Desde primera hora de la mañana, centenares de mujeres marroquíes, arropadas con mantas y batas para combatir el frío, se agolpan bajo la lluvia a las puertas del Centro de Formación Agrícola de la localidad rural de Sidi Allan Tazi (Marruecos). El suelo es una alfombra de barro donde resbalan con facilidad las zapatillas de tela o los zuecos de plástico.
Todas estas mujeres esperan la llegada de los representantes de varias empresas agrícolas españolas, que seleccionarán en varias tandas a 15.000 jornaleras marroquíes para trabajar en la próxima campaña de la fresa en Huelva. La semana pasada, durante tres días, se desarrollaron las entrevistas para escoger a 6.500. Con las condiciones laborales que actualmente ofrece el sector, las empresas no encuentran suficiente gente en España y se vienen a buscar mano de obra barata a Marruecos.
“Esperamos trabajar en buenas condiciones, escuchamos que allí los españoles nos tratan bien. Tengo fe y esperanza”, decía Fátima a eldiario.es. Se levantó a las cinco de la madrugada para coger en Salé, la ciudad aledaña a Rabat, primero un tren local a Kenitra, y allí un taxi colectivo hasta el centro de reclutamiento. Tiene 43 años y tres hijos.
Falta aún una hora para la llegada de los 15 empleados de la asociación Freshuelva, formada por varios empresarios de la fresa, que durante tres días, del 17 al 19 de diciembre, hacen este proceso de selección, pero ya se agolpan las candidatas a lo largo de vallas metalizadas que forman la cola. Todas quieren ser las primeras en ser entrevistadas.
Cada jornada, Freshuelva entrevista a cerca de 800 mujeres sobre una preselección de unas 9.000 candidatas realizada previamente por ANAPEC, la oficina de empleo marroquí. Lo que en España es uno de los trabajos más duros y precarios para el que a la empresa le cuesta encontrar interesados, en Marruecos supone condiciones interesantes económicamente. Solo 600 jornaleros residentes en España se apuntaron a la oferta de 10.000 contratos temporales lanzada por la plataforma de Gestión de Empleo Agrario, según el Servicio de Empleo Andaluz.
Uno de los requisitos a los que se enfrentan las candidatas es la experiencia laboral en el campo, pero demostrarlo es difícil en Marruecos. Estas mujeres no disponen de documentación que justifique sus años de trabajo en la agricultura. Cuando los reclutadores españoles les preguntan, ellas enseñan sus manos de forma instintiva. Una sola mirada a las manos de Fátima saca de dudas a cualquiera.
Otro requisito para los empresarios de la fresa es que las candidatas sean mujeres. Todas. Las quieren, según consta en la convocatoria, de entre 25 y 45 años y con hijos a cargo. También se tiene en cuenta el nivel de renta para la preselección. “El organismo de empleo contó el año pasado en Marrakech con mujeres viudas y muchas separadas porque tienen hijos a cargo y necesitan esta ayuda”, explican desde la Administración marroquí. Lo cierto es que las mujeres suelen ser más ágiles recogiendo fresa por el tamaño de las manos y que las cargas familiares acaban facilitando la disciplina en el trabajo y ofrecen una mayor garantía a España de que volverán a Marruecos.
“Nos han tratado cordialmente, nos pidieron la documentación y nos han registrado. Dicen que nos llamarán”, detalla Fátima a la salida de la entrevista antes de volver a su casa, localizada a 80 kilómetros, con la incertidumbre de si podrá trabajar en España por primera vez. “Quiero irme para trabajar por mis hijos y volver a Marruecos. Nuestra situación aquí es precaria. Mi marido no trabaja regularmente y el dinero no es suficiente”, añade la jornalera
40 euros por “seis horas y media” al día
Aicha tiene 47 años y cinco hijos. Antes de entrar a la entrevista se queja, con el certificado de la Seguridad Española en mano, de no haber sido seleccionada en la temporada de 2019, a pesar de haber recogido fresas en Huelva en 2017 y 2018. Su compañera la interrumpe para enumerar los cinco empresarios que la contrataron hasta 2018. “El año pasado no me llamaron”, lamenta. “Quiero ir a trabajar por mis hijos”, justifica.
En Fez y Marrakech se ubicarán el resto de procesos de selección de temporeras. Según el convenio del campo de la provincia de Huelva, estas mujeres cobrarán 40 euros por “seis horas y media” de trabajo, una cantidad de horas que sobre el papel permite pagar por debajo de lo que sería el salario mínimo para una jornada completa de 8 horas.
En todo caso, estos ingresos suponen siete veces dinero más que el salario base del empleo en el campo marroquí. El contrato se hace en origen pero estarán dadas de alta en la Seguridad Social española mientras trabajan en el país. “Tendrán las mismas condiciones que tienen los empleados españoles o cualquier trabajador de la Unión Europea”, asegura en una entrevista con el diario.es el consejero de Trabajo de la embajada de España en Rabat, Fermín Yébenes.
El próximo miércoles 25 de diciembre 51 mujeres viajarán a España. Se trata de la primera fase que se completará a principios de enero de 2020. En la segunda quincena, se unirán mil trabajadoras más; poco después, otras 2.000 mujeres; y así hasta cubrir un cupo que alcanza las 18.000 o 19.000 personas en función de la demanda del trabajo ligada a la producción de la fresa.
“La campaña de la recogida de la fresa este año ha comenzado temprano porque ha hecho muy buen tiempo en otoño, y en Navidades ya hay fresas”, explica el consejero. Se prevé que se alargue hasta finales de julio, bien entrado el verano. En principio, esta temporada habrá una media de trabajo de tres meses para estas mujeres. Algunas vivirán en España cinco o seis meses, y las últimas, quienes están siendo seleccionadas estos días, jornalearán en Huelva alrededor de tres meses.
Denuncias de abusos sexuales
Las condiciones de trabajo y alojamiento que se encuentran las jornaleras a su llegada a España han sido denunciadas en diversas ocasiones por parte de organizaciones sociales. La Organización marroquí de Derechos Humanos (OMDH) solicitó en junio de 2018 a las autoridades marroquíes formar una comisión de investigación sobre los supuestos casos de abusos sexuales y acoso denunciado por temporeras marroquíes en los campos de fresas del sur.
Entonces, el ministro de Empleo marroquí, Mohamed Yatim, animó a las mujeres a denunciar los abusos que pudieran sufrir y alertó contra la estigmatización de estas inmigrantes. La secretaria de Estado de Migraciones, Consuelo Rumí, explicó que las administraciones españolas y marroquíes realizarían “un control en todas y en cada una de las fases” para que la contratación de las temporales fuese “ejemplar”.
La vigilancia se realizaría, afirmó, “en la fase de selección producida en Marruecos, así como en los controles de alojamiento y de condiciones de vida realizados en España, coordinado por Inspección de Trabajo para que no haya ningún error”. “Queremos demostrarle a Europa que es posible la migración circular y que es uno de los caminos de migración legal que vamos a favorecer”, afirmó Rumí.
La ANAPEC y el Ministerio de Trabajo han organizado un programa de formación dirigido a 200 mujeres para que, cuando terminen su jornada laboral, puedan realizar cursos de administración y lengua española, con el objetivo de incentivar la creación de sus propias empresas en Marruecos a la vuelta a través de formas societarias, como las cooperativas o las sociedades limitadas.
“El objetivo es que comiencen un futuro mejor en Marruecos, creen riqueza ellas mismas y se garanticen su propio puesto de trabajo. Ya sabemos que es difícil pero al menos España lo va a intentar ofreciendo formación, y ANAPEC continuando ese mismo proceso de formación en el retorno”, sostiene Yébenes. A finales de 2020, al término de la formación, a través de otro proyecto de desarrollo económico en el que participará la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), algunas de las jornaleras formadas recibirán ayudas económicas y asesoramiento empresarial para materializar su proyecto.
Desde Trabajo inciden en destacar la evaluación de riesgos psicosociales, que les brinda “la posibilidad de denunciar inmediatamente cualquier hecho que consideren que atenta contra su integridad”. Se refieren a abusos ligados a los salarios recibidos, así como a las condiciones de alojamiento, posibles tratos discriminatorios contra ellas, para enfrentar algunos de los episodios documentados en el pasado.