En 2016, la mecha parecía prenderse otra vez en Marruecos. Ocurrió tras la muerte del vendedor de pescado Mouhcine Fikri, después de ser triturado por un camión de la basura cuando intentaba recuperar la mercancía confiscada por la policía. Ya son varias las protestas en el país alauíta que no acaban en revolución, y Khadiya Ryadi, activista marroquí de derechos humanos, ha estado cerca de muchas de ellas.
Esta mujer de gesto humilde y discurso atado, que nació hace 56 años en la ciudad marroquí de Taroundant, entró a formar parte en 1983 de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). En 1998, pasó a la dirección. Aquella fue una época en la asociación empezó a dar mucha importancia a luchar por los derechos sociales y económicos y culturales.
Fue entre los años 2007 y 2013 cuando se convirtió en la primera mujer presidenta de la AMDH, de la que actualmente es miembro de la Comisión Administrativa. “Hacemos muchísimos talleres de formación sobre la cuestión de los derechos humanos, en los que participan, jóvenes, estudiantes, mujeres que trabajan en el sector textil, abogados, obreros, periodistas...”, explica. La organización cuenta con más de 12.000 socios en el país.
Esta labor no es sencilla en Marruecos. Ryadi relata estar habituada a “la negativa de registro oficial de las secciones, la prohibición de organizar eventos en espacios públicos o privados, o las difamaciones por parte de la prensa oficial marroquí o próxima al régimen”.
Una de las últimas denuncias recibidas es la de “haber sido acusada de ser instrumento de la izquierda radical del Marruecos”. Ryadi afirma tranquila que las acusaciones se han podido desmentir con más rotundidad tras recibir el Premio Naciones Unidas de 2013, el galardón que le aportó un importante respaldo para continuar su lucha.
“Los últimos 10 años de Hassan, mejor que ahora”
Esta mujer, que hoy es presidenta de la Coordinadora Magrebí de Derechos Humanos, hace balance de las últimas décadas de la sociedad marroquí. “Los últimos diez años de Hassan II fueron mejor que ahora. Se dio una cierta apertura hacia los partidos de oposición, tuvimos menos represión, liberaron a presos políticos, se dio un cambio en la Constitución en la que se integró por primera vez el término de derechos humanos, disminuyeron los casos de tortura y empezó a surgir la prensa independiente”, enumera.
Un ambiente que la activista relaciona con “la preparación del relevo de Hassan II a su hijo” y “la presión internacional tras la caída del muro de Berlín”.
Pero el camino aperturista tocó techo con los atentados de Casablanca en 2003. El acontecimiento “se tomó como pretexto para implementar la represión” que, como explica Ryadi, continuó hasta 2011.
“Teníamos la impresión de que la monarquía intentaba construir un régimen a imagen del de Ben Ali en Túnez, porque endureció sus medidas y surgió el PAM (Partido de la Autenticidad y la Modernidad), un partido político creado por el rey”.
Durante esa fecha, el mundo entero estaba pendiente de la “primavera árabe”, que en Marruecos no prendió como en otros países vecinos, pero dio lugar al nacimiento del Movimiento 20 de Febrero. Muchos de los que participaron estaban vinculados con la AMDH, entre ellos, su hijo, Montasser Drissi. “Para mí, es una parte del éxito de mi propia vida, el poder compartir mis valores con mi hijo”, confiesa sin esconder una sonrisa.
“Cuando el 20-F perdió fuerza, volvió la represión”
Gracias a la presión del movimiento popular, “la postura del régimen cambió en favor del movimiento democrático, provocando una reforma constitucional”. No obstante, “seis meses más tarde, cuando el Movimiento 20-F perdió un poco sus fuerzas, el régimen volvió a ser más represivo”. No duda en admitir su falta de confianza en el Ejecutivo marrroquí. “No hay una voluntad de cambio político del Gobierno de Marruecos, en favor de los derechos humanos”.
Sus declaraciones contrastan con la imagen democrática que muchos gobiernos de la Unión Europea difunden sobre la monarquía de Mohamed VI. “Esto se debe a la existencia de muchas empresas multinacionales que encuentran sus intereses en Marruecos y el régimen lo aprovecha encontrando fácilmente aliados en los dirigentes de la Unión Europea”.
Ryadi también apunta que, el gobierno marroquí “quiere dar esa imagen a su propio pueblo” y al mismo tiempo, “utiliza lo ocurrido en países como Siria o Egipto para convencer a la ciudadanía de que la estabilidad es mejor que el cambio social”.
Contra las leyes machistas
Se declara feminista y destaca no entender el movimiento si no es desde “la lucha por la democracia y contra las opresiones”. La defensora de derechos humanos recuerda que “en todas las leyes hay aspectos discriminatorios con respecto a la mujer, la familia, la nacionalidad, el Código Penal. La cuestión de la violencia contra la mujer está considerada como un ataque al orden social”.
“Violar a una mujer casada está más duramente castigado por la ley que violar a una soltera. Violar a una mujer virgen, legalmente, es más grave que a una que no lo es”, ejemplifica. Por eso, incide en la necesidad de “renovar las leyes, porque puede ayudar a mejorar la situación de la mujer, aunque sea en pequeña medida”.
Mientras, la batalla de las mujeres en Marruecos se refleja en “iniciativas y redes como la primavera de la dignidad, que reivindica una legislación para preservar la dignidad de las mujeres; o la dura y ejemplar lucha en el mundo rural para conservar la propiedad de la tierra”.
Luchar por los derechos de los saharauis
Aunque la Corona, el islam y la cuestión del Sáhara Occidental delimitan las líneas rojas impuestas por el rey de Marruecos, Ryadi despliega la tesitura de la AMDH con respecto al Sáhara Occidental. “Hay muchos saharauis que son miembro de la AMDH, incluyendo a presos políticos por la causa saharaui. Tenemos dos secciones en el Sáhara, en las ciudades de Esmara y El Aiún”.
Pero, al mismo tiempo, apunta que, entre las filas “hay diversas posturas”, ya que hay quienes “piensan que el Sáhara es una parte de Marruecos, y otros, que el pueblo saharaui tiene que decidir su destino”.
Ante estas diferencias ideológicas, no se inclinan por una posición única, pero les une la petición de “una solución democrática aceptada por todas las partes, y estar en contra de la violación de todos los derechos humanos”, señala. La AMDH apoya la ampliación de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental.