La población saharaui saca adelante su propio festival de cine tras la pérdida de fondos del FiSahara

“Somos los hijos de los que han creado la República Árabe Saharaui Democrática en medio de la nada, sin contar con ningún medio”. Con estas palabras, Brahim Chagaf, el coordinador académico de la única escuela de cine con la que cuenta el territorio del Sáhara Occidental, zanja cualquier duda acerca de la capacidad de la población saharaui para organizar su propio festival de cine después de que, este año, el FiSahara estuviera a punto de suspenderse.

Dos vuelos chárter cancelados y la falta de un presupuesto internacional con el que habitualmente cuenta la organización del festival han servido para que la población saharaui “tomase las riendas” del evento y demostrase que “hay gente cualificada y que es capaz de llevarlo a cabo”, explica Chagaf en una conversación con eldiario.es. Los conocimientos y el entusiasmo de sus alumnos, asegura, lo avalan.

Las 13 ediciones pasadas del FiSahara contaron con la participación de distintas personalidades del mundo artístico, que viajaron al campamento de refugiados de Dajla, en Tinduf (Argelia), para contribuir a la visibilización, a través del cine, de un conflicto que no se resuelve: la ocupación marroquí del Sáhara Occidental desde 1975. Con la presencia de personalidades reconocidas, los organizadores buscan, edición tras edición, llamar la atención de la sociedad española y la comunidad internacional sobre “la situación de olvido en la que se encuentra el pueblo saharaui”.

Lo han hecho a pesar de las dificultades que, sostienen, supone llevar a cabo un evento de estas características en un campamento de refugiados. “La situación del Estado español de crisis económica ha hecho que se recorten ayudas a operaciones internacionales, es difícil encontrar fondos”, admite Sato Díaz, miembro de la Coordinadora estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS). Cada persona que se desplaza supone un gasto que asumen directamente organizaciones como CEAS, y este año la imposibilidad de afrontarlo casi les deja sin festival.

Pero, como dice Chagaf, allí “no creen en la palabra 'imposible”. La población saharaui ha brillado con luz propia por su determinación de seguir adelante con el evento, a pesar de que los aviones que trasladaban al equipo técnico de España y a figuras públicas del país tuvieran que cancelar su travesía.

La vida en la ocupación, única protagonista

La esencia del evento consiste en premiar a las películas que son exhibidas para los participantes e invitados. Este año, todas las cintas tenían como protagonista las condiciones de vida en la zona ocupada por Marruecos y fueron proyectadas con el equipo técnico y el material de la propia Escuela de Cine.

La ganadora de este año ha sido Sukeina: 4.400 días de noche, un corto de la activista local Sukeina Yedehlu que también fue premiado en el festival de Cine y Derechos Humanos de Madrid el año pasado. El segundo lugar fue para El loco del desierto, un documental sobre un ciudadano que utilizaba botellas en el campamento de refugiados de Auserd (Tinduf, Argelia) para construir refugios, y el tercero para Tres cámaras robadas, sobre la libertad de acceso a la información.

El único que sí pudo con Chagaf y el resto de sus compañeros fue el viento: pese a que lo intentaron en numerosas ocasiones a lo largo de los cuatro días que duraron las proyecciones, no lograron instalar la pantalla en la zona más desértica del Sáhara Occidental, como suelen hacer. “Perdimos un poco la esencia del FiSahara, que consiste en que la gente pudiese ver el cine bajo las estrellas”, lamenta Chagaf.

A pesar de las dificultades, la edición ha sido descrita como un “éxito” por el área de coordinación. “La voluntad y la capacidad de organización y de asistencia del pueblo saharaui no depende de ayudas internacionales”, afirma Díaz.

“La escuela tiene un papel fundamental”

Ponerse a prueba no fue la única razón por la que desde la Escuela de Cine decidió celebrar el FiSahara con sus propios medios. Este año, la muestra ha tenido una duración de cuatro días, en los que el alumnado “ha trabajado codo a codo” para que el único salón de actos con el que cuenta Dajla fuese el foco de atención de toda la población.

La labor que se lleva a cabo en la escuela tiene una gran importancia para la gente que reside en el campamento. Allí, están acostumbrados a tener que desplazarse cientos de kilómetros para obtener una formación más avanzada en el campo audiovisual, pues los recursos académicos son escasos. “Gracias a FiSahara se nos dio la oportunidad de formarnos en la escuela sin salir de casa, por así decirlo. Descubrimos la magia del cine”, cuenta Chagaf.

“La formación local nos sirve muchísimo, es muy interesante hacer ese intercambio entre culturas pero en nuestro caso, como cineastas, que somos lo cuencos que contendrán la cultura de los saharauis –que es oral, pues no ha sido escrita–, la formación local nos ayuda a no alejarnos de la realidad”, concluye Chagaf.

Todos los esfuerzos están concentrados ahora en la edición de 2019, para el que la organización espera contar con los fondos internacionales que suele recibir. De momento, el próximo FiSahara tiene otro apoyo, el mismo que les hace resistir: la garra y la imaginación de la población saharaui.