Es la primera vez que el cantante burkinés Smockey canta en España. “La verdad es que es raro, sí”, dice, como si se acabara de dar cuenta. Es raro porque Smockey (apodo de Serge Bambara) lleva años cantando por todo el mundo. Pero es raro, sobre todo, porque él es uno de los iniciadores del Balai Citoyen (“la escoba ciudadana”), el movimiento ciudadano que en 2014 tomó las calles del país para impedir que el presidente Blaise Compaore, que llevaba gobernando el país desde hacía 27 años, modificara la Constitución para perpetuarse en el poder.
El 30 de octubre de 2014, el día en que Compaore presentó su proyecto de referéndum, cientos de cibals y cibelles (acrónimo de citoyen balayeur: ciudadano que barre) y otros grupos de la sociedad civil marcharon hasta el Parlamento y lo incendiaron. Hicieron lo mismo con la sede del partido de Compaore, el CDP (Congrès pour la Democratice et le Progrès). Compaore tuvo que huir del país: lo hizo en un avión del Gobierno francés, rumbo a Costa de Marfil.
El país estuvo bajo un Gobierno de transición durante un año, hasta las elecciones de noviembre de 2015 que estuvieron a punto de no celebrarse: el 16 de septiembre, militares del RSP (“Régiment de Sécurité Présidentielle”, la sección de élite del Ejército que Compaore creó en 1995 para su protección personal) trataron de realizar un golpe de estado que la ciudadanía paró en las calles.
Durante esos días, bombardearon Abazon, el estudio de grabación de Smockey. El Balai Citoyen fue clave en la preservación de la democracia durante esos meses. Su campaña 'Après ta révolte', ton vote (tras tu revuelta, tu voto) animó a la población a salir a votar en las elecciones de noviembre y, ese día, cientos de personas se quedaron en los centros electorales para estar presentes durante el recuento; respondían a otra campaña del Balai Citoyen: “Je vote et je reste” (voto y me quedo), un llamamiento a la población para que estuviera presente en los recuentos y certificara que las elecciones habían sido limpias.
La escoba que da nombre y que sirve de símbolo del grupo se refiere a limpiar las instituciones de corrupción. Pero es también una clara referencia al padre ideológico del Balai Citoyen: a las limpiezas semanales de calles que organizó Thomas Sankara, presidente del país entre 1982 y 1987.
Durante su gobierno, Burkina Faso fue punta de lanza en temas como la ecología (con su lucha contra la desertificación), los derechos de las mujeres (abolición de la ablación), y la sanidad (grandes campañas de vacunación), pero su influencia fue clave sobre todo en la crítica de la dependencia de los países africanos y en las medidas que tomó para fomentar la autosuficiencia de Burkina Faso.
Hoy, la estela de Sankara está más viva que nunca, hasta el punto de que sus restos han sido exhumados para esclarecer, de una vez por todas, el secreto a gritos de que fue asesinado por su antiguo mejor amigo: Blaise Compaore.
Parece un acto de justicia: que una revolución inspirada en los ideales de Sankara consiga que su cuerpo sea exhumado para conocer la verdad sobre su muerte. ¿En qué estado se encuentra la investigación sobre el cuerpo de Sankara?
Hay gente que cree que su cuerpo no debe ser exhumado por razones éticas, pero otros pensamos que hay que hacerlo para tener la conciencia en paz. Hay quienes dudan incluso de que el cuerpo que está en esa tumba junto con doce más sea el cuerpo de Sankara y piensan que fue sacado de allí. De momento, estamos esperando los resultados de la segunda autopsia. Los resultados de la primera no fueron muy fiables, así que se ha encargado una segunda, y estamos esperando los resultados.
Pero lo que nos importa, más allá del cuerpo de Sankara, es su legado espiritual y filosófico. Y en ese sentido, sí que hay una nueva generación de juventud burkinesa que ha tomado el relevo de su pensamiento. Porque sobre todo están sus huellas espirituales: sus discursos, sus vídeos, sus escritos. Y una gran parte de la juventud que no vivió la época de Sankara ha sublimado su figura gracias a esas huellas. A pesar de la gran campaña de propaganda que se llevó a cabo para desprestigiar su figura y presentarlo como un traidor, su mensaje ha llegado hasta esta generación de ahora. La juventud está volviendo a conocer la historia de Sankara
¿Cómo ha ocurrido ese cambio?
Nosotros nunca hemos dejado de cantar a Sankara. Nunca hemos dejado de hablar de él. Una de sus frases más conocidas fue “matadme y nacerán millones de Sankaras”. Nosotros tuvimos la suerte de conocer la revolución, yo me manifesté para pedir su liberación mientras estaba en el instituto. Esa época nos marcó y como artistas teníamos el deber de preservar su legado. Y eso era mucho más fácil con un sistema tan claramente estúpido y represivo como el de Blaise Compaore, que tenía en su haber más de un centenar de crímenes de sangre, por no hablar de sus crímenes económicos.
Así que era fácil demostrar que Compaore había sido el victimario, y no la víctima, como él trataba de presentarse. Durante muchos años nuestra labor fue la de predicar la verdad, y creo que funcionó. Cuando cantas una canción sobre Sankara, cuando dices que Compaore es culpable, ciertos jóvenes irán a los libros a conocer su verdadera historia. Me parece que es justo que la historia regrese así.
¿Qué queda hoy de la insurrección de 2014?
Una vez que Campaore dimitió y salió del país (en un avión del gobierno francés que lo trasladó a Costa de Marfil), lo que nos tocó fue gestionar el momento postCompaore y postinsurrección. No era una tarea fácil. Se creó un gobierno de transición con diputados que en teoría representaban a todas las sensibilidades de la sociedad y es cierto que muchas personas de la sociedad civil se implicaron en ese gobierno; nosotros (el Balai Citoyen) no.
Como éramos casi los únicos que no formábamos parte de ese gobierno, tuvimos que asumir la función del contrapoder. Conseguimos que dos ministros dimitieran, que los diputados se bajaran unos sueldos que nos parecían a todas luces indecentes (los sueldos eran de 3.000.000 CFA, unos 4.500 euros), pedimos la disolución de la RSP, pero no nos hicieron caso, hasta que pasó lo que todos sabíamos que iba a pasar: el intento de golpe de Estado, en plena transición, solo un mes antes de las elecciones. Ahí, una vez más, los miembros del Balai Citoyen salimos a la calle contra los golpistas.
Una vez más, el pueblo burkinés consiguió detener el golpe y que se celebraran las elecciones. Y ahora, por primera vez desde 1966, tenemos un gobierno completamente civil. Nos guste o no ese gobierno, no hay duda de que se ha respetado la voluntad del pueblo burkinés. Nuestro papel, hoy, es ejercer la misma presión sobre el gobierno: denunciar todo lo que va mal. Hace tiempo que, cuando hacemos ruedas de prensa, algo cambia en el gobierno.
Me gustaría que me hablara sobre su negativa a entrar en la política institucional.
Somos conscientes de que la política institucional es necesaria para conseguir cambios: para hacer reformas, etc. Está claro que la presión por sí sola no basta. Pero para nosotros es evidente que no se puede ser juez y parte, y hemos tenido que elegir. Y nos seguimos sintiendo útiles en ese papel de centinelas de la democracia. Pero lo que sí podemos hacer es animar a la juventud a que se implique en la política: desmitificarla. Como decía Sankara, si el problema es político, la solución debe ser política.
¿Cree que veremos pronto un nuevo partido inspirado por Sankara y protagonizado por esa generación de gente joven?
No le quepa duda de que estamos haciendo todo lo posible para que así sea. Tenemos varias iniciativas y tenemos encuentros con jóvenes, no ya en la universidad, sino en los institutos. Quedan cuatro años de legislatura, y estoy seguro de que ese nuevo partido se presentará a las próximas elecciones. Y que se presentará con un programa creado de manera participativa, con propuestas y enmiendas de la sociedad civil en todas las áreas.
Una vez que se presente, ese partido joven tendrá que responder por ese programa y nosotros seguiremos ahí, en esta posición de contrapoder. Nuestra labor seguirá siendo estar ahí, controlando, canalizando ese poder para que no se desborde. Incluso en el gobierno de Sankara hubo ese desborde, pero fue porque no había una fuerza externa que controlara, que propusiera, que estuviera fuera.
Hablemos sobre el papel de las mujeres. Sankara fue también pionero en la lucha por la igualdad de las mujeres, pero tengo la impresión de que en las revueltas ciudadanas de 2014, y en el propio Balais Citoyen, había muy poca presencia femenina.
Sí, es cierto. El lugar de las mujeres en la sociedad está por reconquistar. El gobierno de Compaore destruyó todo el progreso que la revolución había llevado a cabo en esta materia. Sí ha habido manifestaciones exclusivas de mujeres durante la insurrección de 2014: el 29 de noviembre, el día antes de la gran insurrección, hubo una manifestación de mujeres que llevaban espátulas como signo de protesta, y por supuesto las ayudamos y las acompañamos.
El gobierno no se atrevió a prohibir aquella manifestación porque eran mujeres, y la verdad es que aquel acto tuvo mucho impacto en lo que pasaría el día después: si las mujeres salían a manifestarse, quería decir que Compaore estaba acabado. Pero es cierto que hoy el país ha retrocedido mucho en este sentido y hay que luchar para deshacer esos 27 años en los que no se ha hecho nada para el avance de las mujeres en la sociedad.
En los orígenes de los “clubs cibal” (las agrupaciones del Balai Citoyen en las distintas partes del país), tratamos de imponer una cuota del 50% de mujeres, pero pronto nos dimos cuenta de que iba a ser imposible. Así que ahora no tenemos cuotas, pero sí que pedimos que cada club fomente la presencia de las militantes femeninas.
Hace años que es amigo de Didier Awadi (el músico senegalés), y las similitudes entre Y’en a marre (movimiento que él contribuyó a fundar), y el Balai Citoyen son enormes, como también lo son con Lucha, el movimiento ciudadano de la República Democrática del Congo: la no-violencia, la lucha contra presidentes corruptos, etc. ¿Podemos hablar de un nuevo panafricanismo?
Exactamente. Hace tiempo que pienso que aquel renacimiento africano del que hablaban todos, desde Sheikh Anta Diop hasta Senghor y Césaire, es lo que está pasando ahora. Porque ningún renacimiento africano será posible sin los viejos políticos. Los movimientos sociales de hoy afirman su compromiso político sin complejos, después de mucho tiempo de estigmatización de la política.
Durante ese tiempo en que los jóvenes no hacíamos política, la política se hacía a nuestra costa. Ahora hay toda una generación de jóvenes que ha comprendido que nos toca a nosotros llevar a cabo esa lucha, porque si tenemos que esperar a que lleguen nuevos héroes como Lubumba o Sankara, vamos a tener que esperar mucho. Los países africanos nunca hemos sido tan dependientes como después de nuestras independencias de los años 60.
Mira lo que pasa con el franco CFA, por ejemplo: el 85% de nuestras reservas nacionales están en el Banco de Francia y nuestros gobiernos son incapaces de hacer nada contra ello. Y es evidente que no harán nada por nosotros hasta que nosotros no estemos en su lugar. Y eso es lo que vamos a hacer. Ese es el renacimiento africano.
¿Y por qué cree que este renacimiento se está dando ahora?
Creo que ahora nuestros relojes se han sincronizado. Hemos tenido ejemplos: la primavera árabe nos hizo ver que sí, que era posible destronar a un dictador que lleva cuarenta años en el poder. Y después están las nuevas tecnologías: gracias a internet nos comunicamos mejor y las llamadas “artes rebeldes” llegan a mucha más gente. Y ahora, también, contamos con más medios: puedes montarte en el coche y parar en cualquier pueblo para hablar con la gente, para decirles “nos están engañando”.
Usted es hijo de francesa y fue a estudiar a Francia varios años. ¿Qué pasó allí con su toma de conciencia política?
Yo soy un hijo de la revolución, pero es cierto que había muchas cosas que no entendía entonces. Yo era un adolescente, e ir a Francia me hizo reflexionar mucho. Al ver la infraestructura de Francia, y al ver todo lo que le debe a África, me impresionó su desinterés: el desinterés de Europa hacia África, a pesar de lo dependientes que son de nosotros. Pero también hubo cosas positivas: por ejemplo, lo importante que es para Francia su propio desarrollo, por encima de todo.
Si para ello tienen que aniquilar a poblaciones enteras, convertirlas en esclavas, explotarlas, saquear su materia prima, no les tiembla la mano. Tienen que creer mucho en su propio desarrollo para llegar a hacer eso. Digo que es positivo en comparación con el estado de nuestros Estados.
También en nuestro caso se trata de voluntad política, y esa voluntad política falta. Nuestros políticos se pasan las cumbres y los encuentros internacionales mendigando programas de ayuda al desarrollo, que no son más que falsa ayuda. ¿Y por qué lo hacen? Porque han gastado el 80% del dinero de nuestros países en su propio beneficio, así que tienen que buscar ese dinero fuera.
Tenemos que mirar por qué Occidente ha llegado a ser el Occidente opulento que es hoy. E invertir la relación de fuerzas. Quizá nosotros no tengamos que llegar a esa opulencia, pero deberíamos tener un mínimo. Y eso está en nuestras manos.
Su último disco se titula Pré-volution: una mezcla de las palabras “premonición”, “revolución” y “evolución”. Cada uno corresponde, también a un color de la bandera de su país: amarillo, rojo y verde. ¿Qué significa cada uno de estos términos en la realidad de Burkina Faso?Pré-volution:
La premonición, el amarillo, se refiere a prever las cosas antes de que lleguen: tratar de imaginar los problemas que van a venir antes de que lleguen. Así que, en realidad, se trata de organizarse. Cuando todo el mundo pensaba que Compaoré no iba a atreverse a modificar la Constitución para presentarse una vez más a las elecciones, nosotros previmos que sí lo iba a hacer, y por eso empezamos a organizarnos para impedirle que la modificara. Pero nos movilizamos también más allá para que, en caso de que consiguiera cambiarla, pudiéramos votar para impedir que fuera presidente.
La revolución se refiere a la acción en sí misma. Es lo que pasó en 2014 y la resistencia al intento de golpe de estado un año después.
Y la evolución es, claro, la parte más delicada, que es la etapa en la que nos encontramos ahora: si lo hacemos mal en esta parte, es como tirar por la borda todos los esfuerzos de las fases anteriores, porque volveríamos al viejo sistema. Por eso miramos al largo plazo, y estamos preparados para largos años de batalla que nos lleven al cambio definitivo. Y eso toma mucho más tiempo. Es la parte verde: el verde no se obtiene sin esfuerzos.