Lo primero que hizo Abdetawab cuando se enteró de la reforma del reglamento de Extranjería fue llamar a su madre. Le contó que un cambio en la normativa española podría ayudarle a conseguir los papeles, después de malvivir en las calles madrileñas y encadenar trabajos sin contrato desde su llegada a España a los 17 años. Su compañero Adil se ha sentido aliviado al comprender que la medida aprobada por el Gobierno este martes le permitirá obtener la autorización de trabajo que necesita para ser independiente.
“Sin papeles me siento como un pajarito sin alas. Estoy en la calle, no puedo alquilar, no puedo hacer nada... He sufrido mucho, muchísimo... porque sin papeles no existo”, dice Abdetawab, joven marroquí extutelado de 23 años. Se encuentra en el límite de edad para conseguir la regularización extraordinaria incluida en la reforma del reglamento para jóvenes de entre 18 y 23 años. Solo pasó unos días en un centro de menores porque el “miedo” a ser expulsado le hizo escaparse: “Ojalá, a través de esa nueva 'ley', pueda tener papeles, trabajar y cumplir mi sueño”.
Ese sueño no es más que “vivir tranquilo”, cuenta Abdetawab: “Trabajar, estar bien, vivir como la gente”. Con un delantal negro y camiseta blanca, el joven sigue las instrucciones de su profesor en el restaurante El Ovillo, que apoya su formación como camarero y cocinero en un nuevo proyecto de Fundación Raíces y su programa Conciencia Cocina, que también busca un lugar donde vivir a quienes participan en sus formaciones y se encuentran en situación de calle. “Siempre estoy aquí a las 8:30. Siempre. En mi vida lo he pasado muy, muy mal. Sé que aquí mi vida puede cambiar”, dice el joven.
Las trabas
Las trabas impuestas a los menores extranjeros no acompañados para conseguir un permiso de residencia y trabajo cuando cumplen la mayoría de edad marcaron el sufrimiento que Abdetawab describe. Ese que ahora le empuja a aferrarse a la que ve como su primera gran oportunidad. Con 23, el joven marroquí extutelado podrá acogerse de manera retroactiva a la medida del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que facilita los papeles a los menores extranjeros no acompañados y elimina trámites casi imposibles de cumplir en la práctica para la mayoría de jóvenes extutelados.
Según los datos de Inclusión, de los 6.716 menores extranjeros no acompañados con 17 años que estaban registrados en España en 2019, solo un 10% había trabajado de forma regular dos años después. La normativa anterior, reconocen desde Migraciones, empujaba a estos chicos a “una situación de limbo legal, irregularidad sobrevenida y potencial exclusión”.
Desde su llegada a España, Abdetawab ha vivido en situación de exclusión, pero nunca se ha dejado caer del todo. Mantenerse en esa línea no ha sido fácil. El joven marroquí ha sobrevivido durante seis años en los márgenes. Ha vivido en parques, en una casa abandonada, en los lugares habilitados en las ferias con las que ha recorrido toda España y hasta en una tetería donde trabajaba sin contrato por 300 euros a cambio de un techo y comida. “Cuando no tienes casi ni para comer, es muy difícil no caer en robar, pero yo nunca lo he hecho. Voy a restaurantes y me dan algo de comer. Me dan un bocadillo, para no tener que robar”, dice el veinteañero. Los jóvenes extutelados que llegasen a la mayoría de edad sin papeles y hayan generado antecedentes penales después de cumplir los 18 años, no podrán beneficiarse de la regularización, según explicaron fuentes de Migraciones a elDiario.es.
Menciona un día en el que las fuerzas flaquearon. El joven cuenta que intentó acabar con su vida a través de la ingesta de tranquilizantes. “Tenía muchas cosas en la cabeza, estaba muy mal, lo he pasado muy mal...”, repite Abdetawab. “Yo hoy salgo de aquí -de las prácticas- y no puedo estar tranquilo”, ejemplifica el marroquí. “No sé si voy a llegar a casa o no. Porque puede aparecer un policía y llevarme a Extranjería, y allí paso tres días. Ya me ha pasado tres o cuatro veces. Me paran, y me llevan”.
Vivir en la calle
Adil, de 18 años, pasó casi dos años en distintos centros de menores en Ceuta. En el primero, La Esperanza, estuvo tres meses junto a cerca de 460 personas, en un espacio pensado para alrededor de 270. Dormía sobre un colchón tirado en el suelo y no cursó ningún tipo de formación. Durante la pandemia fue enviado a otro espacio (Piniers) donde empezó a acudir a clases de español. Cuando alcanzó la mayoría de edad, viajó a Madrid por miedo a que le devolviesen a su país, Marruecos. En la capital española vivió durante tres meses en la calle. Tenía un permiso de residencia -aunque sin finalizar toda su tramitación- sin autorización para trabajar.
Este joven menudo de pelo rizado se vio solo, con 18 años recién cumplidos, en las calles de Madrid. “Me sentía muy raro. Estar solo aquí, sin ningún familiar, sin nadie que pueda ayudarme... Estaba solo con mi ropa”, dice Adil. Salir de la calle no era fácil para un joven marroquí, sin apenas nivel de español, redes en el país ni un permiso de empleo. Para lograrlo, necesitaba conseguir un precontrato de trabajo de un año de duración a jornada completa, algo muy complicado para un adolescente, ya sea español o extranjero.
Las reglas hasta ahora
En base al anterior reglamento, los menores extranjeros no acompañados mayores de 16 años obtenían un permiso de residencia que no les permitía trabajar. Esta situación era discriminatoria con respecto a los adolescentes españoles y los inmigrantes que están acompañados de sus familiares, quienes sí tienen acceso al mercado laboral. Tras la reforma del reglamento de extranjería, los menores de más de 16 años y los jóvenes extutelados obtendrán un permiso de residencia que también les habilita para la actividad lucrativa sin necesidad de presentar un precontrato de empleo. También reduce los plazos ligados al inicio de los trámites de documentación de los chavales y aumenta la validez de los permisos.
“Cuando he hecho cursos de formación, a veces pensaba que quizá no sirve para nada, por no tener un permiso para trabajar. Ahora estoy más tranquilo”, dice el muchacho. El adolescente dejó su ciudad natal, Tetuán, con 16 años. Allí ya trabajaba en un mercado, en la venta de aceitunas, para ayudar a su madre a salir adelante tras la muerte de su padre. Si ha migrado a España, dice, es por ella y su hermana pequeña. “Cuando llegué a España, quería trabajar pero no podía. La vida es difícil, no te dejan hacer nada”.
Cuando conoció los detalles del nuevo reglamento de Extranjería, Abdetawab le explicó a su madre que este cambio normativo le permitiría conseguir pronto los papeles. También le decía que, con la documentación en regla, podría viajar a verla después de seis años de distancia. Pero, como en cada llamada desde que vive en España, el marroquí no describió a su madre las enormes dificultades a las que se enfrenta desde que dejó su país. Durante todo este tiempo, nunca le ha contado con detalle lo complicado que ha sido para él salir adelante: “No he podido. Ella sufriría aún más que yo, y no quiero hacerle eso”.