La inmigración no pone en riesgo el Estado del Bienestar. Al contrario, contribuye a su mantenimiento. Es lo que se desprende del análisis de los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), que muestran que el aumento de la población extranjera no afecta a la tasa de paro y rejuvenece la población. Así ocurrió entre 2002 y 2007 en España, cuando se produjo el mayor aumento del flujo migratorio en nuestro país: la población extranjera pasó de 1,9 millones de personas a 4,5 millones en un lustro.
Las declaraciones de la semana pasada del presidente del Partido Popular, Pablo Casado, con cifras desproporcionadas sobre inmigración, han reavivado un discurso que las ONG consideran alarmista. Este medio ha analizado los datos del INE durante el periodo 2002 a 2007 para comprobar cuáles fueron los efectos el boom migratorio sobre la economía y la demografía en España.
La inmigración no aumenta el paro
No todas las comunidades autónomas reciben el mismo flujo de inmigración. Entre 2002 y 2007, comunidades como Madrid, Cataluña o La Rioja fueron las que más aumentaron su población de nacionalidad extranjera; mientras que otras como Navarra, Cantabria o País Vasco lo hicieron bastante menos. En cualquier caso, los datos del INE revelan que la tasa de paro descendió en todas las comunidades, independientemente de si en los últimos años habían recibido más o menos población extranjera.
Aragón, Castilla-La Mancha y Canarias, situadas en un rango intermedio de aumento de población extranjera, también experimentaron un descenso en su tasa de paro. Hubo tres excepciones –Asturias, Aragón y Baleares– donde el paro sí aumentó, pero lo hizo mínimamente, como se aprecia en el gráfico. “El efecto de la inmigración sobre el empleo y el desempleo en los países de destino es muy pequeño, tanto positiva como negativamente”, explica Jesús Fernández-Huertas, profesor titular de Departamento de Economía de la Universidad Carlos III.
Gonzalo Fanjul, director de Investigaciones de la Fundación porCausa, considera que “no se puede argumentar que la inmigración tenga un coste sobre los salarios de la población autóctona”. Una opinión que también refleja la Catedrática en Economía e investigadora, Sara de la Rica, en su artículo “Los efectos económicos de la inmigración: evidencia empírica”: “la evidencia empírica de las últimas dos décadas ha sido contundente al no encontrar un impacto negativo [de la inmigración] ni en el nivel de empleo ni en los salarios”.
La inmigración, necesaria para el sistema de pensiones
Uno de los indicadores sociodemográficos donde mejor se aprecia la influencia de población extranjera es en la edad media de los habitantes. Los datos del INE revelan que a mayor inmigración, menor envejecimiento. Durante el boom, fueron aquellas provincias que experimentaron un mayor crecimiento de la inmigración las que redujeron su edad media (por ejemplo, la edad media Guadalajara descendió de 41,1 años de media en 2002 a 39,8 en 2007). Por el contrario, las que menos inmigración recibieron, envejecieron. Fue el caso de Cáceres, donde la edad media de sus habitantes aumentó más de un punto en un lustro (de 41,3 en 2002 a 42,6 en 2007).
“Nuestra pirámide poblacional tiende a ser invertida, con lo cual tendremos una población cada vez más envejecida y con mayores dificultades para sostener el sistema de pensiones”, explica Fanjul. En el futuro, señala el experto “o bien quienes sostengan las pensiones tendrán que pagar un coste desproporcionado o bien el sistema de pensiones se deteriorará”. Y añade: “en la Unión Europea la ratio de jubilado por trabajador es de 1/2, y se prevé que para 2035 sea de 1/1”.
Según Fanjul, también hay que tener en cuenta que “los inmigrantes de primera generación (los más jóvenes) tienen un coste por persona mas bajo para el sistema, porque no son pensionistas, por lo que contribuyen más de lo que consumen”. En esta línea se expresa de la Rica, que en su artículo apunta que aunque “la entrada de trabajadores inmigrantes provoca en principio un incremento en las necesidades de gasto público (...) los ingresos públicos aumentan debido al aumento de las cotizaciones sociales derivadas de la contratación de este nuevo flujo de trabajadores”.
En el periodo analizado, los datos del INE muestran una relación entre el crecimiento de la actividad económica y un aumento de la población extranjera. En líneas generales, se observa que durante los años del boom migratorio provincias como Girona, Málaga o Murcia (de las que más inmigración recibieron) experimentaron un aumento en el tamaño de su economía. Al contrario ocurrió en provincias como Salamanca, León o Palencia, que aumentaron muy poco su población extranjera en ese periodo, y también su PIB.
“Hay que plantearse el efecto causal: si la inmigración provoca el crecimiento económico o viceversa”, reflexiona Fernandez-Huertas. En cualquier caso, apunta el profesor de la Carlos III, “de nuevo, los efectos de la inmigración son normalmente neutros, no hay grandes efectos ni positivos ni negativos”. Fanjul señala que “por cada inmigrante que llegó por mar a la Unión Europea en los últimos tres años, entraron 9 de manera regular en nuestros mercados como trabajadores”. “La fotografía que se nos trata de trasladar de la frontera sur es muy espectacular en términos humanos, pero en términos numéricos es mínima”, apunta el experto.