En el Estado de Arakan, en el noroeste de Birmania, decenas de miles de personas viven confinadas en campos de desplazados internos desde que estalló una oleada de violencia en junio de 2012 entre la comunidad arakanesa budista mayoritaria y la minoría musulmana rohingya.
La mayoría de los desplazados, unos 140.000, son rohingyas que dependen únicamente de la ayuda de agencias humanitarias y ONG internacionales para sobrevivir.
A finales de marzo, los ataques de turbas de extremistas budistas arakaneses a oficinas de ONG internacionales y agencias humanitarias derivaron en la evacuación del personal por parte de las autoridades.
Relator saliente de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Birmania: “Se están cometiendo crímenes contra la humanidad” y “hay elementos de genocidio en el Estado Rakhine [Arakan]”.