Grecia vive su mes más mortífero en la actual crisis de refugiados

“¿Cuántas muertes hacen falta?”. Es una de las frases que inundaban las redes sociales esta semana tras los últimos naufragios en aguas del Egeo. El jueves murieron 10 niños, de un total de 25 personas, y el sábado al menos cinco menores y 34 adultos perdían la vida del mismo modo. Las preguntas señalaban una vez más a Europa, con un discurso centrado ahora en impedir la llegada de refugiados, crear obstáculos a los demandantes de asilo y repatriar a las personas cuyas peticiones no prosperan. Las muertes en el mar no han merecido las palabras ni atención de los representantes europeos pese a que Grecia ha vivido el mes más mortífero frente a sus costas en esta crisis humanitaria: al menos 257 personas han fallecido intentando pisar suelo heleno este primer mes de 2016.

En enero del año pasado, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) no tuvo constancia de ningún fallecimiento en la ruta del Egeo. El último recuento, del día 29, recogía un total de 218 muertes. Un dato que ha vuelto a quedar desfasado en cuestión de días. El aumento de las muertes tiene que ver, entre otros motivos, con que las llegadas de refugiados por mar desde Turquía se han disparado respecto al año anterior: en enero de 2015, 1.694 alcanzaron Grecia por esta vía, mientras que este año lo han logrado 50.668 personas, según datos de Acnur.

Los que huyen son cada vez más familias, coinciden desde Acnur y varias ONG presentes en Grecia. “Los datos nos hablan de que un 35% de las personas que llegan son niños. Es la mayor cantidad que hemos visto nunca en esta crisis de refugiados”, afirma Constance Theisen, asesora de Asuntos Humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Grecia. Mª Jesús Vega, portavoz de Acnur en España, indica que el 15 de enero, “los datos apuntaban que el 55% de las personas que llegaban a Grecia eran mujeres y niños. La gente sigue arriesgándose porque la situación que viven es tan desesperada como para meter a un hijo en una de estas embarcaciones”.

El 91% de las personas que llegan a Grecia proceden de alguno de los países que más refugiados genera, según Acnur. Al país heleno llegan sobre todo sirios (60%), afganos (25%) e iraquíes (10%). “El año pasado, la mayoría de los sirios que nos encontrábamos en Grecia habían dejado Siria hacía uno o dos años y venían de países de tránsito, como Líbano, Turquía y Jordania. Ahora, sobre todo son personas que viene huyendo directamente de Siria”, explica Constance Theisen.

La portavoz de Acnur señala que, tanto en Siria como en los países vecinos, la situación es cada vez peor. “En Líbano, el 90% de los refugiados vive por debajo del umbral de la pobreza y en Jordania es el 87%. Hablamos de países que soportan una carga enorme dados sus recursos y su población”, indica Mª Jesús Vega. Acnur recuerda que a ello ha contribuido que su organización no ha conseguido los fondos que demandaban para atender esta emergencia: “El año pasado llegamos a poco menos del 50% de lo que pedíamos, no cubrimos las necesidades básicas”.

Las cifras de la ONU ilustran también desde hace meses el cambio de tendencia en las rutas que toman los migrantes y demandantes de asilo para llegar a Europa. Si a principios de año se imponía la travesía del Mediterráneo central, con Italia como puerto de entrada a Europa, desde junio Grecia se convirtió en el destino más elegido para las precarias embarcaciones de refugiados. A pesar del riesgo que corren los que se lanzan al mar, la ruta del Egeo se ha consolidado como una más segura que la que conduce a Italia. Desde Turquía, con un control fronterizo muy cuestionado por su clara ineficiencia y mucha menos distancia respecto al destino, los migrantes tienen menos probabilidades de morir en el trayecto.

Pero al inicio de 2016, con muchos meses de emergencia en la recámara, el Egeo ha vivido su mes más negro. A pesar de que las llegadas se han reducido a casi mitad respecto a diciembre –cuando 108.700 personas alcanzaron Grecia–, los fallecimientos han ascendido hasta, al menos, 257. El mal estado del mar es la principal causa, según las ONG. “Hace mucho frío y las condiciones del mar son malas, pero la gente sigue viniendo. El otro día a un niño murió de frío en el trayecto”, afirma Constance Theisen (MSF).

Una crisis humanitaria lejos del final

Las organizaciones humanitarias lo advierten desde hace meses: esta crisis de refugiados no ha terminado y no se están adoptando las medidas necesarias para aliviarla. Tanto Acnur como Médicos Sin Fronteras destacan la creación de vías legales para que los refugiados pidan asilo en Europa como remedio para frenar las muertes en el mar. Y no solo en el mar. Acnur informaba este viernes de la muerte de dos hombres en la frontera de Serbia con Bulgaria por hipotermia, que evidencia “los riesgos que las personas desesperadas están forzadas a tomar ante la ausencia de vías legales” para buscar asilo en Europa.

Pero los salvoconductos, la posibilidad de pedir asilo en embajadas, los visados humanitarios y las reunificaciones familiares no están entre las soluciones inmediatas que propone la UE. Las reunificaciones están siendo, de hecho, limitadas en varios países: los últimos en Alemania y en Dinamarca, con dos reformas legales. La norma de Dinamarca permite además requisar bienes de valor a los refugiados para sufragar su atención, una medida muy criticada que también se ejecuta en algunas zonas de Alemania.

Los compromisos de los 28 en cuanto al reparto de 160.000 demandantes de asilo en el continente “dejan mucho que desear”, reconoce Mª Jesús Vega, que pide “respuestas rápidas” para esta crisis humanitaria. “A finales de 2015 solo se habían realizado unas 300 reubicaciones de las 160.000”, recuerda y advierte que Acnur se ha puesto a disposición de la UE para ayudar en este proceso.

Las medidas que exige ahora la UE pasan por limitar el número de demandantes de asilo en Europa y desde las instituciones comunitarias y los países miembros han abandonado los discursos que reconocían la falta de “coartadas” de Europa para mirar a otro lado ante las muertes, las llamadas a la “coherencia y la responsabilidad”. “No es solo la cuestión de deber moral y de que mueren personas en el mar, no solo en esta ocasión, sino también durante los últimos meses y años, lo que nos dice que no podemos repetir esto nunca más”, decía en abril Federica Mogherini, tras la muerte de 800 personas en un solo naufragio. Desde entonces, más de 2.280 personas han muerto y las vías legales no han avanzado.

El ministro de Inmigración griego, Ioannis Mouzalas, ha acusado esta semana en una entrevista a su colega belga de decirle en una reunión comunitaria que los griegos debían devolver a los inmigrantes en el mar, aunque fuera ilegal. “Me da igual si se hunden”, afirmó el ministro belga, según Mouzalas.

Los refugiados, abandonados en Grecia

Los dedos de los países europeos señalan a Grecia por no gestionar bien sus fronteras y los de las organizaciones humanitarias les rebotan la acusación, pero por no ayudar lo suficiente al país heleno. Oscar Camps, presidente de Proactiva Arms, ONG de socorristas voluntarios que salvan vidas en Lesbos, es tajante: “Esto es responsabilidad de la UE, no de Grecia. Y no está haciendo nada. Esta situación desbordaría a cualquier país”, destaca. El responsable de Proactiva Arms sí ha apreciado un cambio desde su llegada, en septiembre, hasta ahora en la atención en el mar. “Antes, apenas se veía a los guardacostas griegos ni a Frontex y ahora es diferente, están trabajando más aunque aun así no damos abasto algunos días”.

La asistencia en tierra no es mejor. Desde Médicos Sin Fronteras denuncian que los únicos brazos que reciben a los refugiados a su llegada, tras librar un trayecto peligroso en medio del frío, son voluntarios y trabajadores de ONG. “En Lesbos estamos nosotros y otras organizaciones cubriendo los huecos de las administraciones, en cuanto a refugios, duchas... todo lo que encuentras es de ONG. Esta situación podría ser normal el pasado año, pero ahora, en enero de 2016, no se puede justificar. Europa debe contribuir, por supuesto, pero tampoco me puedo creer que Grecia no pueda hacer más”, lamenta Constance Theisen.

Theisen indica que las políticas que obstaculizan la llegada de refugiados se transforman en sufrimiento cuando toman tierra. El cierre de las fronteras de Macedonia a los nacionales de países diferentes a Siria, Afganistán e Irak ha dado vía libre a los abusos policiales y a los traficantes de personas: “Muchos intentan cruzar ilegalmente la frontera, sobre todo los que tienen dinero para pagar a los traficantes. Hemos visto un aumento del peligro en esa ruta, en la frontera de Grecia con Macedonia atendemos a personas con golpes y heridas que cuentan que han sido agredidos por la fuerzas policiales. También son víctimas de robos”, añade Theisen.

Oscar Camps pide vías legales para dejar de enfrentar cada semana la muerte de mujeres, hombres y niños en el mar. “Recuerdo una madre que contó que había perdido a su hijo, que cayó al agua hacía 20 minutos y que el resto de la embarcación decidió no parar”.