Heterotopias refuxiadas

La Escuela, un espacio de vida digna para los refugiados en Atenas

María Rúa / Miguelanxo Lar

Atenas (Grecia) —

El sol abrasa en el barrio de Exarchia en Atenas. Con 40 grados de temperatura a la sombra, sólo algunas valientes se atreven a transitar las calles del centro ayudándose de cafés con hielo y haciendo uso de los escasas sombras que encuentran. Comienzan a escucharse cánticos, una guitarra flamenca y niños y niñas jugando. Todo indica que llegamos a la Escuela, un squat donde residen alrededor de 400 refugiadas y en la que colabora el colectivo VoluntArt.

El espacio es una antigua escuela abandonada que hace algo más de dos meses decidieron ocupar activistas de diferentes nacionalidades para acoger a personas refugiadas. Hoy, con sus dificultades, ofrece no sólo una solución habitacional, sino una posibilidad real para desarrollar una vida digna a todas esas personas que, tras huir de guerras y persecuciones, se encuentran bloqueadas en Grecia de manera indefinida hasta que se resuelvan sus peticiones de asilo en la Unión Europea.

En la entrada, un patio exterior semicubierto repleto de vida. Las personas mayores luchan contra el aburrimiento diario propio de una situación que condena a la desesperación, hablando en grupos pequeños sobre la incierta e inestable realidad que están viviendo, pero también del futuro. Las más pequeñas corren y juegan por el recinto ayudados por decenas de voluntarias que preparan y organizan diariamente numerosas actividades para garantizarles una cierta estabilidad y realización dentro de un caos constante. Las jóvenes y jóvenes no paran. Tanto se juntan para hablar de la vida como aprenden a tocar la guitarra, asisten a clases de inglés o juegan un partido al fútbol. Son conscientes de que en ellas está el futuro más inmediato de su gente, así que intentan formarse y adaptarse a una nueva realidad para estar preparadas cuando llegue el momento de poner rumbo a su país de acogida.

El colectivo VoluntArt, conformado por activistas de diferentes puntos del Estado español, les ayuda diariamente en todas sus necesidades. Aunque el proyecto nació con la idea de desarrollar actividades de arteterapia entre las refugiadas en diversos campamentos o squats, una vez en terreno se dieron cuenta de que estas personas no tenían ni las necesidades básicas cubiertas y decidieron ampliar sus acciones. Sorprende la juventud de las voluntarias, que en su mayoría están iniciando la veintena, y su gran capacidad organizativa. En menos de dos meses han convertido un espacio abandonado y ruinoso en todo un rincón autogestionado de vida digna y esperanza. El secreto: trabajo duro y esfuerzo diario.

La Escuela todavía no está funcionando a pleno rendimiento debido a la falta de recursos materiales y humanos. Aunque la mayor parte de los espacios comunes como la escuela o el espacio de juntas, situados en el primer piso del edificio, están prácticamente arreglados y habilitados para desarrollar actividades, las aulas convertidas hoy en habitaciones, sufren cierto deterioro, según afirman las activistas. “No todo es perfecto. Queda mucho trabajo que hacer. Hay que mejorar las instalaciones e involucrar más a las refugiadas en la autogestión del espacio” asegura Iván, un voluntario catalán de 24 años que trabaja en el proyecto.

Faltan recursos económicos

El principal problema son los recursos económicos. La squat es un proyecto autogestionado y no cuenta con financiación estatal. En una situación de emergencia humanitaria, como es el caso, las donaciones y apoyos económicos no son suficientes para situar la iniciativa en los estándares deseados. Según afirma Sofía, una activista madrileña de 22 años, “en esta escuela 400 personas tienen que comer, vestirse y hacer vida todos los días. Esto implica gastar una cantidad de recursos económicos y materiales de los que nosotros no siempre disponemos por eso es tan importante a colaboración de todas”.

Al igual que en otros squats de Atenas, la escuela se sostiene gracias a las donaciones de materiales o alimentos y recursos económicos que se envían desde Grecia u otros estados. Cuando se colabora de manera directa con el colectivo VoluntArt, ellas mismas se encargan de distribuir las donaciones entre las habitantes de la escuela. Por el contrario, cuando tienen que acceder a los recursos a través de los grandes almacenes de material para las refugiadas, deben pagar los costos de transporte de este, y no siempre cuentan con fondos para hacerlo.

Paralelamente, todos las squats de Grecia están viviendo nos últimos tiempos una persecución por parte de las autoridades, ya que pretenden cerrarlas alegando razones de sanidad publica y higiene. El Gobierno griego acaba de desalojar varias squats en el área de Tesalónica, y hace dos semanas el alcalde de Atenas, Giorgos Kaminis, solicitó por carta al presidente, Alexis Tsipras, que tomase medidas de carácter urgente para desalojar los espacios ocupados. Por el contrario, a las activistas de VoluntArt aseguran que las motivaciones oficiales se deben la una estrategia política para eliminar todas las iniciativas que existen al margen del Estado. Además cuestionan dichos argumentos asegurando que nos campos del gobierno y del ejército, la condición de vida de las refugiadas son mucho peores, tanto a nivel de derechos, seguridad, higiene o alimentación.

Heterotopias refuxiadas es un proyecto periodístico multimedia de Praza Pública que se desarrolla en el mes de agosto en Grecia para ahondar en la situación de las personas refugiadas y las realidades vinculadas a ellasPraza Pública