“Eso del miedo existe, pero solo en algunas ocasiones”. Yerro no lo tuvo cuando dejó Gambia siendo menor para buscar trabajo en los países vecinos, tampoco cuando se embarcó en inestables cayucos hacia Canarias, ni cuando se lo impedía la policía fronteriza de turno, ni cuando volvía a intentarlo. Su temor empezó cuando pisó España y se vio encerrado en un lugar llamado CIE. Porque, cuenta, como inmigrante irregular, su destino dejó de estar en sus manos, sus decisiones perdieron su valor, sus derechos se difuminaron. “Yerro tiene miedo de algo que no depende de él”.
“Venir a España dependió de mis decisiones, eso no me da miedo. Pero que me llevasen al CIE, que me devolviesen a mi país, no dependía de mis decisiones. Eso sí que me da miedo”, explica Alhagie Yerro Gai. Después de pasar por varios Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE), después de lograr vivir durante tres años en la clandestinidad hasta obtener la residencia, viajó a Bruselas para, en el Parlamento Europeo, contar él mismo en qué medida las políticas migratorias vulneraron sus derechos humanos.
Su historia ha quedado recogida en el documental 'Yerro: capitán de su destino', realizado por Rodrigo Vázquez e impulsado por el partido Por un Mundo más Justo, cuyo estreno tendrá lugar este miércoles en la Sala Mirador de Madrid con motivo del Día por el Cierre de los CIE. También se presentará el cortometraje 'Express' de Carlos Olalla y Juan Herreros, creado con el apoyo de la Plataforma Estatal por el Cierre de los CIE.
Estos centros no penitenciarios encierran a inmigrantes en situación irregular durante un máximo de 60 días con el supuesto objetivo de proceder a su expulsión. Apelando a la ineficacia de este sistema -alrededor de la mitad de las personas encerradas son finalmente deportadas- y, sobre todo, a las vulneraciones de derechos fundamentales producidas en el interior de estos centros, numerosas ONG piden cada año su final definitivo. Sus internos se ven privados de libertad sin haber cometido ningún delito, solo la falta admnistrativa de permanecer en territorio español de forma clandestina.
Yerro se chocó con la realidad europea en el interior de los CIE de Lanzarote y Fuerteventura. “Para mí, cuando intentaba venir a Europa, solo veía España o el infierno. Por eso en el viaje no pensaba en miedo. Era llegar a España. Era la luz o el infierno”. Hasta que alcanzó la costa canaria y resultó que la luz ardía. “Fue muy decepcionante. Es un auténtico shock. Tenerla tan idealizada y verte encerrado nada más llegar. Es un giro de 180 grados. Te deja loco. Donde tu pretendes ver luz, te quedas ciego”.
Esa decepción ante su pérdida de derechos tras pisar territorio español aumentaba a medida que comprobaba las condiciones de los centros destinados para las personas en situación irregular. “Es un trato muy malo porque no tenemos comunicación. La gente no imagina cómo se puede sentir una persona sin poder hablar. Allí tú mismo te sientes como un delincuente. Todos los días te despiertas con los gritos de policías con cascos, con el sonido de las porras en los barrotes. '¡Pim, pim'! Venga, vamos!', recuerda el joven en una cafetería del barrio madrileño en el que vive acogido por el párroco de San Carlos Borromeo, Javier Baeza.
Aquel '¡Pam, pam!' se convirtió en su despertador durante los 40 días de encierro en el CIE de Fuerteventura. “Una mañana iba a desayunar y empezaron a dar golpes para que saliésemos de la habitación. ”¡Venga, vamos!“, decían. Teníamos que ir corriendo como si fueramos un ganado, haciendo fila. Tardé un poco más y me pegó. De tanto que me asusté, me caí... ”, describe el joven gambiano. “La dificultad para ir al médico también dice mucho... Tenías que coger un número, no importaba si te encontrabas muy mal. No valoraban las enfermedades, porque dentro del CIE la vida de los inmigrantes vale menos”.
Y esta experiencia, estas condiciones tantas veces denunciadas por ONG, se escucharon en primera persona en el Parlamento Europeo. Fue Yerro quien habló para diferentes europarlamentarios europeos para defender sus propios derechos. “Muchas de las personas que estaban ahí no sabían qué es un CIE y qué es lo que se vive dentro. Yo creo que eso sorprendió mucho. Que fuese una de las personas a las que encerraron quien lo denunciaba. No vamos a escondernos. Queremos exigir su cierre. No pararemos hasta que se solucione nuestra situación porque sabemos que se puede solucionar”, dice Yerro.
Uno de sus herramientas para lograrlo, dice, es contar a los ciudadanos qué son los CIE, porque se muestra convencido de un desconocimiento mayoritario al respecto. “Solo quienes se mueven en estos círculos lo saben, pero si preguntas en Madrid capital: '¿Sabes qué es?' Pocos te responderán correctamente. Muchas veces me ha pasado que hablo de ellos y alucinan”.
La falsa libertad de un inmigrante irregular
Cuando salió del CIE, fue trasladado a la Península. Recuerda perfectamente aquel día. “¡Yerro! Tomorrow, Madrid [Mañana, Madrid]”, repetía un policía. Yo no me lo creía porque a muchos compañeros les habían engañado. Les dijeron que se iban para que no protestasen en el avión, cuando en realidad estaban siendo deportados a sus países de origen“. Resultó ser verdad. Pasó escasos días por el centro de internamiento de Madrid y fue derivado a Cruz Roja. Era libre.
Pero no del todo: comenzaba el círculo de la clandestinidad. Algo que a Yerro le enfada aún más, le resulta incomprensible en base a los estándares de derechos humanos defendidos por Europa. “A las pocas semanas de llegar a Madrid y estar en el albergue de Cruz Roja la policía me pidió la documentación”. Fue enviado al CIE de Madrid. “Lo pasé fatal. Pensé que otra vez se repetiría lo mismo, pensé que me iba a mi país”. Gracias a la intervención de su abogada pudo salir del centro a esa libertad encorsetada para los inmigrates irregulares.
“Mira, en esa época sí pasé miedo. No dormía no comida. Durante tres años he vivido con miedo porque no tenía papeles. Sin papeles nunca sabes qué te pasará el día siguiente. Intentaba ir con mujeres, como si fueran mis novias. Si iba solo iba muy asustado. Creo que tenía tanto miedo que se notaba. Que me pillaban por lo 'cagón'. Estaba atormentado con miedo de que apareciese la policía”, dice ahora entre risas. “Pero es que durante ese tiempo me podían quitar mis sueños.
“Me siguen pidiendo los papeles en la calle”
Transcurridos los tres años, tras demostrar su permanencia en España durante este periodo de tiempo a través de los muchos cursos realizados y después de conseguir un contrato de trabajo de seis meses obtuvo los papeles. La documentación que le devolvería la calma. “Sigue habiendo redadas racistas, me paran y me enfada, pero sabes que tienes papeles, y vas tranquilo”. Según asegura, los controles en base de perfil racial son la orden del día y no es capaz de decir una cifra de ocasiones en las que un policía se ha dirigido a él solo para solicitar su documentación.
Además del cierre de los CIE, Yerro exige la derogación de otras políticas migratorias que giran a su alrededor. ¿Para qué te dejan entrar si te van a despojar de todos tus derechos? No lo entiendo... No puedes trabajar, no puedes pasear tranquilo, no puedes aprender idiomas con ese miedo, no entra en la cabeza...“
Yerro decía estar contento al iniciar la entrevista. Su examen de Tecnología había salido como esperaba y, como cada jueves, tenía el día libre en la pizzería donde trabaja. No puede evitar enfadarse mientras resume la normativa española en materia de Extranjería. “Lo que te dicen es: ”Bueno, no te puedo echar así que ven, entra... Tienes todos estos derechos pero de momento no los puedes tocar. En tres años, hablamos“, concluye, con rabia pero entre risas. ”Yerro no entiende nada. Los ciudadanos españoles tampoco creo que lo entiendan, ellos siempre me han tratado bien. Si el Gobierno les hiciese más caso, todo funcionaría mejor“.