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Una marca sin valores es una marca sin valor

Mercedes Ruíz-Giménez (@Merche_RG), Cecilia Carballo (@CarballoCecilia) y Cristina Linaje

Coordinadora de ONG para el Desarrollo – España —

Desde que el 8 de octubre de 2012, el Ministro García-Margallo presentó la Marca España, ésta se ha convertido en la punta de lanza de la acción exterior española. Según se define en su página web, “se trata de una política de Estado, a largo plazo, fruto del consenso que debe apostar por cuestiones económicas para contribuir a la recuperación del crecimiento y del empleo (…) de Marca España todos nos beneficiaremos”. En ella se incluyen cuestiones como la gastronomía, el turismo, la cooperación para el desarrollo, los deportes, las empresas, la literatura… en una suerte de cajón de sastre en el que todo cabe siempre que sirva a los propios intereses económicos y empresariales de España.

¿Debe la cooperación para el desarrollo formar parte de ese cajón de sastre? La respuesta a esta pregunta pasa por la definición del propio concepto “Marca-España” -aquellas particularidades propias que pueden convertir a España en un actor global diferenciado y valorado positivamente a nivel mundial. La Marca España se concreta en una visión que, tal y como ahora se presenta, está ligada fundamentalmente a los intereses empresariales y económicos con retorno positivo para la economía española, mostrando una concepción de la acción exterior española claramente insuficiente. En un mundo crecientemente interdependiente, el liderazgo viene de la mano de propuestas globales que enfrenten los problemas comunes; y eso hace que actuar como un actor global responsable sea la mejor carta de presentación de España en la esfera internacional y uno de sus principales activos para “mejorar la imagen del país”. En ello, la cooperación española, como política pública dotada de recursos económicos suficientes ha tenido y puede tener un papel clave -aunque lo cierto, es que la propia configuración de la Marca tiene poco que ver con la imagen positiva que desde la cooperación para el desarrollo promovemos.

A lo largo de sus décadas de existencia, la cooperación ha demostrado su contribución positiva al refuerzo de las relaciones bilaterales y multilaterales con países y regiones de interés estratégico para la acción exterior española. En el caso de las ONG para el Desarrollo podemos rescatar indudables contribuciones en ese sentido: hemos apoyado procesos defensa de los derechos humanos; hemos contribuido al fortalecimiento de la igualdad de género, llegando a constituirnos en país de referencia en este sentido; hemos fortalecido procesos productivos a nivel local. Podemos afirmar con satisfacción que muchos de los cuadros que hoy forman parte de gobiernos en América Latina surgieron de procesos de colaboración con la sociedad civil local. Los y las cooperantes han facilitado el impulso de iniciativas de economía social y el fortalecimiento del tejido social de muchos países en desarrollo.

Como ONG de Desarrollo con presencia en más de 120 países del mundo y décadas de trabajo a nuestras espaldas, nos sentimos satisfechas de haber contribuido a procesos democráticos que se están afianzando distintas regiones del mundo. En un contexto en el que la imagen de España a nivel internacional se está viendo enormemente afectada por sospechas y delitos de corrupción de cargos políticos vinculados con la gestión de lo público, las ONGD podemos aportar una experiencia y saber hacer en la gestión y transferencia transparente de recursos públicos a los países con los que colaboramos.

La Marca España dice beneficiar a toda la ciudadanía

¿A qué se refiere el gobierno cuando vincula los intereses de las empresas con los intereses de la totalidad de la ciudadanía? No podemos olvidar que las empresas no responden al interés general y tampoco son un actor neutral. Las empresas responden ante sus accionistas y orientan sus estrategias a la maximización de beneficios con independencia del país en el que operan. Además, el lucro de las empresas no deriva necesariamente en la mejora de las condiciones laborales de sus empleados o genera un impacto positivo en desarrollo; son muchos los casos en los que se ha comprobado que la actuación de las empresas no siempre beneficia a la población local; lamentablemente, existen numerosos ejemplos en los que se violan derechos humanos, se esquilman los recursos naturales o se evaden los impuestos.

La apuesta entusiasta que el gobierno hace por las empresas y su papel en la cooperación no puede pasar por alto la necesidad de regulaciones estrictas que garanticen el respeto por los derechos humanos. La mejor contribución al desarrollo que pueden realizar las empresas españolas es garantizar el empleo decente, el respeto por el medioambiente y el pago de los impuestos que correspondan en los países donde operan.

Se calcula que cada año, a nivel global, más de un billón de dólares sale de manera ilegal de los países en desarrollo. Esa cantidad que se evade es 120 veces superior al total de la ayuda al desarrollo que dan todos los países del mundo. Un tercio de ese dinero corresponde a multinacionales que no pagan los impuestos que les correspondería pagar.

La configuración de esta Marca España no es compatible con la visión de los actores de cooperación

Esta configuración de la acción exterior de España evidencia la pérdida de interés estratégico de la cooperación internacional. El elevado perfil económico del Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación y la vinculación de la estructura de cooperación con una de las áreas geográficas de mayor interés cultural y económico como es Iberoamérica, refuerza el vínculo entre la política de cooperación y los intereses estratégicos de España, fundamentalmente en su dimensión económica y cultural. Hasta ahora la “Marca España”, está más preocupada por asegurar nuestra capacidad exportadora que por una concepción de la política de cooperación como parte de una acción colectiva exterior.

Además, la reducción del presupuesto para cooperación mina la imagen exterior de España porque rompe con los compromisos asumidos, tanto internacionalmente como con la ciudadanía española. Y además, daña la imagen que de España tienen los países con quienes trabajamos. Prueba de ello, son las cientos de cartas que recibieron embajadas españolas en más de 30 países de todo el mundo defendiendo la cooperación. Una acción ciudadana que tuvo amplia repercusión en los medios de comunicación de los países en los que se llevó a cabo.

La cooperación internacional puede constituirse en el elemento clave para que España sea observada como un actor global responsable. Ahora bien, esto exige una responsabilidad firme con los compromisos asumidos. La situación económica en la que se encuentra España no puede servir de excusa para no cumplir lo acordado, asegurando la coherencia de políticas para el desarrollo; países como Reino Unido e Irlanda –que fue rescatada- no sólo han mantenido sus presupuestos, sino que incluso los han aumentado lo que demuestra que sí es posible.

La mejor inversión es la que se hace en las personas, en el planeta, en asegurar los derechos humanos y un futuro digno para las próximas generaciones. El mundo en el que vivimos demanda líderes responsables que sean capaces de garantizar políticas a largo plazo, de consenso real y que respondan a los problemas globales con respuestas globales.

La construcción de una marca se realiza a partir de una serie de valores que le son propios. Su grandeza se consigue gracias a la capacidad de liderazgo global y a una exquisita coherencia entre lo que dice hacer y lo que realmente hace. Marca España presenta enormes debilidades en ambos requisitos que nos llevan a pensar, tal como le dijimos al Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, García-Margallo, que una marca sin valores es una marca sin valor.