente en la mente de la población local. ¿Cómo podemos saber que un misil lanzado por un ‘dron’ no caerá en nuestras casas? Puede caer en cualquier lugar”, explicó un vecino a MSF.
La toma del hospital de Faluya
Durante la madrugada del 7 de noviembre de 2004, soldados norteamericanos y fuerzas especiales iraquíes capturaron el principal hospital de Faluya (Irak). Se trataba de una de las acciones que componía una operación militar en diversos puntos de la región que aspiraba a sitiar la ciudad para empujar a los rebeldes hacia el sur.
Según publicó la cadena pública italiana RAI, el Ejército de Estados Unidos utilizó grandes cantidades de un arma química, incluida una variante del Napalm, durante esta ofensiva en Faluya. El uso de estas armas había sido denunciado por medios próximos a la insurgencia. EEUU reconoció el uso de una de ellas, el fósforo blanco, sobre la que defendió su legalidad. Según aseguró el ejército estadounidense, solo la había usado para iluminar posiciones enemigas, disparando al aire.