Ildefonso Zamora, defensor mexicano de los bosques: “Si doy nombres, me mandan matar”

#IldefonsoLibre. Dos palabras convertidas en grito de paz y justicia durante nueve meses, el tiempo que Ildefonso Zamora, un campesino indígena tlahuica, ha permanecido preso en la cárcel de Tenancingo, en el Estado de México.

 

Le detuvieron arbitrariamente, acusado de robo con agravante, y le encarcelaron sin pruebas, como determinó el juez que le concedió el amparo gracias al cual pudo salir del centro hace poco más de un mes.

 

“Haber combatido la tala ilegal y lograr el reconocimiento y titulación de tierras para San Juan de Atzingo me ha costado muy caro”, dice Ildefonso desde su casa, en conversación telefónica con eldiario.es. Conocido en su país como “el defensor de los bosques”, lleva veinte años pagando un alto precio por su trabajo a favor del medio ambiente. El 15 de mayo de 2007 asesinaron a su hijo Aldo. 

 

San Juan de Atzingo es una comunidad tlahuica ubicada en el municipio de Ocuilán de Arteaga, en una zona medioambiental clave. Sus bosques son parte del Parque Nacional Lagunas de Zempoala, integrados en lo que se conoce como el Gran Bosque de Agua, una extensión de 120.000 hectáreas que alberga el 2% de la biodiversidad mundial y abastece tres cuartas partes del agua que se consume en Ciudad de México.

 

Las Lagunas de Zempoala han sido identificadas como una de las 15 regiones críticas de México en cuanto a tala ilegal, según la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA). El Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estima que cada año se pierden 2.400 hectáreas del Gran Bosque de Agua, equivalente a nueve campos de fútbol.

PROFEPAUNAM

En 1998, Ildefonso Zamora denunció por primera vez la tala ilegal. “Era delegado municipal y participaba en programas de reforestación, cada día desaparecían cientos de árboles”, cuenta.

 

A partir del año 2000, la defensa del territorio se intensifica. Ildefonso es elegido autoridad de bienes comunales y, junto a tres compañeros, forma un grupo de vigilancia forestal y se enfoca en denunciar y documentar el problema, con el apoyo de Greenpeace México.

 

Ildefonso se convierte entonces en una persona que incomoda, y las amenazas contra él y su familia se hacen permanentes. En octubre de 2006, en una marcha contra los “talamontes”, taladores ilegales, le gritan desde el interior de dos vehículos: “Tienes tus días contados”. “Si no le bajas, te vamos a dar en donde más duele”.

 

Y le dieron. El 15 de mayo de 2007 atentan contra sus hijos, Aldo y Misael, involucrados también en la defensa del territorio. Mientras se dirigían a Ocuilán les tienden una emboscada, les obligan a bajar del coche y les disparan. Aldo, de 21 años, murió. “Ese día andaba en Toluca, gestionando el reconocimiento de la titulación de tierras y me llamaron diciéndome: ‘mataron a tu hijo’. Es algo inenarrable, no hay palabras. Mi vida y la de mi familia dio un giro de 180 grados, todo al revés, el mundo para nosotros se acabó”, recuerda.

 

Desde entonces, la familia Zamora pide justicia para Aldo, cuyo asesinato sigue parcialmente impune, a pesar de las promesas que le hizo el entonces presidente Felipe Calderón, cuando dos meses después le concedieron el Premio al Mérito Ecológico. Solo dos personas de las cuatro que participaron han sido detenidas. Las otras dos, los autores materiales del asesinato, los hermanos Luis y Alejo Encarnación Neri, taladores e hijos de uno de los principales cabecillas de los grupos dedicados a la tala ilegal, según Greenpeace y el Centro Prodh, permanecen en libertad.

GreenpeaceCentro Prodh

“Soy una piedra en su zapato”

En México, los ataques a los defensores y defensoras del medio ambiente han aumentado de manera exponencial en los últimos años. Según un informe del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), de las 16 agresiones que se registraron en 2011, se ha pasado a 109 entre mayo de 2014 a junio de 2015, y de las 109, 11 son asesinatos. Estas agresiones tienen que ver con proyectos relacionados con el agua, la minería, el despojo de tierras, infraestructuras o deforestación, entre otros. El Estado de México, donde vive Ildefonso, es junto a los de Sonora y Oaxaca, uno de los más afectados.

Para Zamora, la vinculación entre la tala ilegal y el poder es innegable. “Talar ilegalmente, de manera clandestina, deja buenos dividendos. Hay intereses políticos y económicos muy fuertes, son grupos patrocinados por autoridades superiores, desde arriba. Son autoridades corruptas, con conexiones, esto está muy claro”, afirma.

Pero prefiere no dar nombres. “Si denuncio, no me hacen caso, y si doy nombres, no es raro que me manden matar, me vuelvan a girar otra orden de aprehensión o me sigan manteniendo encarcelado. A mí siempre me han criminalizado, a mí y a mi familia. Siempre he sido objeto de atentados, soy una piedra en su zapato”, constata.

Este tlahuica es particularmente crítico con el actual presidente, Enrique Peña Nieto, quien fue gobernador del Estado de México cuando fue asesinado su hijo Aldo. “No es quien dice ser cuando viaja a otros países. Se lava las manos, se presenta como un presidente que cuida y respeta los derechos humanos, pero no es cierto. Desde que era gobernador guardó resentimiento contra mí, no se hizo justicia para que detuvieran a los asesinos de mi hijo, mandó varias veces a agentes ministeriales para detenerme, a sacarme de la carretera con mi vehículo”, afirma Ildefonso.

“Ojalá cuando viaje, principalmente a Europa, le pregunten por qué me criminaliza, por qué me persigue tanto. Aquí hay violaciones de derechos humanos diariamente. El presidente aplaude a su Policía federal, a su Ejército, y ellos golpean, atentan, secuestran y encarcelan injustamente a la gente. Yo lo estoy viviendo en carne propia”, añade. Denuncia con contundencia y recuerda, “solo por mencionar uno”, el caso de los 43 de Ayotzinapa, del que ahora se cumplen dos años.

“El infierno me lo fui a imaginar en la cárcel”

Para Santiago Aguirre, subdirector del Centro Prodh, una de las organizaciones que junto a Greenpeace y Amnistía Internacional ha liderado la campaña por la liberación de Ildefonso Zamora, su historia muestra un patrón que se repite en México. “Se está utilizando el sistema de justicia para inhibir la labor de los defensores, poderes locales que logran tener bajo su órbita de influencia indebida al ministerio público y eso les permite generar acusaciones penales infundadas”, dijo en la rueda de prensa celebrada tras la liberación de Zamora a mediados de agosto.

Zamora fue detenido de manera arbitraria por un grupo de entre 15 y 20 policías el 20 de noviembre de 2015, mientras estaba en su oficina en el palacio municipal de Ocuila. Faltaba un mes y pocos días para que finalizara su periodo como regidor de Turismo y Medio Ambiente. “Llegan y me golpean, fui maltratado, con golpes por las escaleras, en la camioneta me avientan igual. Una señora y su hija a las que manipularon, las aconsejaron mal o las utilizaron me denunciaron por robo con violencia”, explica. Fue directamente encarcelado en el Centro Preventivo y de Readaptación Social de Tenancingo.

Las organizaciones mencionadas se hacen cargo de su caso e inician una campaña mundial con la que logran recoger el apoyo de más de 47.000 personas. “A través de mi hija Rosario, cuando me visitaba los sábados con mi esposa, me iba informando. Recibí emails, tarjetas, sobres de países como Francia, España, Venezuela, Alemania, Panamá, Honduras, Canadá donde me manifestaban solidaridad y apoyo”, relata.

En mayo de 2016 Amnistía Internacional le nombra preso de conciencia y un mes después el Poder Judicial Federal del Estado de México le concede un amparo. Ordena que no le sometan a juicio al reconocer que se había violado su derecho a la presunción de inocencia y que no existían pruebas en su contra. El 12 de agosto, el Juzgado Quinto de Amparo ratifica la sentencia y Zamora, a las ocho de la tarde, sale en libertad.

Ha pasado un mes y medio desde entonces, pero todavía recuerda esos nueve meses. “Fueron días de sufrimiento, las cárceles están llenas de gente como yo, gente inocente. Las humillaciones, vejaciones… fue una experiencia amarga, un calvario. Si soy honesto, no conozco el infierno pero me lo fui a imaginar allá, en estos meses tan llenos de angustia”.

La noche que lo liberaron hubo fiesta en su casa. Ahora, dice estar contento porque está “registrado en el planeta”. “Ahora saben que existe un hombre que se llama Ildefonso Zamora Baldomero, tlahuica de San Juan de Atzingo, municipio del Cuila. Me llena de orgullo saber que sí existo para un bien común”, confiesa.

–¿Y qué planes tiene?

–Ahorita estoy sembrando unos chícharos (guisantes), si Dios quiere a fines de noviembre, principios de diciembre ya estaré cosechando.

–¿Seguirá en la defensa de los bosques?

–Creo que nací para eso de seguir cuidando, protegiendo. Si Dios me da licencia, lo que me queda de vida, ya de forma gradual, seguiré reforestando. La tala sigue, está imparable, y yo voy a estar como árbitro, de cerca, viendo. Va a ser difícil dejar la lucha.