La incertidumbre de los afganos que España dejó atrás: “Nadie nos dice nada”
La familia de Fadel (nombre ficticio) le escribe a menudo para hacerle una misma pregunta desde hace semanas. Escondidos en un lugar que no pueden desvelar, alejados de la vivienda que abandonaron un día después de la toma de Kabul, consultan con su hijo, residente en España desde hace cuatro años, si el Gobierno ha dicho algo concreto sobre su evacuación. Si ellos están incluidos en esas negociaciones “discretas” de las que habla el ministro de Exteriores.
La respuesta, 25 días después de la retirada de las tropas españolas de Kabul, sigue siendo la misma. Fadel no sabe nada.
Nadie ha respondido a sus correos electrónicos. El personal diplomático no se ha puesto en contacto con él para dar las pautas a seguir o para decirle que lo harán. Tampoco está seguro de haber llamado a las puertas adecuadas y se plantea si debería dar algún paso que aún no ha dado.
Esa incertidumbre ha marcado las últimas semanas de los ciudadanos afganos que, aunque formaban parte de los listados de evacuación del Gobierno de España y tenían salvoconductos expedidos por el Ministerio de Exteriores, no lograron acceder al aeropuerto de Kabul antes del cierre de la misión.
Tras finalizar su misión en Afganistán, el Ejecutivo español se comprometió a encontrar nuevas “vías” para continuar con las evacuaciones de los afganos cuyos nombres ya estaban en los listados para ser acogidos en España. De momento, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha anunciado la próxima llegada al país desde Pakistán de un traductor afgano que trabajó para el Ejército español mientras estuvo desplegado en el país asiático.
Mientras, otros aguardan noticias que no llegan. Lo hacen con el desasosiego de no saber si están tomando las decisiones adecuadas. Se preguntan, por ejemplo, si en vez de esperar a que suene el teléfono en Afganistán deberían empezar a pensar en trasladarse por su cuenta a Pakistán. Si vuelven a sus ciudades correspondientes o es mejor permanecer en Kabul. Si venden sus pertenencias ante la falta de dinero o es mejor aguantar un poco más. Transmiten cierta sensación de bloqueo.
Desde Herat, Nabi (nombre ficticio) describe a elDiario.es su inquietud. Él también tenía un salvoconducto, al igual que su hermana y su cuñado. Aunque ellos lograron sortear los controles y los “golpes” de los talibanes hasta entrar en el aeropuerto, él se quedó atrás. “Después de las evacuaciones, me quedé en Kabul unas dos semanas e intenté esconderme y esperar nuevas noticias”, explica el joven afgano. El tiempo pasaba, su dinero se agotaba en el pago de habitaciones y tuvo que alejarse de la capital, donde había depositado todas sus esperanzas de salir del país. “Al no recibir ninguna información, decidí venir a Herat”.
Desde entonces, cuenta, no ha podido contactar con el Ministerio de Exteriores. “No me han dado ninguna información”, lamenta Nabi. Su hermana, desde Manresa, describe la preocupación que siente por su hermano desde que se separaron en el caos desatado en la entrada del aeropuerto de Kabul durante los últimos días de las evacuaciones internacionales: “La Embajada española no se ha puesto en contacto con nosotros desde entonces. Acabamos de ver en las noticias que quieren sacar a más personas, pero no han contactado directamente conmigo ni con mi hermano”, dice Ghazal (nombre ficticio) en un mensaje enviado justo después de sus clases de español.
El impacto emocional
“Creo que mi hermano está muy mal por haberlo perdido todo, por tener una familia que se aleja, por haber visto a gente asesinada y por sentirse en peligro más que nunca”, añade la solicitante de asilo afgana, activista por los derechos de la mujer en su país, que trabajó durante años en organizaciones como el Danish Refugee Council (DRC) y el International Rescue Comitte (IRC).
Su hermano, de 24 años, tarda en responder a las preguntas de elDiario.es. Insiste en que quiere hacerlo, pero no se encuentra bien. La ansiedad le impide concentrarse. El joven resultó herido en el atentado que acabó con la vida de cerca de 170 personas en el aeropuerto de Kabul. Su mano y su oreja sufrieron quemaduras leves. Vio imágenes que nunca quiso haber presenciado. “Vi a algunas personas muertas que nunca podré olvidar. Todavía, cuando recuerdo esas sensaciones, me impactan”.
“No estoy bien. Estoy lejos de mi familia y vivo escondido. Aquí me estoy deprimiendo porque estoy tratando de no salir a la calle para no tener problemas con los talibanes”, explica Nabi a través de mensajes de Whatsapp. Su vida se ha parado desde la toma de Kabul. Ha dejado su trabajo como profesor y como director de una pequeña entidad que apoyaba a la juventud afgana. “Pertenezco a una familia en la que todo el mundo ha trabajado duro para cambiar la sociedad. Desde mi hermano mayor, que era periodista y huyó a Bélgica hace nueve años por problemas con los extremistas, hasta mi hermana, que era una activista de los derechos de la mujer y ayudó a la comunidad durante años. Yo también he seguido esa llamada para ayudar a la sociedad”. Toda esta labor familiar, considera, le pone en peligro.
“En estos días, los talibanes están arrestando y llevándose a algunas personas bajo varios pretextos. A veces los liberan después de golpearlos, y otras veces no hay noticias de los detenidos. Como siento que soy una de las personas que están en el punto de mira, intento esconderme y ser menos visible en la comunidad”, lamenta desde su casa.
De Euskadi a Rota para pedir ayuda
La casa familiar de Fadel es una de las registradas por los talibanes en el último mes, cuenta el afgano desde el País Vasco. “Los días 21 y 22 de agosto, irrumpieron en la casa, pero ellos ya no estaban ahí. A mi hermano le habían llamado varias veces los talibanes exigiéndole que fuese a la oficina de los servicios de inteligencia, donde trabajaba, para que les diese información. Él no fue. Estaba en claro peligro, por eso todos abandonaron la vivienda”, describe. Mientras que su hermano y su mujer, embarazada de cuatro meses, lograron subirse en un vuelo de evacuación y ya se encuentran a salvo en España, el resto de la familia sigue en Afganistán. Tienen los salvoconductos, pero sus papeles se retrasaron algo más y no lograron llegar al aeropuerto a tiempo.
A Fadel le preocupa especialmente su padre, quien trabajó en el Palacio presidencial de Kabul, según su relato. Pero cree que, debido al empleo de su hermano, toda su familia está en riesgo. “Les interesa saber dónde esta mi hermano. Si no pueden hacerle daño a él, harán daño a cualquiera de mi familia”, dice convencido.
Tras el cierre de la misión de la evacuación española, Fadel ha tocado distintas puertas para lograr la salida de su familia a cualquier país donde se encuentren a salvo. Antes de la retirada definitiva de EEUU de Afganistán, su desesperación le empujó a viajar a la base naval estadounidense de Rota, convertida en campamento de tránsito de refugiados afganos que iban a ser recibidos en el país norteamericano.
El afgano se ofreció como intérprete voluntario y, ya allí, intentó encontrar otra oportunidad para salvar a su familia: “Estuve ayudando a los soldados estadounidenses e intenté pedir que los sacasen, pero me quedé sin respuesta”.
Las negociaciones de Exteriores
El Gobierno continúa con las negociaciones para conseguir agilizar nuevas evacuaciones. El ministro de Exteriores ha viajado en las últimas semanas a Pakistán y a Catar con el objetivo de avanzar en este propósito. El martes pasado, José Manuel Albares se reunió en Doha con el emir de Catar, Tamim bin Hamad al Zani, quien ha garantizado el apoyo de su país para permitir la evacuación de los colaboradores de España de Afganistán “en el menor tiempo posible”, según informó la agencia EFE.
El país asiático se ha convertido en un actor clave en la crisis afgana tras la retirada de Estados Unidos. Sus relaciones con los talibanes han posibilitado la reanudación de los vuelos comerciales desde Kabul, por lo que se ha convertido en interlocutor fundamental para otros gobiernos que buscan activar una segunda fase de evacuaciones.
En Islamabad, José Manuel Albares buscaba construir “nuevas vías de cooperación” con el Gobierno pakistaní con el objetivo de que sus autoridades facilitasen los viajes de afganos a España. Pakistán es otro país clave: si su Ejecutivo facilita la entrada al país de los colaboradores de España a través de su frontera terrestre, su traslado podría gestionarse desde la Embajada española en el país.
El ministro ha rechazado detallar los plazos o el número de personas que planea trasladar próximamente. “Sería irresponsable hablar de personas y de tiempos mientras que la evacuación está en marcha”, dice.
La confusión del término “colaboradores”
El miedo a ser abandonados, a que ellos no sean los “colaboradores” de los que habla el ministro, está presente entre algunos de los entrevistados. Desde el inicio de las evacuaciones, las autoridades españolas hablaron de evacuar a los “colaboradores” afganos, es decir, aquellas personas que habían trabajado para el Gobierno español durante la presencia de España en el país asiático.
No obstante, como aclaró posteriormente la ministra de Defensa, no todas las personas evacuadas habían colaborado directamente con España. Entre las razones para conceder los salvoconductos, también se encontraban, por ejemplo, la existencia de un vínculo con el país -como tener familiares– o ser perfiles “muy vulnerables” en el régimen talibán, como mujeres activas en la vida pública del país o en situación de riesgo.
Ahora, algunos afganos que no colaboraron con España de manera directa, aunque sí tienen una vinculación con el país, temen que su salida ya no sea prioritaria, aunque ya hubiesen recibido la luz verde en agosto.
Esta es otra de las preguntas que se hace Fadel, quien sí consiguió la evacuación de su hermano, amenazado por talibanes por haber trabajado para los servicios de inteligencia del gobierno anterior. “Cuando veo los tuits de Albares siempre habla de poder evacuar y sacar a los colaboradores españoles. A mí me preocupa que siempre se hable de colaboradores españoles, y no de gente como mi familia, a la que España también le dio el salvoconducto”, dice el hombre afgano, quien ha sido reconocido como refugiado.
“El miedo que yo tengo es que no tengan en cuenta a mi familia. Pero si también planean salvar estos casos, me gustaría saberlo, para estar un poco más tranquilo. ¿Cómo podría obtener esa respuesta?”, se pregunta Fadel, quien reitera en varias ocasiones su agradecimiento hacia el Gobierno español por haberles expedido los salvoconductos.
Fuentes de Exteriores descartan dar información acerca “de estas operaciones ni sobre la naturaleza de los evacuados” y mantienen la importancia de continuar el procedimiento de manera “discreta” para asegurar su éxito. El ministro de Exteriores ha reiterado en varias ocasiones que su intención es “no dejar a nadie atrás”.
“Nadie dice nada. No me han llamado ni escrito, ni a mí ni a familia, para decirme si están intentando hacer algo. Estoy muy agradecido a España, pero me interesaría tener una respuesta. Saber si están intentando sacar a mi familia, si me puedo tranquilizar”, insiste Fadel.
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