Cuando viaja para continuar la batalla que costó la vida a su madre, cuando grita por los derechos de quienes luchan por la tierra o pide presión internacional para evitar la impunidad, Laura Zúñiga no está sola. La hija menor de Berta Cáceres habla con el impulso de su “compañera mami”, de las poblaciones indígenas que comparten su meta y de las hijas e hijos de todos aquellos que, como ella, perdieron a sus familiares mientras defendían el medio ambiente.
“Cuando vivimos en colectividad, cuando participamos de las grandes luchas del mundo, pasas por él dejando tu presencia. Por eso a personas como mi mami no se las asesina. Porque eso es lo que hace que Berta Cáceres siga viviendo y siga multiplicándose”, dice la hija de la mujer asesinada hace un año en Honduras por luchar contra los abusos de las multinacionales. La joven ha viajado a Madrid para recoger el premio Artemio Precioso, otorgado por Greenpeace a la memoria de Berta Cáceres.
Sus palabras no transmiten el dolor de quien ha vivido con impotencia el asesinato de una madre. Su discurso radia la fuerza de quien se ha criado junto a una mujer que se esforzaba en enseñarles a vivir sin miedo en un ambiente de constantes amenazas. A pesar de la violencia que ha empañado este último año, sus palabras contagian alegría, aunque parezca incomprensible.
“Mi madre nos ha enseñado la convicción del derecho que tenemos a vivir y ser felices. Un derecho que logramos en las luchas por la defensa de los bienes comunes, de la naturaleza”, responde la activista. “Seguimos en pie. En Honduras el pueblo continúa luchando, defendiendo su vida. Sigue con alegría. Y seguimos soñando. A pesar del miedo y la violencia, seguimos soñando con una realidad distinta con justicia para todos y para todas”.
Visita España para recoger el premio Artemio Precioso que Greenpeace ha otorgado a su madre. ¿Por qué son importantes estos reconocimientos?
Supone sentir que la figura de mi mami, el símbolo de lucha de resistencia de las mujeres, de los pueblos indígenas, va trascendiendo. Es avanzar en la meta que nos propusimos tras su asesinato: memoria y justicia. Sentirse acompañado, sentir que no estamos solas ni solos en esta lucha.
También es un mensaje para el mismo Estado hondureño y las empresas. Premios como este les recuerdan que el mundo está atento y vigilando lo que pasa con los luchadores y luchadoras. Que interesa la protección de los derechos humanos de los pueblos indígenas y de la tierra.
¿Cómo han vivido este año sin Berta Cáceres, sin su madre?
Ha sido muy difícil convivir con la impunidad. La forma en la que se ha gestionado el caso desde el Ministerio Público ha provocado que estemos siempre en discusión y eso nos quita espacio para pensar el momento que nos ha tocado vivir. Pero si hay algo que hemos sentido, es la fuerza de mi mami. Desde las otras formas de existencia, pero también desde la compañía que nos ha dejado. Esa compañía que hoy mismo estamos viviendo: hoy estamos en otro país lejano y seguimos sintiendo esos contactos y solidaridad que mi mami en su día fue forjando.
Ahora nos planteamos una forma de vivir distinta, que consiste en empezar a pensar cómo se transita en este mundo a partir de la colectividad. Es una de las enseñanzas que nos ha dejado mi mami.
¿En qué consiste esa enseñanza que ahora les da fuerza para continuar su lucha?
La convicción del derecho que tenemos a vivir y ser felices. Un derecho que logramos en las luchas colectivas en la defensa de los bienes comunes, de la naturaleza, en contacto con diversos pueblos. Nos ha dejado un espacio para poder participar en las grandes batallas de la humanidad.
Es una forma de vivir. Cuando aportamos a las grandes luchas del mundo, nosotras pensamos en trascender, es decir, pasar por el mundo dejando nuestra presencia. Eso es lo que hace que Berta Cáceres siga viviendo y siga multiplicándose.
Es una ética y una forma de vida distinta, igual de gratificante y feliz, a pesar de las diversas violencias que el capitalismo, el patriarcado y el racismo nos hace vivir a veces.
El asesinato de Berta Cáceres ha dado una mayor visibilidad a la represión a la lucha de defensoras y defensores por el medio ambiente. ¿Usted y sus hermanas sienten ahora la responsabilidad de ser la voz de tantos luchadores perseguidos?
Mi mami nos dejó la oportunidad como hijas de poder gritar al mundo. Esa indignación hace que tengamos esa posibilidad que muchas personas no tuvieron. Muchos hijos e hijas de personas que, como Berta, han dejado su vida por la defensa del Río Gualcarque. No solo estamos nosotros, hay otros.
Sentimos la responsabilidad de llevar esa necesidad de justicia. Para mi mami, pero también para Tomás García, que murió a manos de los paramilitares, la compañera Paula y para otras compañeras que han sufrido atentados. Yo siento la responsabilidad de luchar para las otras hijas e hijos que no tienen a su mamá y a su papá por la misma razón.
Ha pasado un año y la información que reciben acerca de la investigación del asesinato de su madre es escasa. ¿Cuáles son sus preocupaciones al respecto?
Hay algo con lo que seguimos conviviendo: la marginación de la investigación. Es una de las cosas que nos da intranquilidad. Por un lado, para seguir trabajando necesitamos saber qué es lo que se está investigando. Pero, por otro, por la desconfianza que tenemos hacia el Estado de Honduras, que ha sido el que persiguió a mi mami, que sigue criminalizando a compañeros de mi madre y que blindó la estructura represiva para generar la violencia que hoy se vive en las comunidades.
Sigue siendo inquietante que un Estado, que no es neutral, que no es ajeno al caso y que tiene responsabilidades con este asesinato, sea el mismo que investiga.
Por otro lado, hay siete detenidos, algunos vinculados a la empresa DESA - concesionaria de la represa contra la que luchaba Berta Cáceres- y otros al Ejército, entrenados por EEUU. Pero es muy importante destacar que todas las detenciones están relacionadas con la autoría material del asesinato. Para asegurar la no repetición, necesitamos que haya justicia y castigo hacia los autores materiales pero también intelectuales. Por eso insistimos en investigar a los dueños de la empresa, por las amenazas que ha sufrido mi mami y los miembros del COPINH.
¿A quién interesaba que mi madre no esté? ¿Qué intereses había en crear ese miedo entre las comunidades, asesinando a una lideresa que es símbolo, que generó conexión entre poblaciones? Se beneficia la empresa DESA, pero también diferentes multinacionales que intentan entrar en territorios indígenas y el mismo Gobierno hondureño, que mantiene a las poblaciones hondureñas en un estado de terror.
Ante sus sospechas de la falta de parcialidad, pidieron una investigación independiente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero el Gobierno hondureño se negó. ¿Temen que tras estas primeras detenciones bajen la presión para llegar a los responsables intelectuales del asesinato?
Lo que nosotros hemos visto y es real es que a partir de las capturas bajó la presión internacional. Y eso le interesa al gobierno.
Las capturas no son símbolo de castigo y juicio. Aún no hemos tenido acceso a todas las pruebas, hay un robo de expediente... Vemos que la actuación del Ministerio Público ha sido dudosa y observamos que estas detenciones pueden formar parte de una estrategia de entregar unos mínimos resultados para bajar la misma presión que, en su momento, empujó a que se investigase a la empresa. Porque, al principio, la Fiscalía quería apuntar al COPINH.
Por todo esto sentimos dudas y un sentimiento constante de que si no nos seguimos manifestándonos, este crimen puede quedar en la impunidad. Lo que se traducirá en una puerta abierta para más asesinatos y persecución a defensores y defensores.
'The Guardian' reveló que algunos de los militares supuestamente involucrados en el asesinato de Berta Cáceres habían sido entrenados por Estados Unidos. ¿Qué piden al Gobierno de EEUU?habían sido entrenados por Estados Unidos
Una de las cosas que hemos marcado con preocupación es la presencia militar de EEUU en Honduras. Por otro lado, el entrenamiento y la cantidad de recursos que EEUU da al Estado de Honduras, que ha demostrado ser violador de derechos humanos, apoyan al aparato represivo de Honduras. Seguir dando fondos ahora, después de un golpe de Estado y con la militarización que vive Honduras, es una irresponsabilidad.
Para luchar contra ello, en EEUU se está impulsando la llamada 'Ley Berta Cáceres', que pide la retirada de los fondos a Honduras hasta que no se investigue el asesinato de mi madre y de 100 campesinos más. Seguimos advirtiendo que incluso los proyectos de cooperación al desarrollo pueden aumentar las vulneraciones de derechos humanos si no se hace un seguimiento eficaz. Por ejemplo: la agencia de cooperación estadounidense apoyaba a la empresa DESA. Eso es jugar con la miseria de la gente.
El Gobierno de España también aporta dinero a programas europeos de cooperación, como Eurojusticia, del que varias ONG denuncian la falta de control para demostrar que vela por los derechos humanos.
Hemos ido denunciando que España es socio de uno de los bancos financiadores de la empresa DESA, el BCIE (Banco Centroamericano de Integración Económica). Nos sigue generando preocupación que España siga invirtiendo en proyectos extractivos sin hacerse cargo de todo lo que significa. Lo mismo con la cooperación internacional: sigue habiendo proyectos aprobados sin garantizar que estos se lleven a cabo con los estándares internacionales de defensa de los derechos humanos.
Hay algo claro. Está demostrado el aumento de violaciones de derechos humanos y persecución hacia luchadores, periodistas y cualquier persona que hace algún tipo de oposición. Por ello, el resultado de fondos internacionales para, supuestamente, bajar la criminalidad, ha sido nulo. De esta forma, creemos que seguir apoyando al Estado de Honduras sin exigir avances, garantías de vida hacia las personas, es apoyar un Estado que por ahora solo ha demostrado generar terror sobre la población.
¿Cuál es el mensaje que querría lanzar a la sociedad española durante este viaje?
La responsabilidad también llega a la población. Es necesario entender que en Latinoamérica hay altos niveles de extracción que generan mucha violencia hacia la población, hacia la tierra, para sostener los niveles de consumo de los países ricos.
Todos nos tenemos que hacer cargo de esas responsabilidades. Hay que pensar que cada vez que se mata, que se asesina a un luchador por la tierra en cualquier lugar del mundo, nos afecta igualmente a toda la humanidad.
Entonces, creo que en ese sentido es importante ver, sensibilizarse y entender que toda la realidad de Honduras no es ajena ni distante. Y que el movimiento indígena, allá en Honduras, está luchando por nuestro territorio pero también por toda la humanidad.
Están luchando contra gigantes. ¿No tienen miedo? ¿Han recibido amenazas?
Ha habido amenazas para nosotros como hijos de Berta Cáceres. Pero las mayores preocupaciones que tenemos vienen de la persecución, intimidación y violencia sufridas por la organización de mi mami, el COPINH. Porque seguimos pensando que ese es su legado y sigue siendo un símbolo para seguir soñando, seguir pensando en que la realidad se puede cambiar. A pesar de la violencia, nos sigue dando victorias. Es un atentado hacia la esperanza misma, hacia las organizaciones.
En relación al miedo, mi mami también nos enseñó a no tener miedo, a vivir sin miedo. Obviamente uno tiene siempre preocupaciones y algunas veces será difícil, pero yo creo que ni nos merecemos vivir con miedo, ni lo queremos ni nos sirve para seguir luchando.
Estamos acompañadas. No estamos solas y, a pesar de la violencia, a pesar de que son grandes gigantes, yo creo que nosotras tenemos una gran ventaja: nosotras luchamos por nuestra vida y por nuestra felicidad. Por la convicción de vivir.
Sorprende escucharles, sorprende la entereza con la que hablan del asesinato de su madre y la fuerza que transmiten, tanto usted como sus hermanas. ¿Cómo se convive con el dolor de la muerte de una madre mientras continúan la lucha que ella lideraba?
Cuando supe del asesinato de mi mami, empecé a estar habitada por dos sentimientos. Primero, el dolor inmenso por la pérdida de la madre, de la compañera mami, como digo yo [sonríe recordando la forma en la que la llamaba]. Pero, por otro, un sentimiento de tremenda indignación, de sentir que no puede ser posible que sucedan estas cosas. Yo creo que cuando en la vida nos sentimos habitados por esas dos emociones, la única herramienta que tenemos para seguir en pie es la convicción de que tenemos que seguir trabajando por esos regalos que mi mami nos deja.
Es entonces cuando uno empieza a templar el carácter. Por otro lado, a medida que pasa el tiempo, vemos esos aprendizajes que ella nos transmitió. Nos convenció de que merecíamos ser felices. Nos dejó el legado de la lucha y ahí empezamos a sentir que, por ella y por nosotros, nos merecemos otra realidad. En ese compromiso vamos planteando, descubriendo, formas de vivir distintas.
Eso nos gratifica y nos da mucha alegría. A pesar de todo, me encuentro parte de mi mami en el COPINH, en las comunidades. Eso me da mucha felicidad: que las personas como mi mami no se asesinan. Si bien, ha sido doloroso todo el proceso.
¿Nos podría decir alguna frase con la que su madre trató de transmitirle esa fuerza para continuar su causa?
[Sonríe]. Me ha marcado la última frase que me dijo. Cuando nos despedimos, que yo me iba de viaje un día antes de que pasara todo, me aconsejó: 'Mire mamita, si usted sabe que nos pasa algo, no tenga miedo. Usted sabe que en este país nos puede pasar cualquier cosa, pero usted no tenga miedo. Y eso lo que a mí en lo largo del camino me ha ido quedando.
Otra que repetía: “Un pueblo que no lucha por su supervivencia muere”. Entonces. siempre hay que luchar.
También recuerdo que yo muchas veces mostraba incertidumbre sobre el futuro. Le decía: “Mami, ¿qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar?”, ella decía: “No se preocupe. Algo se nos va a ocurrir”. Siempre lo decía... [risas]. “Algo se nos va a ocurrir. Tiene que confiar”.