Bañada en las aguas del mar Egeo y a tiro de piedra de tierras anatolias, la isla de Lesbos se divisa perfectamente desde la costa turca y su silueta ejerce de guía para cualquier navío: es Europa. Sin perderla de vista en ningún momento, cientos de miles de refugiados se han lanzado al mar para dar el último paso hasta el ansiado continente.
La ilusión por pisarlo pronto queda reducida a una precaria tienda de campaña y, quizá, a años de espera. Acaban de desembarcar en la “gran cárcel” en la que, dicen, se ha convertido Lesbos para quienes han llegado a las costas helenas desde la firma del acuerdo entre la UE y Turquía, que suponía la devolución de todas aquellas personas que alcanzasen sus playas de forma irregular.
Este jueves dará comienzo a miles de kilómetros de allí, en Bruselas, el Consejo Europeo, en el que está previsto que los dirigentes aborden, entre otros asuntos, la reforma del sistema europeo asilo, que establece que el primer estado que pisen los demandantes debe tramitar su solicitud de protección internacional. También vendrá marcado por el fracaso los compromisos de reubicación pactados por los países en 2015: de los 160.000 refugiados que acordaron acoger desde Grecia e Italia, apenas han recibido a un 21% de las personas comprometidas.
Los líderes de Francia, España y Alemania llegarán, además, con la propuesta bajo el brazo de crear “centros de desembarco cerrados” para los migrantes en suelo europeo desde los que se gestione su situación y su repartan a los diversos países de la UE. Mientras, en las islas griegas, miles de personas siguen esperando que se resuelva su petición de asilo y poder salir de allí.
Y siguen llegando. El flujo de refugiados que arriban a la isla ha aumentado enormemente en las últimas semanas. Sirios, iraquíes, afganos, somalíes, egipcios, congoleños o bangladeshíes, entre otras tantas nacionalidades, comparten espacio en una isla donde existen tantas vidas como historias de huida.
Caminando por la pequeñísima ciudad de Mitilene, capital de Lesbos, no es complicado ver a numerosos grupos de refugiados. Una experiencia les une: todos, sin excepción, se lanzaron al mar y sobrevivieron.
Las llegadas a la isla se multiplican
Entre abril y mayo de 2017, cada día llegaban a las costas de Lesbos una media de 17 refugiados. La cifra de este año en el mismo periodo se ha multiplicado hasta alcanzar una media de 78 migrantes diarios. “No podemos saber el por qué, pero en mi opinión hay una correlación con los conflictos o las acciones de los traficantes”, sostiene Theodoros Alexellis, el máximo responsable de Acnur en la isla griega.
El organismo ha constatado que en mayo llegaron a las islas griegas 2.900 personas. La cifra de abril fue de 3.000 llegadas, superior a la de marzo, que fue de 2.400, y que a su vez fue mayor que las 1.250 registradas en febrero. La isla está desbordada y existen pocos indicios de que la situación mejore. “No importa lo bien que respondas, hay una capacidad limitada”, admite. Solo en Lesbos, la isla que más refugiados recibe, las llegadas en mayo ascendieron a cerca de 1.500. La cifra, según destaca, es “inasumible” teniendo en cuenta que en mayo solo hubo 1.100 transferencias a tierra firme, lejos de las 1.600 de abril.
El flujo, sin embargo, se ha visto reducido considerablemente después del acuerdo entre la UE y Turquía, y el escenario actual es distinto al que había en 2015 y 2016. Según recuerda Alexellis, “en esa época las islas griegas registraban la llegada de hasta 200 botes al día”. Los refugiados que llegaban en ese momento no tenían pensado quedarse, por lo que seguían su camino realizando la ruta de los Balcanes y muchos ponían su meta en los países del norte de Europa.
Lesbos, que solamente era una sitio de paso, ahora se ha convertido en una ratonera en la que miles de migrantes se encuentran atrapados. Muchos están en el centro de Moria, donde según las ONG, cerca de 6.000 refugiados se hacinan en “condiciones deplorables” en un lugar preparado para recibir solo a tres mil.
Las restricciones geográficas del acuerdo son el principal motivo por el que las islas están saturadas. Recientemente, el Tribunal Supremo de Grecia ha fallado a favor de anular esta restricción, por lo que los refugiados que lleguen a partir de ahora a las islas griegas no tendrán que quedarse. A falta de ver si realmente se cumple, el fallo no se aplica a los miles de refugiados que llegaron después del 20 de marzo de 2016, cuando entró en vigor la declaración, hasta abril de 2018.
Lentitud en los procesos
En 2017 hubo 7.000 traslados, mientras que hasta la fecha del 2018 la cifra se aproxima a los 4.000. “Las transferencias al continente dependen de la disponibilidad de hogares para vivir”, alega Alexellis. Con un país al límite, dice, la posibilidad de que se realicen miles de nuevos traslados a la Grecia continental se presenta complicada. Las fronteras de Macedonia, Albania y Bulgaria también cerraron sus puertas hace dos años, por lo que no existe opción alguna. La desesperación pesa y algunos deciden escapar de forma irregular.
En caso de que sus solicitudes sean denegadas, los refugiados pueden apelar para no ser inmediatamente deportados a Turquía. El caso pasa a un comité independiente: hay doce en toda Grecia y el proceso puede llevar meses. Ante la lentitud en estos casos concretos, el Gobierno quiere ampliar el número de comités. Para el trabajador de Acnur, la rapidez en los trámites es clave para mejorar las condiciones de vida en las islas: “Si esto se acelera, la cosa mejorará sustancialmente”.
Según el abogado griego Emmanouil Chatzachalkias, “el proceso se limita a preguntar por qué se ha solicitado el asilo en Grecia, en lugar de hacerlo en Turquía”. Según asegura, las deportaciones a Turquía no son comunes: “A diferencia de lo que se piensa, no se suele denegar el asilo en Grecia”. La principal razón es, una vez más, en la lentitud. “No es que el Gobierno griego no esté realizando deportaciones a Turquía, es que los procesos para aceptar o denegar la solicitud no se están terminando”, asegura el letrado.
En mayo, 29 migrantes fueron deportados a Turquía, cifra que ya asciende a 1.630 desde que se firmó el acuerdo. La mayoría son de nacionalidad paquistaní, mientras que los sirios ocupan el segundo lugar.
El Parlamento de Grecia ha aprobado un proyecto de ley para simplificar y agilizar los procedimientos de asilo y aliviar la superpoblación en los campamentos de refugiados. Ante dicha aprobación, “hay que ver si realmente agiliza el proceso y si no afecta a los derechos humanos”, afirma el abogado, quien insiste: “No son números, son personas”.
Este año han llegado a Grecia más de 18.000 refugiados. Cerca de 7.200 lo han hecho a través del río Evros entre enero y mayo, cifra muy superior a las 5.600 llegadas de todo el año 2017. La ruta tiene un alto índice de mortalidad y Frontex afirma que cada vez es más utilizada. Muchos pescadores de la zona divisan cada día cuerpos sin vida de quienes han intentado cruzar.
Por su parte, las islas de Lesbos, Chios o Samos, entre otras, han registrado la llegada de más de 11.000 migrantes. Mientras el reparto de refugiados a países europeos se consuma a cuentagotas, el flujo de personas que huyen de sus países de origen y se juegan la vida para alcanzar el continente sigue activo. Y lo hacen pese a los intentos de la UE de frenar su llegada.