“Nosotros contra ellos”. Tres palabras que resumen el discurso del odio y el miedo, el que levanta muros, el que convierte al mundo un lugar “más dividido y peligroso”. Amnistía Internacional (AI), en la presentación de su informe anual, ha alertado de que 2016 se caracterizó por el “uso cínico” de la retórica que genera miedo y demoniza a grupos de personas “con el objetivo de ganar votos”.
La política “deshumanizadora”, señala Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España, ha adquirido una “escala global nunca vista” desde 1930. El principal exponente de esta tendencia viene a la mente en forma de nombre propio: Donald Trump. En su estudio, la organización afirma que el “discurso discriminatorio, misógino y xenófobo” de su campaña electoral causa una “gran preocupación” sobre el futuro compromiso de EEUU con los derechos humanos.
“Cuando leí la orden que prohibía viajar a personas de ciertas nacionalidades me quedé horrorizado. ¿Cómo puede ser que un país creado por inmigrantes ponga en la diana a personas solo por su confesión religiosa?”, opina Vicent Ward, abogado estadounidense que ha llevado el caso de la soldado Chelsea Manning.
“Me ha conmovido la protesta de los ciudadanos contra esta medida arbitraria. Algunos han sido detenidos y acusados de delitos por participar en las protestas, es una manera de silenciarlas”, puntualiza este abogado de derechos civiles.
Sin embargo, Trump no es el único ejemplo de esta forma de hacer política. Según Beltrán, “cada vez son más los políticos” que convierten en “chivos expiatorios a grupos enteros de personas” y cita como ejemplo a Orban, en Hungría; Erdogan, en Turquía o Duterte y su campaña antidrogas en Filipinas.
Los discursos xenófobos, según la investigación, cristalizan en políticas reales: 36 países devolvieron “ilícitamente” a personas refugiadas a países no seguros. Desde Australia y su traslado de refugiados a la “cárcel al aire libre” de la islas de Nauru y Manus hasta la expulsión, afirma la ONG, por parte de México y EEUU de personas que huyen de la violencia en Centroamérica.
La organización también se refiere a los acuerdos migratorios de la Unión Europea con terceros países como “Turquía, Libia, Sudán y Egipto”. El objetivo, según el director, es “mantener a las personas migrantes y refugiadas alejadas sin apenas respeto por sus derechos”. Por otro lado, el informe insiste en que, en la lucha contra el terrorismo, Europa está adoptando “intrusivas medidas de seguridad”, como la prolongación del estado de excepción en Francia.
“Hubo un tiempo en que los gobiernos se avergonzaban de violar los derechos humanos: negaban la mayor o lo justificaban como algo excepcional. Hoy los límites de lo aceptable han cambiado”, explica el representante de AI España. Beltrán apunta que también ha aumentado el discurso anti LGTBI y antifeminista, como se demostró en el intento, tumbado por la movilización social, de prohibir el aborto en Polonia.
Represión de las voces disidentes
El documento, que evalúa la situación de los derechos humanos en 159 países, concluye que en 2016 se desataron “campañas masivas de represión” de la disidencia en Turquía, tras el golpe de Estado fallido; en India que “silencia con leyes de la época colonial” y en China, que amplía las leyes de seguridad nacional. La tendencia se repite en Etiopía, Irán y Tailandia.
En Egipto, según el informe, “las autoridades utilizaron detenciones arbitrarias masivas de periodistas, defensores de derechos humanos y manifestantes”. Belal Darder, fotoperiodista egipcio que cubrió las protestas por el golpe de Estado de julio de 2013, huyó del país tras ser condenado a 15 años de cárcel por “traicionar a su país” con su cobertura.
“El discurso que llevaba dos años produciéndose propugnaba el odio ilógico e irracional. Tenía barba larga y la gente me empezó a asociar con los Hermanos Musulmanes, algo curioso en un país musulmán”, recuerda Darder.
En 22 países mataron a defensores de derechos humanos por “cuestionar arraigados intereses económicos y defender a minorías”. Uno de ellos es Honduras, donde la dirigente indígena Berta Cáceres y sietes activistas más fueron asesinados en 2016. Brasil, El Salvador, Jamaica, México y Venezuela presentaron en 2016 las tasas de homicidio más altas del mundo.
Indiferencia internacional ante los crímenes de guerra
De acuerdo con el informe, Arabia Saudí detuvo a activistas por cargos como “insultar al Estado” y cometió “graves violaciones del derecho internacional, incluido crímenes de guerra” en Yemen, en ocasiones con armamento de EEUU y Reino Unido. En Sudán del Sur, donde se ha declarado la segunda hambruna del siglo XXI, persisten los combates entre las fuerzas gubernamentales y la oposición.
En Siria, afirma la ONG, no cesaron los “ataques directos contra la población civil”, así como “el encarcelamiento, la tortura y la desaparición” de activistas. Libia, Afganistán, República Centroafricana, Burundi, Irak y Centroamérica engrosan la lista de crisis “con poca voluntad política para abordarlas”, sentencia la organización.
Amnistía Internacional ha documentado crímenes de guerra en al menos 23 países. “La indiferencia internacional ante estos crímenes se ha convertido en algo totalmente normal”, critica Beltrán. Mientras, Burundi, Gambia y Sudáfrica “dan la espalda” a la Corte Penal Internacional, tribunal permanente contra los crímenes internacionales, del que Rusia también ha retirado “simbólicamente” su firma.
Ante los “intentos de retirar” derechos humanos consolidados, la organización pone el foco en la sociedad civil: “Con los políticos cada vez más dispuestos a demonizar a grupos enteros de personas, raras veces ha sido tan evidente la necesidad de que todas las personas luchemos pos los valores de la dignidad y la igualdad”.