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ENTREVISTA | Joseph Tonda, sociólogo

“Las máquinas del capitalismo difunden una Europa utópica que empuja a muchos africanos a arriesgar su vida en el mar”

Detrás de la decisión de migrar desde África a Europa, no solo está el impulso de una vida mejor, también una serie de ideas arraigadas en la mente de muchas personas. Joseph Tonda, sociólogo y antropólogo de origen congoleño y gabonés, trata de diseccionar algunas de ellas, también para entender el fenómeno migratorio a Europa.

Tonda es profesor en la Universidad Omar-Bongo en Libreville, la capital de Gabón, y autor de varios libros. En el último, El imperialismo poscolonial. Crítica de la sociedad de los deslumbramientos, analiza “la colonización del imaginario” de los africanos, pero también de los occidentales, a través de las imágenes.

“La utopía de Europa que difunden los móviles tiene el poder de que quienes escapan del hambre arriesguen su vida en el mar”, sostiene en una entrevista con eldiario.es.

¿Cuál es la idea que los negros tienen de los blancos?

La colonización no se apoyaba sobre un principio de igualdad entre negros y blancos. La superioridad técnica, el deslumbramiento ante las mercancías, las palabras de los misioneros sobre la animalidad de los paganos, la violencia física y las humillaciones hacia los negros, así como otros símbolos de superioridad blanca, generaban la creencia de los blancos como seres superiores cuyo mundo de origen, es decir, Europa, era propiamente una utopía accesible a raros elegidos.

En la creación de esta utopía participó también la percepción de los blancos como fantasmas que vivían más allá de los océanos. El encuentro entre blancos y negros no era por lo tanto entre seres humanos, sino entre seres humanos y fantasmas o espíritus encarnados. Es caricatural, pero fue así como las cosas se presentaron en el comportamiento de unos y otros, especialmente después de las derrotas militares sufridas por los negros que se resistieron enérgicamente contra la invasión blanca.

Por supuesto, esto ha cambiado, los negros fueron a occidente y vieron a los blancos en su condición humana de simples mortales. Los vieron morir en los campos de batalla, los socorrieron, tuvieron relaciones íntimas con mujeres blancas, hijos con ellas; en las universidades de los blancos, los negros destacaban… El hecho es que en el inconsciente de muchos negros todavía está presente la utopía de un mundo blanco como un mundo de poder casi divino.

¿Y los blancos de los negros?

Para saber qué imagen del negro coloniza el inconsciente de los blancos basta con acordarse de las recientes imágenes que han circulado en las redes sociales y que presentan a las personas de origen africano que componían gran parte el equipo francés de los 'Blues' como monos. En el imaginario cristiano el mono es un demonio degenerado y Lutero, al parecer, así lo creía. La imagen del negro que coloniza el subconsciente de los blancos es, por lo tanto, animal y diabólica.

¡Ver a un ser humano como un mono no es tan obvio! Tienes que tener la imaginación desenfrenada con estas obsesiones para que este tipo de percepción sea posible. Todas las representaciones de los negros como fuerza bruta, personas astutas en lugar en inteligentes, o como gente irracional, tonta, pero al mismo tiempo dotadas de una potencia sexual fascinante, etc., son producto de esta colonización de la psique blanca por la imagen cristiana y capitalista sobre el negro. También existe la idea de que el negro es un niño grande y creo que lo humanitario y la noción de “ayuda” funcionan también bajo este patrón de pensamiento subconsciente que se originó en la colonización.

La prensa española y las ONG dicen que muchos africanos migran porque huyen de la pobreza, el hambre, la guerra o la persecución. Pero también se hace por tradición, por cultura, como rito de iniciación y con una idea utópica de lo que es Europa. ¿Pesa más el hambre o esta utopía?

La idea de tradición, cultura y rito de iniciación es fundamental, porque la inmigración sostenida por el hambre y la utopía han terminado por constituir una nueva cultura, una nueva tradición y un nuevo rito de iniciación para los jóvenes que deciden hoy poner en peligro sus vidas en el desierto y el mar. Digamos que el peso del hambre y la muerte es considerable porque alimentan la utopía.

Ya sabe, el capitalismo es verdaderamente antisocial y cínico, un monstruo indiferente a la condición humana. La utopía que difunden sus máquinas con pantalla, como la televisión y los teléfonos móviles, y que presentan a Occidente como un paraíso, es una forma poderosa para orientar la voluntad de aquellos que quieren escapar del hambre y la muerte hacia este paraíso, arriesgando su vida en el desierto y el Mediterráneo.

Por ejemplo, para los africanos con títulos de educación superior pero limitados a trabajar en Francia en oficios que no requieren de cualificación particular es difícil distinguir entre el peso del hambre y el de la utopía: tener un trabajo en Francia. Francia es la verdadera utopía de miles de africanos, donde pueden adquirir los bienes materiales que son los símbolos del éxito de los ejecutivos de la Administración en sus países de origen; donde tienen el prestigio o el privilegio de vivir en esta utopía, de comer cuando tienen hambre, de educar a sus hijos, de tener acceso a la sanidad. La utopía aquí se hace realidad a cambio de la devaluación de los títulos universitarios, pero se preserva lo esencial: la vida en la utopía.

Si un blanco viaja a un país africano, en la mayoría de los casos dirá que, efectivamente, los africanos viven en la pobreza y pasan hambre.

No todos los africanos viven en la pobreza ni todos tienen hambre. Hay grupos o clases en las sociedades africanas que no son pobres. También en los entornos populares hay posibilidades de alimentarse con un poco de esfuerzo y de imaginación. No hay cuerpos raquíticos y famélicos de gaboneses y congoleños que frecuentan las calles de las ciudades y agonizan al sol en los pueblos.

Pero esto no quiere decir que las personas coman bien o que no estén desnutridas. En Gabón, ni siquiera me parece que sea la necesidad de comer bien la que aliente a emigrar a Occidente. En los dos Congos, muchos jóvenes pueden vivir duramente en Europa, siempre que tengan suficiente para brillar en su regreso a casa: ropa bonita, zapatos bonitos, etc.

Dicho esto, las condiciones de la vivienda son absolutamente desastrosas para grandes masas de la población, muchos tienen dificultades para acceder a la sanidad y en todas partes de las capitales africanas, la insalubridad que se ve refleja lo que comúnmente se llama “pobreza”. Digo pobreza entre comillas porque está correlacionada en muchos casos con una inmensa riqueza de suelo y subsuelo, cuya explotación asegura la felicidad de una minoría que, como es el caso en África central, se cree el dueño del país.

Si muchos países africanos tienen los Índices de Desarrollo Humano más bajos del planeta y muchas personas viven en malas viviendas o la insalubridad, ¿no es mejor vivir en Europa que en África?

No creo que las condiciones insalubres de la vivienda sean una razón decisiva para la partida hacia la utopía euroamericana. Ciertamente, algunos que se embarcan en esta aventura terminan enviando dinero al país para la compra de tierras, la construcción de una casa y, por lo tanto, la mejora de sus condiciones de vida en África. Muchas de estas personas que hacen esto no están soñando, al irse de África, en instalarse y vivir definitivamente en Occidente. África es el lugar de sus sueños.

Un muchacho migrante que llegó a España hace poco me dijo que Europa no era lo que pensaba, que no era fácil, pero que en África dirá que Europa es la “belle vie” (vida bella), porque si no pensarían que es tonto. ¿Cómo se explica esto?

Seguir manteniendo una idea que no es cierta por parte de estos jóvenes migrantes es negarse a devaluar los valores de valentía, resistencia, virilidad y humanidad que hacen de la emigración a Europa una tradición moderna, un nuevo rito de paso a la vida adulta o una nueva cultura.

Decir la verdad es como traicionar el secreto de la iniciación. Se sabe que quienes lo hacen, incurren en la muerte. Es por eso por lo que estos jóvenes preferirán decir que Europa es la “belle vie”. E incluso si dijeran la verdad, nadie les creería. Dirán que esa persona miente para que otros no puedan acceder a la felicidad como ella. La utopía produce la voluntad de creer.

Cuando el Aquarius llegó a España con 630 personas rescatadas, hubo ciudadanos españoles que se indignaron al ver que los migrantes tenían móviles. La imagen rompía su idea del migrante pobre. Usted dice que las pantallas, justamente, transmiten la idea de Occidente como El Dorado.

La característica fundamental del imperialismo poscolonial es ser un imperialismo de las pantallas. Hay una relación muy densa de sumisión de aquellos que están expuestos a estas, porque las pantallas seducen, fascinan, embrujan es decir, deslumbran. El secreto de estas máquinas consiste en hacer creer que solo son humanos y superiores quienes tienen estas máquinas con pantallas. Por lo tanto, es escandaloso que quienes han escapado a la muerte y del hambre puedan tenerlas.

Las pantallas deslumbran para mostrar el mundo de forma diferente de lo que es, en este caso para hacer creer que solo son capaces de poseer máquinas de pantalla aquellos que están en Occidente, a pesar de que estas máquinas se extienden por todo el mundo y que los migrantes las han adquirido desde su hogar, donde el capitalismo chino, por ejemplo, las pone al alcance de todos.

Se olvida que, tanto en Occidente como en África, el valor de los sujetos se define por la posesión de estas máquinas, que también son útiles para la supervivencia en la vida cotidiana. El problema es que las pantallas mentales, que no son visibles pero son tan reales como las pantallas materiales, dan forma al modo de ver el mundo de los migrantes o refugiados como un mundo fuera del sistema capitalista.