Era de noche, llovía y los familiares de Fernando (nombre ficticio) se refugiaban bajo un pequeño techo a los pies de un edificio de oficinas destruido en Ciudad de México este miércoles. Mientras los voluntarios iban y venían ataviados con cascos y palas para apoyar las labores de rescate, ellos esperaban en una esquina alguna noticia del hombre, sepultado bajo los escombros desde el día anterior.
Más de 60 personas han sido rescatadas con vida en la capital tras el terremoto de 7,1 grados que este martes sacudió el centro del país. Cada salvamento provoca un momento de alegría generalizada y, tras haber recuperado a su tía con solo unos rasguños, los familiares de Fernando se mostraban confiados en medio de la incertidumbre de no saber si volverían a verlo con vida. A pesar de que las horas se agotaban y con ellas, las posibilidades de localizarlo vivo, como a las 100 personas que permanecen desaparecidas, según cifras oficiales.
“La familia estaba bien en medio de esta situación tan complicada. Su sensación de esperanza era muy alta”, relata en una conversación con eldiario.es Carmen Rodríguez, responsable de atención de salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF), que ha desplegado varios equipos de apoyo psicosocial a los afectados por el temblor en varios puntos del país.
La sacudida tuvo como epicentro los estados de Morelos y Puebla. En la costa sur mexicana, la población de Oaxaca aún sigue sintiendo las réplicas constantes y las necesidades en salud mental son muchas. Los ciudadanos trataban de recuperarse del sismo de 8,2 grados que sacudió la zona el pasado 7 de septiembre cuando llegaron de nuevo los temblores.
“La gente en Oaxaca está viviendo en la calle porque no quiere estar dentro de sus casas por miedo”, asegura Rodríguez. “No duermen bien. Cada movimiento les genera un estrés impresionante y no logran controlar emociones”, añade Bertrand Rossier, jefe de misión de MSF en México.
“Son reacciones normales ante situaciones anormales”
Además del apoyo para cubrir las necesidades más inmediatas (comida, refugio...), la información se ha vuelto vital en las primeras horas tras los terremotos, cuando han aflorado emociones de todo tipo: nervios, miedo, ansiedad, tristeza, rabia. El cuerpo también reacciona, por ejemplo, con la pérdida del apetito o del sueño. La clave en este momento caótico, aseguran, es que los mexicanos no se asusten de su propia respuesta. “La gente tiene reacciones que sobrepasan lo cotidiano y lo importante es transmitirles que son reacciones normales ante situaciones anormales”, insiste Rodríguez.
“Ellos ven sus emociones alteradas, que están nerviosos, lloran cada dos por tres. Y piensan: 'Estoy traumatizado', 'me estoy volviendo loco'... Se crea entonces una cadena que puede elevar los niveles de angustia y malestar”, explica la psicóloga. “Nos estamos encontrando gente a la que le derriban la casa y que está siendo evacuada. Al principio se mantienen, pero después se desploman. Y descarga mucho emocionalmente saber que estas reacciones son normales”, prosigue.
Además del sentimiento de pérdida del hogar y el inicio de procesos de duelo tras la muerte de al menos 286 personas, en momentos así reina la sensación de falta de control de la propia vida ante “algo que no se puede predecir”, como son los desastres naturales, según explica Rodríguez. La asistencia también debe centrarse en ayudarles a superar este sentimiento y mejorar su autoestima, para que pasen “de víctimas pasivas a sobrevivientes capaces de enfrentarse a su destino”, según recomienda la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“El apoyo social es importantísimo para recuperarse”
Los pocos psicólogos que trabajan en Oaxaca, muchos de ellos voluntarios, y los equipos en la capital insisten en consejos básicos como mantener la calma, “algo dificilísimo en momentos así”, apunta Rodríguez, así como retomar “cuanto antes” la rutina: los ritmos de sueño, comidas, los hábitos de higiene, las actividades cotidianas... “Mi hija no va al colegio y es importante que regrese lo más pronto posible. Hay que hacer un esfuerzo para mantener las mismas rutinas”, señala.
Así, explica, los menores son, junto a las personas con movilidad reducida y aquellos que han perdido a sus familiares, los “más vulnerables” a estos eventos traumáticos. Junto a una buena información para entender lo qué está pasando en momentos de confusión, el apoyo de redes como la familia o los vecinos son “fundamentales” para recomponerse.
“A diferencia con las situaciones de violencia, tras los desastres naturales se disparan los niveles de solidaridad y el apoyo social es importantísimo para el bienestar emocional. El afrontamiento comunitario es clave para afrontar una pérdida”, sostiene la psicóloga de MSF.
En México saben de eso. Los ciudadanos han tomado el control y trabajan durante las 24 horas del día en albergues, los operativos de rescate o transportando y organizando los víveres necesarios, como el agua y la comida. “La respuesta ciudadana está siendo impresionante”, comenta Rossier, quien al mismo tiempo recalca que la coordinación de esta ayuda “no siempre está siendo fácil” en una urbe de las dimensiones de Ciudad de México.
Actuar a tiempo para evitar secuelas
El dolor marca el día a día de muchas de las personas que se ven de repente en la calle o han perdido a sus seres queridos tras los sismos de México. Sin embargo, dicen, la mayoría tiende a recuperarse conforme van pasando las semanas gracias al apoyo durante la emergencia y los propios procesos naturales de recuperación que activa el ser humano en estas situaciones.
La posibilidad de que se agraven los síntomas o se desarrollen fobias y enfermedades futuras “existe, pero la gente suele resolverlo si se actúa en un principio”, reitera Rodríguez. “La mayoría lo afronta bien y sale para adelante, lo importante es que no se queden encallados en el dolor”. La especialista puntualiza que la probabilidad es más alta en personas que tienen trastornos psiquiátricos previos, es decir, aquellas que ya habían sido tratadas y las que no, pero el sismo es un desencadenante. “No me atrevería a trazar una línea directa con los trastornos futuros, porque inciden muchos factores”, sentencia.
No obstante, hay personas que aparentemente reaccionan “con gran equilibrio” a las catástrofes naturales y presentan síntomas después del año, según la OPS, el órgano regional de la Organización Mundial de la Salud. Otras, pasados unos meses, pueden presentar “señales de riesgo como duelos que no se superan, riesgo de suicidio, fatiga crónica, inhabilidad para trabajar, apatía, dificultad para pensar claramente y síntomas de estrés postraumático”, ejemplifica el organismo en una guía práctica para profesionales en este tipo de intervenciones.
Un estudio de la universidad de Princenton publicado en 2010 reveló que, después de cuatro años de la devastación causada por el huracán Katrina en Nueva Orleans en 2005, el 33% de los participantes todavía padecía estrés postraumático y el 30% tenía problemas psicológicos.
Estos síntomas suelen asociarse al “recuerdo continuo de los acontecimientos”, sostienen en un artículo Flora de la Barra y Hernán Silva, psiquiatras e investigadores de la universidad de Chile. “También se observa pacientes con amnesia total o parcial del suceso, en los que persiste una sobre excitación psicológica, irritabilidad, desconcentración, miedo inmotivado, inseguridad, insomnio y pesadillas”, concluyen.